La mejor ruta para descubrir el sonido de Nueva Orleans en un solo fin de semana
A orillas del Misisipi, esta es una de las ciudades más conocidas para disfrutar del jazz, pero también de muchos otros géneros, sobre todo en dos de sus arterias principales, Frenchmen y Bourbon Street
En Nueva Orleans reverbera una energía intensa, como si el ambiente brillara y chispeara con una electricidad estática ancestral, y como si el aire que la recorre saliera directo de los pulmones de un Louis Armstrong omnipresente, continuamente soplando una brisa suave que rebota en las paredes y en el asfalto y que se modifica por el camino y convierte la ciudad estadounidense en un instrumento de instrumentos, arquitectónico, gigante, con miles de ritmos y melodías según la calle, la plaza...
En Nueva Orleans reverbera una energía intensa, como si el ambiente brillara y chispeara con una electricidad estática ancestral, y como si el aire que la recorre saliera directo de los pulmones de un Louis Armstrong omnipresente, continuamente soplando una brisa suave que rebota en las paredes y en el asfalto y que se modifica por el camino y convierte la ciudad estadounidense en un instrumento de instrumentos, arquitectónico, gigante, con miles de ritmos y melodías según la calle, la plaza, la esquina, el restaurante o el bar en el que uno se encuentre. Capital del pecado, diversión 24/7 al sur de Luisiana, aspersor de arte y vida —en toda la profundidad de esas palabras—, Nueva Orleans empapa y refresca a quien se adentra en ella.
Por eso, sus 900 kilómetros cuadrados a orillas del río Misisipi se abren fácilmente al visitante. Le abrazan y le hacen vibrar con su música, que es en realidad una fusión de muchas cosas: las tradiciones de los pueblos nativos, las reivindicaciones sociales —sobre todo, la lucha de la comunidad negra contra la esclavitud y por sus derechos—, las influencias que trajeron consigo los invasores y colonos franceses y españoles, el clima húmedo y por momentos sofocante de las marismas… y algunas otras particularidades que crean infinitos matices.
Para sentir eso solo hace falta poner un pie en cualquier acera de cualquiera de los barrios de Nueva Orleans, frente a esas casas tan características con fachadas decoradas con listones de madera, colores variados y un porche donde la gente se sienta en sillas o mecedoras cuando baja un poco el sol y el calor es menos pegajoso. Pero para descubrir a fondo cómo suena esta ciudad, lo más fácil es ir a los epicentros, que son principalmente dos zonas: la Frenchmen Street y la Bourbon Street. Si se tiene tan solo un fin de semana o poco tiempo en la ciudad, son los dos básicos que el viajero no puede perderse.
El recorrido
Lo más práctico es empezar en una punta de la Frenchmen Street, en la Louisiana Music Factory, una tienda con miles de vinilos, CDs, camisetas de artistas míticos y un plafón donde se anuncian interesantes tours y muchos de los eventos musicales que va a haber en la ciudad en los próximos días. Este es, además, el lugar ideal para charlar con los dependientes y que te recomienden dónde ir en función de tus gustos. En general, la gente de Nueva Orleans es enormemente amable. Los dependientes —y casi cualquier vecino que sepa un poco de música— suelen guiarse por lo que anuncian en la web de la mítica emisora de radio WWOZ. Ahí está todo lo que vale la pena escuchar y ver aquí. Nació en 1980 como una emisora comunitaria que tenía el objetivo de poner en valor la cultura local, bastante ausente en las emisoras oficiales, y la llamaron así por El maravilloso mago de Oz (Wonderful Wizard of Oz, en inglés) y una frase de la película que dice: “No le hagas caso al hombre detrás de la cortina”. Ese era su lema: que todo el foco esté en el contenido de lo que transmiten.
Después de las recomendaciones de los dependientes, desde la tienda de vinilos, a un par de minutos a pie y en dirección al río, se llega al New Orleans Jazz Museum, un museo que vale mucho la pena visitar para conocer la historia de este estilo musical. En su balcón y el jardín exterior a veces se celebran conciertos gratuitos que son una maravilla.
Volviendo atrás, hacia la Louisiana Music Factory otra vez y más arriba, cuando ya empieza a anochecer, la Frenchmen Street se enciende. Empezó a hacerse más popular sobre todo después del destructivo huracán Katrina de 2005, y ahora allí es donde suelen ir principalmente los que viven en la ciudad. Cuando el sol desaparece, los bares empiezan a abrir y se va llenando de gente cargando trombones, saxofones, guitarras y todo tipo de instrumentos. Los referentes en esta calle son lugares de música en directo como el Snug Harbor Jazz Bistro, el The Spotted Cat Music Club o el Blue Nile, donde algunos dicen que se puede escuchar la mejor música del mundo. No solo jazz, blues y brass bands —aunque principalmente—, también rock, reggae y muchos otros géneros. No hace ni falta entrar en los locales, en la calle también hay a menudo bandas o solistas con actuaciones dignas de salas de concierto. Así, se crea un diálogo entre la música callejera y la que sale de las puertas de los bares, construyendo una atmósfera envolvente que es difícil encontrar en otros rincones del planeta.
Desde allí, también a pie aunque algo más lejos, cruzando parte del famoso French Quarter (el barrio francés), se llega a la otra calle que hay que pasear para disfrutar de la música en toda su plenitud: la Bourbon Street, más gamberra, infinitamente más turística y decadente, llena de luces de neón y con una oferta más mundana y variada. Aquí se concentra todo tipo de público: los que quieren bares con música en directo, los que van de discotecas o los que buscan cabarets e incluso lugares con tintes sexuales un paso más allá. Por lo general, esa arteria urbana suele llenarse de una franja de edad más joven que la que recorre Frenchmen Street, y con un ambiente festivo mucho más intenso y trasnochador. Por eso ahí se puede ver lo que describía en su monólogo final Jep Gambardella, el protagonista de La gran belleza de Sorrentino: “Los demacrados e inconstantes destellos de belleza”.
En la Frenchmen Street hay algo más de finura, aunque no por eso menos intensidad ni menos belleza. Y más allá de esas dos calles, lo bueno es perderse por otras zonas de Nueva Orleans, dejarse llevar sin rumbo fijo y descubrir lo que tiene que ofrecer de noche y de día, mundano o sublime, para todos los gustos esta ciudad al sur del sur de Estados Unidos.
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