Una ruta por el centro de Sídney sin subirse a un coche
Enclavada en uno de los puertos naturales más hermosos del mundo, se pueden conocer los principales puntos de interés de la ciudad australiana caminando o en transporte público. Eso sí, siempre es buena idea ir en ferri a las playas cercanas
Sídney no es la capital de Australia, pero es la preferida de los turistas. Su atractivo radica en que está enclavada en uno de los puertos naturales más hermosos del mundo, posee una variada oferta cultural y se pueden conocer los puntos de interés principales caminando o en transporte público. Metro, tren, tren ligero, autobuses y ferris operan con tarjeta de crédito o débito y la única precaución a tomar es marcar la entrada y la salida, ya que la tarifa varía según el tramo recorrido. Aunque Sídney abarca una inmensa área metropolitana, la mayoría de los vecindarios carecen de atractivos turísticos. Es, por el contrario, el centro de la ciudad donde se concentra lo que hay que ver y disfrutar.
Sin duda, su lugar más visitado es el edificio de la Ópera, inaugurado en 1973 y uno de los símbolos más reconocidos del país. Es inconfundible con sus techos puntiagudos que asemejan velas blancas desplegadas al viento. Está ubicado en una pequeña península y se puede rodear libremente su exterior caminando. Sin embargo, su interior está reservado para quienes compren una entrada para un tour guiado o para un espectáculo de teatro, ballet, música y ópera. En los tours se visitan todos los escenarios del edificio y se explica el proceso de construcción, incluido el drama que concluyó con la salida del proyecto de su arquitecto danés, Jorn Utzon. El ganador del Pritzker por su diseño, dimitió tras las dificultades técnicas, los sobrecostes, los retrasos y los desencuentros con el Gobierno y jamás regresó al país, así que no vio terminado este edificio que es considerado como una obra maestra de la arquitectura y está reconocido como patrimonio mundial de la Unesco desde 2007.
Uno de los mejores lugares para fotografiar la Ópera es la Silla de la Señora Macquarie, especialmente al anochecer. Está en el fantástico Real Jardín Botánico de Sídney, al que se puede acceder fácilmente desde las escaleras de la Ópera. El jardín, que está cercado y abre desde el amanecer hasta poco después del atardecer, fue la primera institución científica de Australia. Hoy es considerado como uno de los mejores jardines del mundo. Se puede deambular por su enjambre de caminos, pero los turistas interesados tienen a su disposición varios tours, incluido uno dirigido por un guía aborigen y que se centra en el uso de la flora como alimento, utensilios o medicinas por parte de las culturas indígenas. Concluye con una cata de frutos locales.
Frente a una de las 13 puertas del botánico se encuentra la Galería de Arte de Nueva Gales del Sur, posiblemente el mejor museo del país. En sus dos edificios, separados por un jardín de diseño, acoge notables obras europeas, asiáticas y de los pueblos aborígenes de Australia e isleños del Estrecho de Torres. A cinco minutos caminando se encuentra Hyde Park. Entre los puntos de interés dentro y fuera de su perímetro destacan la catedral de Santa María, el Museo Australiano, el Memorial Anzac, que conmemora el desastre de Galípoli durante la I Guerra Mundial y el despertar del sentimiento nacional en Australia y Nueva Zelanda, y el interesantísimo Hyde Park Barracks. La Unesco también declaró patrimonio mundial estos cuarteles, junto a otros 10 lugares diseminados por todo el país, por su papel en el origen colonial de Australia. Mediante un tour de inmersión auditiva se viaja en el tiempo a la época en la que la corona británica deportó, desde sus cárceles a las antípodas, a 166.000 presos, incluidos niños. Los delitos cometidos por los convictos variaban de asesinato a hurto de comida o sospecha de simpatizar con el nacionalismo irlandés. Se estima que hoy uno de cada cinco australianos desciende de esos convictos.
En los dos kilómetros que separan Hyde Park y Darling Harbour se encuentran el barrio financiero y la zona de tiendas de marcas más exclusivas, incluida la calle Pitt, donde el alquiler por metro cuadrado está entre los diez más caros del mundo. Entre los centros comerciales destaca el Queen Victoria Building, situado en un edificio del siglo XIX, donde es posible tomar un high tea como en el corazón de Londres o probar las excepcionales marcas de chocolate australiano.
Al deambular por esas calles impolutas se aprecia la diversidad étnica de Sídney, donde casi uno de cada dos residentes ha nacido en el extranjero, y también la fuerza del turismo chino y japonés adinerado. Son, además, calles generosas en monumentos y arte urbano que atraen las cámaras de los turistas, como la estatua parlante del perro de la Reina Victoria o una fuente icónica de la película Matrix. Esta zona concentra también restaurantes de todo tipo de cocina y precios, pero el sushi es el rey. Se dice que Sídney es el lugar con uno de los mejores sushis del mundo y de los más baratos. Además, entre los turistas triunfa almorzar o cenar en la Sydney Tower Eye, el edificio más alto de la ciudad (unos 309 metros), que permite una magnífica visión de 360 grados.
Desde estas calles de bancos y tiendas se accede fácilmente al Darling Harbour, un conglomerado de cafeterías, restaurantes y atracciones turísticas. Sin embargo, los australianos lo han votado como la atracción turística más sobrevalorada del país, quizá porque los precios son altos y carece de originalidad. A su favor, los sábados suele haber fuegos artificiales al anochecer, que son bellos y gratis.
Muy cerca está The Rocks, el barrio más antiguo de la ciudad. Desde ahí se tiene una vista magnífica a la Ópera y, además, está lleno de tiendas, restaurantes, vinotecas y destilerías. Los fines de semana acoge uno de los mejores mercadillos, The Rocks Market, con puestecillos de artesanía, papelería, joyería y ropa. También está presente una oferta gastronómica para todos los gustos, incluida carne de canguro y, en un local llamado La Gitana, paella con chorizo. The Rocks es una de las puertas de acceso al Sydney Harbour Bridge, el puente de arco de acero más alto, con una altura de unos 130 metros sobre el nivel del mar. Se puede cruzar gratis a pie o pagar por caminar sobre el imponente arco.
Escapadas cercanas, mar y montaña
Entre el barrio más antiguo y el edificio de la Ópera, que está enfrente, se encuentra Circular Quay, el muelle desde donde salen los ferris hacia infinidad de destinos. No es necesario comprar billetes de antemano, ya que el pago se realiza al embarcar con tarjeta contactless. Uno de los recorridos más populares es el de la playa de Manly, a la que se llega en 20 minutos. El ambiente es surfero, similar al de la famosísima playa de Bondi. La diferencia es que a Bondi se llega en bus y se necesitan 40 minutos. Tanto en Manly como en Bondi se puede caminar hacia las playas aledañas por senderos sobre acantilados con fabulosas vistas.
Si además de la ciudad se quiere conocer el campo, una de las excursiones más populares desde Sídney es la de las montañas Azules, a las que se llega en tren en un viaje de dos horas y media. El paisaje es tan espectacular que está reconocido por la Unesco como patrimonio natural. Una vez allí, existen multitud de actividades para realizar, para lo que se puede optar por caminar, tomar el autobús hop on hop off, el tren cremallera o un funicular.
Sídney es, realmente, una ciudad moderna y cultural enclavada en un paraje natural envidiable. Se puede conocer y disfrutar caminando o en transporte público, sin necesidad de tours privados o de alquilar un coche. Tampoco hay necesidad de cambiar a dólares australianos o retirar dinero en los cajeros. Es una ciudad que funciona sin efectivo.