Desconexión y vino en el Priorat
Ubicado en una masía del siglo XVI rehabilitada con delicadeza, el Gran Hotel Mas d’en Bruno pretende mostrar el potencial histórico, patrimonial y paisajístico de esta comarca de Tarragona
La comarca catalana del Priorat permanecía secretamente guardada hasta que el vino la puso en el mapa de un turista discreto y connaisseur que sabe adónde va y a lo que viene. En este entorno aventajado donde las viñas son las protagonistas, en una masía del siglo XVI, ha abierto sus puertas el Gran Hotel Mas d’en Bruno, que, con la discreción del paisaje que lo envuelve, pone un punto de refinamiento único en la zona. No se pasa por Mas d’en Bruno, hay que ir a Mas d’en Bruno. Y para llegar hay que penetrar, ...
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La comarca catalana del Priorat permanecía secretamente guardada hasta que el vino la puso en el mapa de un turista discreto y connaisseur que sabe adónde va y a lo que viene. En este entorno aventajado donde las viñas son las protagonistas, en una masía del siglo XVI, ha abierto sus puertas el Gran Hotel Mas d’en Bruno, que, con la discreción del paisaje que lo envuelve, pone un punto de refinamiento único en la zona. No se pasa por Mas d’en Bruno, hay que ir a Mas d’en Bruno. Y para llegar hay que penetrar, desde Tarragona, en una espiral de curvas que alejan al viajero de la realidad, de tal modo que cuando sale del coche siente que empieza a entender el significado de “otra dimensión”.
Este no es un hotel de masificaciones, es lo contrario. Su filosofía tiene tres principios: desconexión, vino y relax. Pero si estos no le convencen, hay más, porque su verdadero objetivo es mostrar la esencia del Priorat, ejercer de plataforma para difundir la calidad del vino y el potencial histórico, patrimonial y paisajístico de la región. Es una idea que, vista desde lejos, parece imposible, ¡24 habitaciones en mitad de ninguna parte! Sin embargo, qué sencillo empatizar con ella y qué interesante resulta que, por encima de todo, se priorice conectar con la comunidad, valorar lo antiguo.
Mas d’en Bruno incorpora el paisaje en el diseño de interiores. Apenas hay líneas rectas en mobiliario, habitaciones o zonas nobles, pues predominan las curvas del camino, la forma redondeada de las uvas, la rebeldía lateral de los viñedos. La única forma recta que ha pervivido es el rombo del logotipo, pues es la forma que se encontraron en algunos techos de la masía durante la restauración y que se ha conservado igual que las bóvedas originales, porque el hotel se agarra a la historia: aquí vivía la familia Bruno y el trazo del rombo era su marca de identidad.
Del diseño de interiores se han encargado el estudio C97 Arquitectes y Astet Studio. Conviene constatar que en ninguna de las 24 habitaciones hay minibar, en todas hay maxibar: en cada una, su correspondiente bodega en la que se priorizan referencias del Priorat. Una constante que se repite en el comedor: “Queremos abrir las puertas del Priorat al mundo, dar a conocer a pequeños productores, apostar por vinos divertidos que salgan de la rutina, como fermentaciones y crianzas en huevo de hormigón en lugar de barrica, algo que está al alza y da frescura a los vinos”, reconoce la sumiller Carla Ruiz. Hablando del asunto, entre las actividades que se ofertan está catar vinos con sus creadores y, como aquí no existen contaminaciones acústicas ni lumínicas, igual de estimulante resulta contemplar las estrellas de la mano de un especialista del vecino pueblo de Torroja.
Por supuesto, hay bicis para pedalear entre viñedos y posibilidad de visitar el monasterio cartujo de Escaladei, esa impactante cartuja del siglo XII situada en La Morera de Montsant. También pueblos cercanos tan legendarios, tocados por la épica vinícola y la magia de la Llicorella (esa pizarra que da al vino del Priorat una mineralización y un carácter inimitables), como Porrera, Gratallops y Siurana, uno de esos enclaves cuya ubicación nunca dejará de ser una incógnita y una ventaja.
Para aprovechar el tiempo en Mas d’en Bruno, basta con mirar al frente y constatar que la virtud de este campo es que se trabaja. No es una postal, es un terreno en mutación por la mano humana, rodeado por un paisaje en movimiento, dependiente de los ciclos y las estaciones. Nada perturba una tranquilidad bien secundada por el agua, ya sea en la piscina de 25 metros o el jacuzzi al aire libre junto a la tarima para practicar yoga. Lujo que se integra en el entorno, también perceptible en la zona de aguas del interior, ubicada en el primer piso, creada entre restos arqueológicos como la antigua tahona de aceite (última actividad real de la masía).
Siguiendo el empeño de conectar con la tierra y ejercer de altavoz de los productores vecinos, la cocina de Mas d’en Bruno está en manos del joven Josep Queralt. Su carta, cuenta, “pretende expresar territorio, producto y que la mayor técnica que un cocinero puede tener es saber con qué producto está tratando, de dónde procede, qué tratamiento se le ha dado y cuál se le puede dar para respetar al máximo ese origen”.
El restaurante se llama Tarraco (por la cercanía con Tarragona, un guiño a la historia romana de la ciudad), por eso, además del Priorat, siempre hay un hueco para Italia y la mezcla de culturas (raviolis de foie con salsa de vino dulce del Priorat). “Para probar el Priorat”, explica Queralt, “conviene venir en otoño y degustar la variedad de setas, la trufa negra y nuestra cocina ancestral de chup chup en la que brilla el fricandó”. No hay mejor fin de fiesta: vino del Priorat y fricandó.
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