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Refugiadas en el hotel de lujo L de París

Uno de los hoteles más exclusivos de París se ha transformado en hogar de acogida para 138 mujeres y niños que han llegado a Francia escapando de malos tratos, matrimonios forzados y otras experiencias traumáticas

"No puedo creer que viva aquí". Desde su amplia cama, Sadhana, una mujer india de 31 años, no deja de maravillarse con las vistas de las típicas avenidas 'haussmanianas' que le ofrece el balcón de su habitación en el Hotel L. Este, un antiguo hotel de lujo de París, hoy es un centro de estancia temporal para mujeres y niños exiliados de sus países de origen. Dos días después de tomar esta foto fue trasladada a otro centro de acogida de urgencia en la región de París. Su marido, acusado de proxenetismo, fue puesto en libertad por la policía y, desgraciadamente, la encontró.
Vista de la Ópera Garnier desde la habitación 501, donde Henriette vive con sus tres hijos, un niño de seis años y dos gemelos de tres. Henriette ya teme el siguiente paso después del Hotel L. Para muchas de las residentes, el futuro es incierto. Mientras que el 13% de las mujeres han sido regularizadas, el 21% de ellas sigue esperando la tramitación de su solicitud. Y casi la mitad (41%) no ha encontrado ninguna solución para su caso. Son datos del Centro de Acción Social Protestante (CASP), la asociación que gestiona el establecimiento y que cuenta en su mayoría con fondos públicos, pero también recibe donaciones de particulares y empresas privadas.
Un momento de lectura para Alphonsine. Prefiere el sereno aislamiento de su amplia habitación a las actividades que se realizan en el Hotel L, todas centradas en el bienestar de las inquilinas. Este edificio de lujo está ubicado en uno de los barrios más elegantes de París, el noveno. Muy cerca queda la famosa Ópera Garnier.
Mariama, de las Islas Comoras, emprendió un largo viaje para intentar encontrar tratamiento para su hijo enfermo de cinco años, Laithe. Primero fue a Tanzania, donde el niño fue operado tres veces de pólipos. Tras otros viajes a Mayotte y Reunión, finalmente llegó a Francia, donde Laithe está siendo atendido.
Seble no ha guardado casi nada de Etiopía. A excepción de estas fotos de ella vestida de novia. Como muchas residentes del L, huyó de su país tras muchos años de violencia. Sin embargo, con una sonrisa en la cara, considera que el día de su boda fue el mejor de su vida. ¿El segundo? Su llegada a Francia.
Rodeada de sus tres hijos (unos gemelos de tres años y una niña de cinco meses), Doriane se arregla. Ella también ha huido de la violencia de un hombre, su expareja francesa. Tras dos años de vagabundeo, dependiente de la apertura y el cierre de centros de acogida de emergencia, fue recibida en el Hotel L. Aquí se siente segura y apoyada por los servicios sociales y jurídicos.
Retrato de Aissatou en el gran salón de la primera planta del hotel, que se transforma los lunes en un espacio dedicado a la sofrología -técnicas de relajación-, en una sala de yoga los martes y en tatamis los miércoles para las clases de karate. Aissatou es senegalesa y llegó a Europa en 2020 desde Marruecos. Su solicitud de asilo fue rechazada. Viviendo en las calles de París, fue derivada al Hotel L en junio de 2021. Aprovecha su año de respiro para participar en las diversas actividades que se ofrecen allí.
Para Sabrina, una argelina y madre soltera de una niña de tres meses, las sesiones de masaje que le ofrece la asociación Ateliers Shiatsu son imprescindibles. Encuentra la serenidad que tanto necesita. Émilie, la joven que practica esta técnica de relajación manual japonesa, está encantada con la labor. "Aprecio el hecho de dedicar tiempo a quienes lo necesitan", dice. "Trabajamos el estrés, por ejemplo. Me gusta la confianza que se nos da".
En la habitación de Tina prevalece el principio de la hermandad. Cuando llegó a L, pidió que no la separaran de su amiga Fatoumata, que ahora es su compañera de dormitorio. Presumen de lo mucho que pueden contar la una con la otra. Siempre. Detrás de ellas queda una vida para olvidar: el interminable infierno de las redes de tráfico de personas y prostitución.
Maimouna, de 23 años, se prepara para una entrevista de trabajo en McDonald's 's bajo la mirada generosa de su compañera de piso, Radhia, de 65 años. Para esta joven guineana, que llegó a Francia sin recursos hace dos años, se trata de un trabajo de supervivencia. Recientemente, ha retomado sus estudios en un instituto de formación (IMEPP) para convertirse en asistente de cuidados. También ella confía en la promesa de una nueva vida. Obligada a casarse a los 14 años con un hombre 40 años mayor, sufrió múltiples humillaciones, agresiones, escisiones, violaciones y secuestros por parte de un marido que ya estaba relacionado con otras tres mujeres mayores. Radhia también ha experimentado una vida de vagabundeo tras abandonar Túnez. Tras una larga estancia en una residencia de ancianos, se encontró con que el sistema administrativo francés la había expulsado. Su permiso de residencia expiró y se vio sin hogar a los 65 años. El hotel le ofrece un respiro y los equipos administrativos se esfuerzan por regularizar su situación.
Aisha espera la llegada de Abdoul, el padre de su hijo Ange, de dos meses. La joven salió de Costa de Marfil antes de ser esclavizada durante ocho meses en Libia. Enferma, fue literalmente arrojada a una zódiac por sus atacantes. Acabó en Italia, donde conoció a Abdoul. Ahora aspira a una vida familiar serena en Francia.
Rahma, de 29 años, es bióloga de formación. Pero, reflejando la degradación social y profesional que sufren muchas personas en el exilio, tuvo que resignarse a buscar otra carrera. Ese día se prepara para una entrevista de trabajo. Se trata de un empleo permanente como asistente de cuidados en una residencia de ancianos. Ahora está a la espera de obtener una vivienda social antes de emprender finalmente un procedimiento de reagrupación familiar para poder reunirse con su hijo de cuatro años.