24 horas en el pueblo cántabro de Somo bailando con las olas

Primer destino surfero de la costa norte española, las playas de esta villa no dan respiro durante todo el verano. Una veintena de escuelas de surf, festivales y tiendas especializadas, además de un particular Paseo de la Fama, completan el ambiente

Un surfista durante el Festival de Surf, Skate y Música de la Escuela Cántabra de Surf de Somo (Cantabria).

El surf es a Somo (Cantabria) lo que el kite y el wind es a Tarifa (Cádiz). Uno de sus principales reclamos surferos es la naturaleza, la espectacular línea de cinco kilómetros de arena que posee el municipio de Ribamontán al Mar, desglosados en las playas de El Puntal, Somo y Loredo. En la vida de un surfista lo más importante son las olas. Esta ribera privilegiada las recibe desde todas las direcciones; de amplio recorrido, sin inclinaciones peligrosas, adecuadas para niveles...

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El surf es a Somo (Cantabria) lo que el kite y el wind es a Tarifa (Cádiz). Uno de sus principales reclamos surferos es la naturaleza, la espectacular línea de cinco kilómetros de arena que posee el municipio de Ribamontán al Mar, desglosados en las playas de El Puntal, Somo y Loredo. En la vida de un surfista lo más importante son las olas. Esta ribera privilegiada las recibe desde todas las direcciones; de amplio recorrido, sin inclinaciones peligrosas, adecuadas para niveles bajo o intermedio. Además, bulle un ramillete de negocios —solo escuelas de surf existen una veintena— que están marcando una de las vertientes más interesantes de Somo como meca del surf. En 2022, el deporte de las olas generó en Ribamontán al Mar, un municipio de solo 4.800 almas, 17.000 turistas y 4,5 millones de euros.

Desde que amanece hasta el crepúsculo, cualquier surfista tiene sobradas razones para desplazarse a Somo y disfrutar también de suaves temperaturas en comparación con las que registra el resto de la Península. No hay mejor red social que este enclave para compartir experiencias y amistades con jóvenes venidos de medio mundo. Para ello, qué mejor que acudir a Somo del 24 al 31 de agosto, cuando se celebra el Festival de Surf, Skate y Música que conmemora los 33 años de la Escuela Cántabra de Surf, cuyo fundador y director, David Capi García, no necesita consultar buena parte de la historia del surf en España: solo tiene que recordarla.

Aparte del Campeonato de España de Surf Adaptado, el plato fuerte del festival será el Open Surf, valedero para la liga nacional y, junto con el Pantin Classic coruñés, una de las competiciones surferas con más solera en las costas españolas. En esta edición no faltará el top de la selección española: Gonzalo Gutiérrez. La pista de skate se convertirá en un hervidero con la participación de los skaters olímpicos españoles Jaime Mateu y Danny León, mientras el apartado musical se cubrirá con sesiones de DJs, como la que protagonizará Chema Armengou, invitando al baile con sus creaciones electrónicas. En lo relativo a talleres, los habrá de limpieza y reciclaje de playas, y un día se reservará para que personas con discapacidad se acerquen gratuitamente al mundo surfer. Sea con o sin festival, 24 horas en Somo dan para mucho.

7.30 Amanece en La Curva

Entre los deportistas que acuden a primera hora a las playas en Somo se encuentra Pablo Gutiérrez (Santander, 1981), el surfista cántabro más internacional, cuatro veces campeón de Europa (dos junior y dos open). “Al salir el sol disfruto de viento offshore [es decir, procedente del interior], que peina la ola y la alisa moldeando una pared perfecta. Para ello, camino desde el Centro de Surf de Somo menos de 10 minutos hasta La Curva (1), sector arenoso que separa los pueblos de Somo y Loredo. Al tiempo que navego, veo despuntar el sol por las montañas de Ajo, pintando de naranja el bosque de Arna, situado justo detrás. La experiencia marítima es subyugante”, detalla.

De regreso, podremos sentarnos en la terraza del Surf Café Somo (2), justo detrás de la arena, mientras se recibe una brisa marina que parece inagotable. Es el momento de desayunar un sándwich vegetal o un pincho de tortilla, entre los cuales destaca uno decididamente cántabro como es el de bonito. Delante se encuentra el Paseo de las Estrellas del Surf, cuyo primer agasajado fue el propio Pablo Gutiérrez, y cuya última estrella luce en honor al surfista ciego Aitor Francesena.

El Surf Café Somo ocupa el exterior del Centro de Surf de Somo, donde es posible detenerse en la exposición histórica sobre este deporte en Cantabria —con algunas tablas de época—, algo insólito en una disciplina de tan corta vida en España. El servicio de duchas, vestuario y consigna para tablas cuesta 160 euros al año. También abre una oficina de turismo.

Surfistas principiantes durante una clase en la playa de Somo (Cantabria).Alamy Stock Photo

A esta hora, las familias surferas empiezan a ocupar la arena a la vez que las escuelas de surf. A menudo, se observa el paso de peregrinos que cubren el Camino de Santiago del Norte. Después de una sesión mañanera bailando con el oleaje, la satisfacción y la cara de júbilo permanecerán durante todo el día.

11.00 Perderse por El Puntal

El faro de la isla de Mouro visto desde la playa de El Puntal.Alamy Stock Photo

Entre los hábitos más acreditados de la costa cantábrica se encuentran los largos paseos por la orilla. Una opción embelesadora es hacerlo por la playa de El Puntal (3), que custodia uno de los escasos sistemas dunares de Cantabria. Esta flecha decididamente hermosa relaja al más estresado y sirve como mirador de la península de la Magdalena y del skyline santanderino. Si el día se presenta nuboso, no hay que bajar la guardia con la crema solar, puesto que las nubes solo reducen un 20% la fuerza del sol.

En las calles de Somo, los neoprenos y las tablas son tan cotidianos como los semáforos o las farolas. Siempre hay que dejar tiempo para ir de tiendas, por ejemplo a surtirse de material técnico a Xpeedin’ Surf Shop & School (4), abierta en 1977. Somo no es California, pero cuánto recuerda, en formato pequeño, su skatepark (5) al de la playa de Venice Beach, en Los Ángeles. Fue diseñado por Txus Domínguez y Alex Mosterín, pioneros en este tipo de construcciones en España: “Trazamos una pista con mucho flow y elementos muy enlazados entre sí,”, pormenoriza Domínguez, “sea el bowl [con forma de piscina], las dunas o la ola de hormigón, diseñada con gran verticalidad para dificultar los trucos”.

El 'skatepark' de Somo, diseñado por Txus Domínguez y Alex Mosterín.

14.30 Canelones de pato

Para saciar el apetito hay que subir al coche para poner dos kilómetros de por medio (sin salir de Ribamontan al Mar), hasta Suesa, donde se halla el restaurante Bonobo (6). Desde los 15 años, Alfonso Ruigómez conserva su afición al surf, a la que suma la de una cocina de producto —carnes y pescados de Cantabria y verduras de la cercana huerta de Carriazo—, con los canalones de pato gratinados, el tartar de bonito y las croquetas de cecina como algunos de sus hits.

17.00 Tablas retro y un barco sumergido

Los surfistas adoran las tablas. Siguiendo la tradición de la mítica Casa Lola —la primera factoría española de tablas de surf— no puede faltar en este recorrido el taller artesanal Happybay Somo (7), que enamora a cuantos lo visitan. Es el proyecto de dos sus emprendedores, el italiano Matia Zulberti y el valenciano Ximo Bosch. Ambos acudieron a Somo por la calidad de sus olas y hoy elaboran tablas, tirando a exclusivas, que se distribuyen por media Europa. “Están inspiradas en modelos retro, es decir, pensadas antes para el disfrute y el compartir olas que para la competición”, apunta Bosch: “Nuestro buque insignia son, por descontado, las tablas longboard”.

Se puede echar un vistazo tanto a la tienda como al taller, donde quizá se les sorprenda laminando el núcleo de poliuretano con fibra de vidrio y resina de poliéster (ganando así en dureza); o quizá aplicando el color a la resina.

Por la tarde, cuando el viento empieza a flojear, volvemos a la carga. Paneles en forma de tabla indican en las playas el código de conducta surfero, al modo australiano. Esta vez acudimos, frente a la zona urbana, al spot de El Barco (8), en alusión a un buque visible en bajamar. Con el paso del tiempo el casco ha ido despedazándose y los hay que confunden sus restos metálicos repletos de moluscos con rocas.

Volvemos a fijarnos en la ola autóctona, larga y bien delineada, idónea para que los principiantes puedan erguirse sobre la tabla y experimentar la sensación de cabalgar olas; a los de nivel mediano, estas ondas largas les permitirán mejorar la técnica de forma suave y progresiva. Otro gran baño. ¡Día tablonero redondo!

21.00 Sentados en el banco-mirador

Dos surfistas al atardecer en la playa de Somo-Loredo.Jorge Hierro

Al finalizar la jornada, grupos de amigos se citan para contemplar la puesta de sol desde el banco-mirador de la playa de Los Tranquilos (9): cielos rojizos, los días de viento sur y unas vistas de infarto de Santander y toda su bahía. Todo ello junto a la isla de Santa Marina, la más grande del litoral cántabro, donde rompen en invierno olas hawaianas —de entre dos y seis metros de altura, sobre fondo rocoso— solo aptas para riders expertos. En invierno se celebra un campeonato de surf organizado por Pablo Gutiérrez, que ha ganado en sus dos ediciones (la última aconteció en enero de 2023), Aritz Aranburu, quien no por casualidad también figura en el Paseo de las Estrellas del Surf de Somo. La isla de Santa Marina da nombre a una sabrosa cerveza artesana elaborada muy cerca, en Castanedo.

21.30 Cena exótica

Somo es un destino repleto de pistas para cenar. El caso del gastrobar EnUno (10) resulta peculiar. Consta solo de 10 mesas (imprescindible reservar) en las que Carolina Nishimura, de origen brasileño y sangre italojaponesa, ha volcado sus raíces familiares en recetas japobrasileñas, como el sushi al estilo tradicional nipón o la moranga brasileña, jugosa calabaza rellena de requesón y langostinos. También sirven un suculento brunch, de 12.00 a 13.00 (cierra los miércoles).

En caso de no conseguir mesa, siempre se puede ir a lo seguro en el restaurante Las Quebrantas (11), que a medida que pasan los años —ya lleva 27 abierto—, gana en nivel gastronómico. Cortes de carne y porcentaje de grasa elegidos personalmente por un trío de emprendedores; salsas y condimentos caseros; prohibición de cualquier tipo de congelado. Estas tres consideraciones son el origen de las colas en The Surfer’s Burger (12), donde nadie se pierde leyendo la carta, ya que solo se preparan tres tipos de hamburguesas: Simple, Especial y Trufada (abre a las 20.00 y cierra los miércoles).

Tras la cena, grupos de surferos regresan al hostel de Loredo Plea Beach House (13), de estética y ambiente cool. Otros acuden a tomar una copa al Surf Garden (14), disfrutando del hecho de poder enfundarse un jersey o una rebequita en verano. Solo una copa, no más, que mañana también toca disfrutar de buenas olas y habrá que madrugar.

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