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15 excursiones a una hora de Barcelona

Montañas de formas surrealistas, termas romanas, mansiones modernistas, bodegas de cava, cuadros de Picasso y un castillo de sal. Naturaleza, arte y gastronomía muy cerca de la animada capital catalana

A escasos 30 kilómetros de la ciudad de Barcelona, Montserrat es mucho más que una sierra: es un auténtico símbolo de la identidad catalana. Situada en el corazón de un macizo de formas surrealistas, entre las comarcas de la Anoia, el Bages y la del Baix Llobregat, todos sus monolitos rocosos tienen nombre propio y supone un auténtico reto dar con todos. El elefante, el mono, la momia… son fáciles de identificar. Otros pináculos cuesta más imaginárselos convertidos en el fraile, el loro o el centinela…. Esta sierra de siluetas imposibles alberga un monasterio benedictino del mismo nombre que contiene la talla románica de La Moreneta, patrona de Cataluña. Y en su basílica canta la Escolanía de Montserrat, uno de los coros de niños cantores más antiguos y prestigiosos de Europa. Para llegar desde Barcelona, lo mejor es ir hasta el pueblo de Monistrol y allí tomar el teleférico o el tren cremallera (unos 15 minutos) que asciende hasta el complejo religioso. La abadía en realidad consta de la zona monástica propiamente dicha (basílica y dependencias monacales) y de los edificios destinados a atender a los visitantes. El Museu de Montserrat expone piezas de todos los tiempos y el nuevo Espacio Audiovisual desvela todos los misterios del santuario y de la montaña. Después de visitar el recinto, merece la pena adentrarse en alguno de los senderos señalizados por los alrededores, acercarse a la Santa Cova o recorrer el Vía Crucis desde la Plaça Abat Oliba hasta la capilla de la Soledad. O sencillamente, perderse por esta montaña de gran riqueza geológica y paisajística, declarada parque natural en 1987.Artur Debat (getty images)
Otro símbolo de Cataluña es el cava. Y para entenderlo y disfrutarlo, nada como una escapada a Sant Sadurní d’Anoia, considerada la capital del cava, en la comarca del Alt Penedès, 50 kilómetros hacia el interior desde Barcelona. Allí hay decenas de bodegas que lo elaboran, y la mayoría están abiertas al público. Las hay muy conocidas, como Espai Xocolata Simón Coll, que nos sumerge en una experiencia sensorial mientras desvela los secretos de la elaboración del chocolate.Eckhard Supp (alamy)
Desde hace años, Sitges es uno de los destinos LGTBI más demandados internacionalmente. Pero esta localidad playera a 40 kilómetros al sur de Barcelona es mucho más que una meca para esta comunidad. Escapada casi obligada desde la capital catalana, este antiguo pueblo de pescadores, que ahora es una ciudad de más de 30.000 habitantes, cuenta con 17 playas de arena finísima y un paseo marítimo jalonado de terrazas y bares de copas. También posee un encantador casco antiguo que combina museos y palacetes, casas de indianos y alguna que otra iglesia, como la de Sant Bartomeu i Santa Tecla, del siglo XVII, cuya asimétrica silueta caracteriza el perfil de la villa. Sitges es uno de los enclaves costeros que mejor ha sabido combinar el turismo de cultura y playa con una oferta heterogénea para públicos de todas las edades, que van desde las terrazas tranquilas o los bares de tapas a las discotecas fuera del casco urbano. La oferta cultural tiene su primera parada en el Museu del Cau Ferrat, la espectacular casa-taller del pintor y escritor Santiago Rusiñol (1861-1931), con obras del propio pintor pero también de Ramón Casas, El Greco, Zuloaga o Picasso y una interesante colección de hierro forjado, cristal y cerámica. El Palau de Maricel (solo visitable los domingos, con guía) tiene unas espectaculares vistas al mar, y dentro, una colección de obras de arte, sobre todo del novecentismo y el modernismo catalán. Dos eventos con los que conviene coincidir (o evitar, si lo que buscamos es tranquilidad), son las fiestas del Orgullo, en junio, y el Festival Internacional de Sitges, pionero del cine fantástico, ciencia-ficción y terror, que se celebra desde hace más de medio siglo. A los que les gusta conducir, pueden llegar a Sitges desde Barcelona por una carretera llena de curvas que recorre la costa del Garraf, con unas vistas maravillosas. Para muchos, es una de las carreteras más bonitas de Cataluña.christoph efaugere (GETTY IMAGES)
El macizo del Montseny, a escasos 50 kilómetros de Las Ramblas, es una de las escapadas más tradicionales de los barceloneses cuando quieren sentir de cerca la naturaleza. El macizo del Montseny es, además, una de las montañas más emblemáticas de Cataluña, cubierto de bosques de hayas, robles, pinos, alcornoques y encinas. Además de parque natural, este mosaico de cumbres, bosques y ríos es reserva de la biosfera de la Unesco, por su rica flora pero también por su fauna (jabalíes, zorros, jinetas y numerosos pájaros, anfibios y reptiles). Esta montaña y sus pueblos diseminados invitan a reflexionar sobre la relación del hombre con el entorno natural. Para conocer este 'collage' de paisajes mediterráneos y alpinos se puede comenzar por el municipio de Sant Celoni, o en el vecino Campins, para dar luego una vuelta hasta llegar al Montseny. Una ruta por el macizo tiene un buen colofón en la localidad que da nombre al parque, con la exposición permanente 'El Parc Natural del Montseny. Un diàleg entre l’home i la natura', en la Casa de la Cultura. A continuación de esta muestra se puede ver otra muy curiosa, 'Les Esquelles d’en Jaume', una colección de más de un millar de 'esquelles' (cencerros) donados por un pastor del pueblo. Parte de su territorio se encuentra en la comarca de Osona, donde Viladrau (perteneciente a la provincia de Girona) es parada obligada, con un casco antiguo de estrechas callejuelas, resguardado al amparo de la iglesia de Sant Martí. El pueblo es conocido por sus manantiales de agua, que brotan en diversas fuentes de los alrededores, y también por ser la cuna de uno de los bandoleros más famosos de Cataluña (Joan Sala y Ferrer, del siglo XVII, conocido popularmente como Serrallonga), un Robin Hood del Montseny, del que aún a día de hoy circulan multitud de leyendas.MELBA PHOTO AGENCY (alamy)
La comarca barcelonesa del Maresme, debido a su encajonamiento entre la capital catalana y la Costa Brava, pasa desapercibida para muchos visitantes. Y es una verdadera pena, porque este tramo de costa protegido por los macizos del Montnegre y el Corredor guarda rincones tan espectaculares como un pueblo con denominación de origen propia, un mercado de flores, mansiones modernistas e incluso un museo abarrotado de dibujos de Picasso, además de magníficas playas. En el pueblo de Alella, a dos kilómetros del mar, aún quedan bellas masías, algunas del siglo XIV. Esta villa de larga tradición vinícola tiene el Museu de l’Estampació, que ilustra sobre la historia de la estampación textil en Cataluña. Tanto en Premià como en casi todos los pueblos de la ruta, tras visitar el centro vale la pena bajar hasta la playa y, si el tiempo acompaña, darse un buen chapuzón en el mar. Para ello, habrá que franquear la vía del tren, auténtica barrera arquitectónica entre los pueblos y el mar. Por ello es importante que, al llegar a cada uno de los municipios, se preste especial atención a las pocas calles que siempre en forma de túnel sortean la vía del tren (y a menudo la Nacional II) y permiten alcanzar las playas y los puertos deportivos de todo el Maresme.Proformabooks (getty images)
el Museu Marès de la Punta, con una amplia colección de encajes: tanto aquí como en el cercano pueblo de Arenys de Munt existe una larga tradición en el arte de tejer con bolillos. A las afueras, además del cementerio, puede verse la Torre dels Encantats, un torreón circular construido entre los siglos XIII y XIV.KarSol (getty images)
Para descansar del ajetreo de Barcelona, nada mejor que una escapada a un baño termal. De siempre, Cataluña ha gozado de una larga tradición balnearia. Fueron los griegos y los romanos quienes introdujeron el uso del agua con fines terapéuticos en esta zona de la Península, y desde entonces la pasión por la práctica del termalismo, facilitada por la enorme riqueza de las aguas mineromedicinales, ha sido una constante en la historia de Cataluña, especialmente a partir de finales del siglo XIX. Caldes d’Estrac, también conocido como Caldetes, es un pueblo costero con la Fundació Palau (en la foto), un apenas conocido centro de arte que alberga obras de Picasso y otros artistas. Se trata de la colección particular de Josep Palau i Fabre (1917-2008), polifacético poeta y escritor que, gracias a su estrecha relación con Picasso, Lorca, Alberti, Octavio Paz y otras celebridades, conectó la cultura catalana con las principales corrientes artísticas del siglo XX. Su exposición sorprende con obras de Gargallo, Nonell, Opisso y otros artistas, así como 50 cuadros y dibujos de Picasso (tras el Museu Picasso de Barcelona, este es el segundo espacio expositivo de Cataluña con más obras del genial pintor). Otros balnearios, además del de Estrach, donde puede disfrutarse del termalismo catalán son los de Caldes de Montbui, Caldes de Malavella, Caldes de Boí, Vallfogona de Riucorb, Sant Hilari Sacalm, Benifallet, Santa Coloma de Farners y La Garriga.
parador, además de la colegiata de Sant Vicenç, románica, con una nave central presidida por un amplio presbiterio.Prisma by Dukas Presseagentur GmbH (alamy)
A la capital del Alto Penedès se la conoce por el cava y los castellers. Pinord. Pero quizá sea mejor recorrer el Camí del Vi, un sendero interpretativo con una duración de tres horas por los viñedos que muestra el ciclo de la viña, el sistema de poda, los distintos tipos de uvas y los diferentes modos de elaboración de los vinos y cavas. Además, Vilafranca —junto con la localidad tarraconense de Valls, a 45 kilómetros de distancia— es villa castellera por excelencia, con tres ‘colles castelleres’ que compiten sanamente entre sí en la fiesta mayor, entre el 29 de agosto y el 2 de septiembre. Ver cómo se apoyan unos en otros para tocar el cielo deja boquiabierto a cualquiera. Los buenos gastrónomos no deben de irse sin probar el 'gall negre' (gallo negro), un ave autóctona del Penedès que puede degustarse en los restaurantes locales y que muchos compran para Navidad en una feria muy particular, la Fira del Gall, un mercado con más de 350 años de historia que se celebra antes de las fiestas.Lucas Vallecillos (alamy)
Los senderistas catalanes conocen muy bien este parque natural, con 19 rutas señalizadas que permiten descubrir paisajes donde se alternan cimas prácticamente peladas con frondosas laderas de montaña. La carretera de acceso sube hasta el Coll d’Estenalles, punto de unión entre las dos sierras que dan nombre al parque. Las rutas por este escenario natural suelen iniciarse en Matadepera, que siempre despunta en todos los listados como la localidad catalana con mayor calidad de vida, rodeada de urbanizaciones de lujo. Se encuentra a solo nueve kilómetros de la populosa ciudad de Terrassa, pero a los pies de la espectacular sierra de Sant Llorenç del Munt. A unos cuatro kilómetros del pueblo, se llega al monasterio de Sant Llorenç del Munt, un edificio románico del siglo XI, que constituye una copia casi exacta del cenobio de Sant Cugat del Vallès, pues los proyectaron los mismos monjes. Está sobre la cima de la Mola, que con sus 1.095 metros es el punto más alto de la Serra de l’Obac y el corazón del Parc Natural de Sant Llorenç del Munt i Serra de l’Obac. A lo largo y ancho de todo el parque natural hay senderos señalizados que permiten, en excursiones a pie de una o dos horas, descubrir paisajes de una gran belleza. Luego, montaña abajo, se puede hacer un alto en Mura, pequeñísimo y pintoresco pueblo con calles de fuerte pendiente y casas de piedra donde se respira un aire sosegado que parece de una época ya desaparecida. Curiosamente, en la parte más baja del pueblo se encuentra la iglesia de Sant Martí, un bello edificio románico con un tímpano esculpido que representa la Adoración de los Reyes Magos. Y en los alrededores hay otros muchos rincones deliciosos, como la Font de l’Era, fuente rodeada de una zona de pícnic, la Font del Rector, junto al torrente de Estenalles, o el Gorg del Pare, donde en primavera y otoño, cuando el agua es más abundante, se forman pequeños saltos de agua.Marti Garcia (getty images)
Este antiguo monasterio benedictino excavado en la roca no se sabe muy bien si está en el cielo o en la tierra. Ya la carretera de llegada desde Sant Feliu de Codines, colgada en un despeñadero que domina el valle del Tenes, es un fabuloso anticipo. Un rústico puente da acceso al monasterio, enclavado en la roca y rodeado de un entorno natural con espectaculares vistas y cascadas como la de Sant Miquel del Fai (en la imagen). el complejo Cim d’Àligues, donde se hacen exhibiciones de vuelo de aves rapaces, como águilas o halcones, y visitas guiadas por los aviarios del recinto.JackF (getty images)
El nombre de esta población evoca balnearios y aguas termales, pues allí manan aguas a 74°C de reconocidas propiedades terapéuticas, conocidas ya en el siglo I antes de Cristo y que hoy se pueden seguir disfrutando en sus tres hoteles-balneario. A finales del siglo XIX el balneario conoció un gran desarrollo. De esta actividad termal dan fe la Font del Lleó, situada en la plaza del mismo nombre (ojo, que a nadie se le ocurra beber un trago para refrescarse porque esta agua también mana a 74°C), en el centro de Caldes; las mencionadas termas romanas, del s. I a.C., las mejor conservadas de toda la península Ibérica, formadas por una piscina rodeada de galerías cubiertas por bóvedas de medio punto; o los baños termales El Safareig, un espacio público donde se puede disfrutar de un baño terapéutico que aprovecha la estructura de un antiguo lavadero. También los tres hoteles-balneario de Caldes: Termes Victoria, Broquetas y Vila de Caldes. Pero si uno quiere saberlo todo sobre el termalismo, debe hacer una pausada visita al Museu Thermalia dedicado a la cultura del agua termal, con la exhibición 'L’essència balneària'. De sus cuatro plantas una está dedicada al termalismo, otra a exposiciones temporales y en las otras dos hay una muestra con obras del pintor y escultor Manolo Hugué, que llegó a Caldes de Montbui, precisamente, atraído por las propiedades medicinales de sus aguas termales. Además, fruto de la amistad que Hugué mantuvo con Picasso, también hay una pequeña exposición de obras del célebre pintor malagueño.Xavier Fores - Joana Roncero (alamy)
Los amantes de la arqueología tienen cita en el yacimiento que hay junto al pueblo de Olèrdola, en la comarca del Alt Penedès, un batiburrillo de construcciones de diferentes períodos que abarcan desde la Edad del Bronce hasta la época altomedieval, con murallas ciclópeas y medievales, una atalaya romana, restos de un castillo, muestras íberas, un aljibe y una capilla mozárabe. Es aconsejable ir con buen calzado y, tras la visita, pasear por los alrededores. Dentro del recinto hay un centro de interpretación que ilustra sobre el paso del hombre por este enclave estratégico. En la imagen, la iglesia románica de Sant Miquel, en la parte más alta del municipio de Olèrdola.Josep Curto (alamy)
El tiempo parece haberse detenido en la Colonia Güell, situada cerca de Santa Coloma de Cervelló, en la comarca del Baix Llobregat. Esta antigua colonia industrial modernista —abierta a visitas todos los fines de semana de 10.00 a 15.00; 8,5 euros por persona— se conserva tal y como la ideó Antoni Gaudí (1852-1926) en 1890 para albergar a los trabajadores de la compañía textil Güell, que su propietario decidió llevarse fuera de Barcelona, donde ya estallaban los conflictos obreros. Las formas de la cripta modernista diseñada por el arquitecto de Reus son un prolegómeno de la del templo de la Sagrada Familia. Todos los edificios del complejo son modernistas y un paseo entre ellos permite respirar la atmósfera de la Cataluña de finales del XIX. En su día, la colonia utilizó la tecnología más avanzada y contaba con servicios sociales pioneros para mejorar la vida de los trabajadores: viviendas unifamiliares, escuela, comercios, servicios médicos, jardines, y hasta un ateneo y un teatro.Ivan Vdovin (alamy)
Para salir del bullicio de Barcelona sin apartarse mucho de la ciudad, se puede subir a esta sierra que protege la ciudad y que representa su principal pulmón verde. Es un verdadero tesoro natural para disfrutar de la naturaleza, hacer senderismo, practicar el ciclismo o incluso montar a caballo. Con más de 8.000 hectáreas de superficie, está considerado uno de los mayores parques metropolitanos españoles. Dentro de sus límites hay dos reservas naturales: la Font Groga y la Rierada-Can Balasc. Se puede ir en el funicular al parque de atracciones del Tibidabo, desde donde se alcanzan vistas fabulosas de toda la ciudad, o dirigirse al otro lado de la montaña para caminar por sus numerosos senderos. Para disfrutar de las mejores vistas, hay miradores a cada lado: desde Torre Baró, en Nou Barris, que contempla el Montseny, y desde el collado de Finestrelles, en Les Corts, que abarca una panorámica de la ciudad hasta el Maresme.James Sturcke (alamy)