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20 maravillas que no te puedes perder en Cantabria

Pueblos medievales, marismas, arte prehistórico y larguísimas playas de arena. Lo mejor del mar y la montaña cántabra en un viaje redondo

El angosto desfiladero de la Hermida sirve de mágica entrada a los fabulosos paisajes de la comarca de Liébana, cerrada por las altas sierras de Peña Sagra al oeste y por los espectaculares Picos de Europa al este. Superado el vertiginoso congosto, descubrimos una región de pueblos medievales llenos de encanto, iglesias milenarias que guardan veneradas reliquias y naturaleza salvaje y poderosa, donde encontraremos buitres sobrevolando, tímidos rebecos o, si tenemos suerte, osos pardos, el animal emblemático de la zona.Manuel ÁLvarez (getty)
La mayoría de senderistas acude a Liébana buscando las cumbres y senderos del parque nacional de los Picos de Europa, el primero que se creó en España en 1918. Su cumbre más famosa, el Naranjo de Bulnes, en la vertiente asturiana del macizo, se puede contemplar desde el collado de Horcados Rojos, accesible desde la estación superior del teleférico de Fuente Dé (en la foto) por el sendero PR-23 (11 kilómetros, dificultad media-alta). Ubicado en la cabecera del valle de Camaleño, el teleférico salva un desnivel de 753 metros en cuatro minutos, hasta los 1. 823 metros del mirador del Cable, con fantásticas panorámicas de toda la comarca.Ellen van Bodegom (getty)
Ubicado en el corazón del parque natural Saja-Besaya, sus 84 habitantes presumen de vivir en el pueblo más antiguo de Cantabria. Sea o no cierto (no existen pruebas documentales definitivas), sí que son afortunadísimos ya que el sabor auténticamente montañés que conserva la aldea no parece real. Calles empedradas (cerradas al tráfico), casas barrocas de mampostería con soportales y balcones adornados de flores y el entorno natural de gran belleza, surcado por el río Argoza. Declarado Conjunto Histórico Artístico en 1979 e integrado en la Asociación de Los Pueblos Más Bonitos de España, sus dos vías principales (la Larga y la Calleja) están unidas por un entramado de estrechas callejuelas por las que deambular resulta un placer. El paseo debe pasar por la iglesia de Santa María, que conserva un hermoso retablo barroco, y el lavadero, rodeados de restaurantes y tiendas de productos locales. Desde el puente sobre el Argoza parten varias sendas, como la de la fuente Clara (de siete kilómetros y dos horas, aproximadamente) que ofrece vistas a los paisajes típicos del valle del Saja.Jerónimo Alba (alamy)
En el valle de Cabuérniga, al sur de Cabezón, hay tradiciones que se mantienen intactas, sobre todo en aldeas como Bárcena Mayor, Valle, Terán, Los Tojos y Carmona, una de las más bonitas. Con un riachuelo que serpentea entre sus casas de mampostería y vacas de raza tudanca pastando tranquilamente, el pueblo se divisa en conjunto desde la Asomada del Ribero, mirador natural que contempla sus edificios más llamativos: la iglesia de San Roque, el palacio de los Mier, del siglo XVII, y la casona de Cossío. Para ver también el trabajo de los artesanos que tallan la madera de castaño desde hace siglos para realizar las albarcas, el típico calzado cántabro que recuerda a los zuecos holandeses, hay que adentrarse en sus calles. Sin salir de Cabuerniga, podemos visitar el Centro de interpretación del parque natural Saja-Besaya (el más grande de Cantabria), alojado en una antigua casa forestal e introducción perfecta a la reserva. También el Ecomuseo de Cabuérniga, en Valle, capital comarcal, instalado en la antigua casa del Sindicato, un edificio de estilo montañés del siglo XVIII que nos ilustra sobre la tradición agrícola, forestal y ganadera de la zona.Jose Manuel Castillo (getty)
A pesar de su nombre, este pueblo se encuentra en medio de una verde llanura a unos 10 kilómetros de la costa. Edificada a partir del siglo IX alrededor de la colegiata románica de Santa Juliana (en la foto), el casco histórico concentra casonas de floridos balcones, torreones y elegantes palacios señoriales. Como el de Peredo Barreda, barroco, sobrio, que desde 1993 es un gran centro cultural con una importante colección de arte y exposiciones temporales. Otra visita interesante es el museo Jesús Otero, escultor que a su muerte, en 1993, donó toda su colección de obras al Ayuntamiento. Esculturas y bocetos se pueden ver tanto en el edificio como en el jardín, que invita a descansar a la sombra de los árboles. Más inesperado resulta el museo de la Tortura y de la Inquisición y probablemente más placentero es pasear por sus calles y su pintoresca plaza Mayor triangular, que concentra los edificios más representativos de la villa: la casa del Águila y la Parra, que aloja ‘Los Oficios del Ayer’ (colección etnográfica sobre 30 oficios tradicionales de la región), la torre de Don Borja, del siglo XIII, y la torre del Merino, robusta estructura de sillería que en la Edad Media era residencia del representante del rey de Asturias.Alex Lapuerta (getty)
Abrigadas del mar abierto por un promontorio rocoso, las arenas doradas de Somocuevas, en Piélagos, a 15 kilómetros de Santander, forman una cala familiar y tranquila, frecuentada por nudistas. Somocuevas marca el límite oriental del parque natural de las Dunas de Liencres y Costa Quebrada, un ecosistema costero de 200 hectáreas cubiertas de dunas y pinos. Los sedimentos arrastrados por la lenta corriente del río Pas en su desembocadura son transportados por las fuertes corrientes marinas hacia las playas, para dar lugar a la barrera arenosa de la ría de Mogro. Los amantes de la observación de aves, equipados con prismáticos, suelen acudir a la zona en invierno y a comienzos de la primavera, cuando sobrevuelan el parque decenas de especies migratorias. A los pies de las dunas se extienden las playas de Valdearenas y Canallave, tan queridas por los surfistas como respetadas por los bañistas, que extreman aquí la precaución.getty images
Una aldea pesquera trasformada en el siglo XIX en un lugar de cuento gracias a exuberantes edificios modernistas, como El Capricho de Gaudí (en la imagen), impulsados por Antonio López y López, Marqués de Comillas, y proyectados por renombrados arquitectos de la época. Como Lluís Domènech i Montaner, quien diseñó la Fuente de los Tres Caños en 1899. Ubicada en una plazoleta próxima al centro, fue un homenaje a Joaquín del Piélago, yerno del marqués, por haber financiado la llegada de las aguas a la localidad. El edificio más solicitado es el palacio de Sobrellano, la residencia estival del marqués, quien encargó su diseño al arquitecto Joan Martorell en 1883. Este imaginó un palacio neogótico de soberbia fachada e impresionantes estancias en su interior, que se recorren durante las visitas guiadas: el vestíbulo, con lámparas de hierro forjado; la sala del billar, con chimenea diseñada por Antoni Gaudí; la biblioteca, el estudio o la más deslumbrante de todas, la sala del trono, con una vidriera digna de una catedral y ocho paneles pintados por Eduardo Llorens. Aledaña al palacio está la capilla panteón (mausoleo que acoge los sepulcros de los miembros de la familia), cuyos bancos, confesonario y muebles también son obra de Gaudí.Andrey Khrobostov (alamy)
Otra de las iglesias en las que merece la pena hacer un alto es la de San Pedro de Cervatos, en el Campóo. Esculpidos en el siglo XII por monjes canteros, los canecillos que coronan su exterior forman un muestrario de figuras eróticas del que no se sabe muy bien la explicación. Hay varias hipótesis, una de ellas es que se trata de una invitación a procrear dirigida a los fieles. Cervatos puede ser el inicio de una ruta por la comarca de Campóo-Los Valles, la más meridional de Cantabria, una zona todavía ajena al turismo de masas y llena de maravillas por descubrir, que tiene la mayor concentración de edificios románicos de Cantabria. El Centro de Interpretación del Románico, en la iglesia de Santa María de Villacantid, puede servir para una primera toma de contacto con el tema.JAIME NUÑO (FUNDACIÓN SANTA MARÍA LA REAL)
Incrustado en el corazón de los Picos de Europa, Potes es una villa de sabor medieval con un abigarrado casco histórico cruzado por cinco puentes (de ahí su nombre), y un campo base perfecto para descubrir las maravillas naturales de Liébana. Fundado en torno al siglo IX, arrasado por un incendio durante la Guerra Civil y reconstruido manteniendo su aspecto original, el barrio más antiguo y auténtico es el de la Solana, en la orilla derecha del río Deva: un conjunto de casas solariegas asomadas a silenciosas calles empedradas por las que deambular para descubrir pequeños detalles llenos de encanto (escaleras, pasadizos, cobertizos). Al otro lado del Deva se encuentra la Torre del Infantado, de planta cuadrada, antigua residencia de los señores locales que actualmente acoge la exposición permanente ‘El cosmos de Beato de Liébana’, dedicada al monje de Santo Toribio que en el siglo VIII escribió sus conocidos comentarios al ‘Apocalipsis’ de San Juan. Con niños resulta interesante visitar la Casa del Oso o recorrer el paseo fluvial, a la vera de los ríos Deva y Quiviesa, que descubre la villa desde un insólito punto de vista.Matthew Bruce (alamy)
En lo más alto de Castro Urdiales, sobre un promontorio asomado al mar, se alzan dos de los edificios más representativos de esta villa: el pequeño castillo de Santa Ana y la iglesia gótica de Santa María de la Asunción, una de las joyas de la arquitectura cántabra. Cada domingo desde hace más de 800 años, los fieles de Castro y los peregrinos que recorren el Camino de Santiago suben sus escalones, levantan los ojos hacia su portal con arquivoltas y entran en la penumbra del templo gótico más sorprendente de toda Cantabria. Fue construido por el rey Alfonso VIII, que en 1208 mandó colocar su primera piedra. Lo más llamativo del templo son sus ventanales policromados y los pináculos y arbotantes que sostienen las paredes, claves de un estilo gótico francés que justo entonces acababa de llegar desde Normandía.getty images
Las marismas de Santoña conforman uno de los humedales más extensos del norte de la Península, refugio de miles de aves. El parque natural se extiende por 11 municipios y recoge los humedales formados por los ríos Clarín, Asón, Limpias y Roda, que confluyen en la ría de Treto, entre Santoña y Laredo. Aunque se trata de una única zona protegida, en su interior se distinguen dos áreas distintas: las marismas de Santoña, al este, las más amplias y alimentadas por los ríos, y las marismas de Victoria y Joyel, al oeste, sin aportes fluviales directos. Entre ambos humedales están el monte Buciero y la punta de El Brusco. Cada año, entre septiembre y enero, la zona alberga miles de aves migratorias que, desde el norte de Europa, se dirigen a África. Es el período ideal para observar colimbos, espátulas, garzas y patos. Tres rutas señalizadas e ilustradas con paneles explicativos recorren marismas y conectan cinco miradores situados en posiciones estratégicas para contemplar la avifauna. Antes de visitar los humedales se recomienda pasar por el Centro de Interpretación de las Marismas, en el puerto de Santoña.getty images
El monasterio de Santo Toribio de Liébana, donde se custodia una supuesta reliquia del Lignum Crucis, la cruz de Cristo, es, junto con Roma, Jerusalén y Santiago de Compostela, uno de los cuatro lugares en el mundo donde se celebra el año santo perpetuo desde la Edad Media. Sucede cuando la festividad de Santo Toribio, el 16 de abril, cae en domingo, algo que no volverá a ocurrir hasta 2023. La ruta de peregrinación del Camino Lebaniego, que empieza en San Vicente de la Barquera, consta de tres etapas con una longitud total de 73 kilómetros.getty images
Por la cuenca alta del río Asón (en la imagen, el salto del río Asón) se reparten cerca de 4.000 grutas. Desde enormes complejos cavernícolas como el sistema de Gándara, con más de 100 kilómetros de galerías, a cuevas con huella humana como la de Covalanas, junto a Ramales. Esta cuenta con una importante colección de pinturas rupestres, descubiertas en 1903, de las que destacan 18 figuras de ciervas pintadas de rojo datadas en unos 20.000 años de antigüedad. La visita guiada se lleva a cabo con linternas, lo que la hace aún más interesante.José Regueiro (getty)
Esta enorme cueva en la sierra de Arnero fue durante más de un siglo explotada para extraer zinc y plomo, pero hoy es sobre todo conocida por sus impresionantes formaciones geológicas. Se puede visitar en grupos de 40 personas que acceden a la cavidad cada 15 minutos en un tren minero que se adentra 400 metros bajo tierra. Tras un paseo a pie por antiguas galerías mineras, se entra en la gruta; todo el recorrido, de un kilómetro y medio de longitud, está acondicionado. La visita, de una hora, permite contemplar sus abundantes y espectaculares formaciones excéntricas, afloraciones de aragonito y calcita como agujas de hielo o blancas ramas de coral.Victor Estévez (getty)
A finales del siglo XIX, esta playa era la favorita de la familia real y de la nobleza española, que pasaban los veranos en Santander. Todavía hoy continúa siendo un lugar legendario. En realidad son dos playas, divididas por los jardines de Piquío, que surgen sobre una pequeña península rocosa. Las dos tienen fama de ser las más exclusivas y concurridas de toda la ciudad. Fue en este extenso arenal dorado, resguardado por la plaza de Italia, donde a principios del siglo XX empezó la época dorada de Santander como destino estival. Aquí nacieron los Baños de Ola, aquí tomaba el sol la nobleza y, en los años sesenta, se surfearon las primeras crestas. Y desde entonces ha cambiado muy poco.M. Ramírez (alamy)
Santillana del Mar es uno de los conjuntos medievales más bonitos y mejor conservados de la Península. A lo largo de sus calles empedradas, que confluyen en la colegiata del siglo XIII, se alinean antiguas torres y casonas blasonadas, como la torre de Merino, la de Don Borja o la casa del Marqués de Santillana, convertidas en museos y salas de exposiciones. Y a dos kilómetros, el Museo de Altamira, del arquitecto Juan Navarro Baldeweg, reproduce los bisontes, ciervos, caballos y manos que adornan la caverna auténtica (de acceso restringido) y fueron pintados o grabados hace entre 36.000 y 13.000 años.alejandro ruesga
A Cantabria se viene a comer, y a comer bien. Para no equivocarse, hay cuatro productos con los que se acierta seguro: las rabas (tiras de calamar fritas) de restaurantes como Cañadío, en Santander; las anchoas de Santoña (cofradiavirgendelpuerto.es); el cocido en sus dos versiones, lebaniego o montañés, y los sobaos y quesadas del Valle del Pas (en la imagen). Sin perderse las delicias de tiendas como Casa Olmo o Sobaos y Quesadas Luca.Inmaculada Rodríguez (getty)
En la costa de Cantabria se abren decenas de playas donde se practica el deporte de la tabla. Localidades como Somo, donde existen escuelas de surf que ofrecen clases y alojamiento, o Suances y las playas de la Tablía y Los Locos. Somo es la cuna del surf cántabro y una de las playas de Cantabria más apreciada por los surfistas, con olas idóneas para quienes empiezan y seis kilómetros de arenal, debido al fuerte oleaje que durante todo el año azota la orilla y a la gran cantidad de servicios que ofrece. Otras playas imprescindibles de Cantabria son las de Berria, una larguísima playa de arena dorada a los pies del monte Buciero, y la playa de La Salvé, destino de los miles de veraneantes que escogen Laredo para sus vacaciones. Surf Cantabria agrupa la información sobre cursos, campamentos y alojamiento para aficionados a este deporte.alamy
Última villa cántabra antes de Asturias, patria del arroz con bogavante y del sorropotun, San Vicente tiene un casco histórico aferrado a un peñasco desde el que se domina su bahía, con la gran playa de Merón, animada por las escuelas de surf, y los salvajes acantilados del parque natural de Oyambre. En el punto más alto de la Puebla Vieja se eleva la iglesia de Santa María de los Ángeles, y, también en lo alto, el castillo medieval del siglo XII.jon chica parada (getty)
Muchos la consideran una de las bahías más bellas del mundo, acogedora y salpicada por islotes pedregosos. La ampliación de los Jardines de Pereda invita a contemplar el Centro Botín (en la foto), inaugurado en 2017. Parcialmente suspendido sobre el mar, el edificio proyectado por Renzo Piano es todo un espectáculo, con sus plazas y pasarelas de acero y vidrio.getty images