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Venezolanas embarazadas en Colombia: nueve meses de dedos cruzados

Las mujeres que esperan un hijo en los campamentos irregulares de la frontera colombiana se acostumbraron a desear que el embarazo y el parto vayan bien, pues no tienen dinero para llevar un correcto seguimiento prenatal

Keyla Verónica Martínez Campillo, 29 años, dio a luz hace dos semanas a un bebé de 3,150 kilos en el Hospital de Tibú tras un día de dolores y contracciones, acompañada de sus familiares y con tres ecografías previas hechas. Su caso es una excepción en este asentamiento irregular de migrantes de la frontera colombiana. Aquí la norma es cruzar los dedos para que todo vaya bien. En la imagen, Martínez unos días antes de dar a luz en el campamento del 12 de Septiembre, en Tibú (Colombia).Santiago Mesa
Los niños que corretean por las veredas sin nada parecido al asfalto solo conocen la pobreza. A diferencia de sus padres, ellos no saben lo que es la comodidad. Los hijos de la frontera crecen sin agua potable, sin luz y con menús intermitentes. La necesidad la sufren desde antes de nacer.Santiago Mesa
Yuletzi Ramírez, de 23 años, madre de un bebé de menos de dos años que nació dos meses antes de lo previsto. Los tratamientos de atención temprana para niños prematuros están en la capital y no son una opción para ella ni para Elián Ismael, que descansa en pañales en la cama de la vecina. Ella tuvo un embarazo de alto riesgo. Fue llevada de urgencias al hospital porque no pudo permitirse tomar regularmente sus medicamentos para la hipertensión. El bebé nació con una hernia umbilical, porque la madre se encargaba de cargar el agua de un lado al otro del asentamiento. “El papá trabajaba y alguien tenía que traerlo”, justifica.Santiago Mesa
Entre 2009 y 2018, la atención a partos entre migrantes presentó un incremento del 2.253%, pasando de 164 a 3.859 partos. Así lo detalla el informe Desigualdades en salud de la población migrante y refugiada venezolana en Colombia, elaborado por Profamilia y Usaid. En 2019, 1.326 gestantes venezolanas usaron los servicios de salud por diagnósticos asociados a morbilidad externa materna, es decir, por complicaciones graves durante o antes del parto.Santiago Mesa
En la consulta de Mayron Vergel, doctor de Médicos sin Fronteras, no paran de llegar mujeres. Embarazadas o con bebés muy pequeños acuden regularmente a la clínica móvil del organismo en La Gabarra (Tibú, frontera colombiana con Venezuela) para recibir los medicamentos que no consiguen a través del servicio público. Vergel alerta de las complicaciones en los embarazos derivadas de la insalubridad de las casetas en las que viven. “Muchas de las infecciones y de las enfermedades que desarrollan no sucederían en otro contexto”, explica entre consultantes.Santiago Mesa
Sentada en una banqueta de madera y empeñada en encontrar algo de sombra con la cabeza, está María García, 30 años, con una panza que no deja espacio a la duda. “Salgo de cuentas en nada”, dice cansada. Este será el quinto hijo. Pero los nervios no tienen nada que ver con los anteriores. “Solo fui al control durante los primeros dos meses”, cuenta. El puesto de salud público del corregimiento de La Gabarra le exigía un ecograma que solo realizan en el Hospital de Tibú, cabecera del municipio, a tres horas en coche. El precio de la prueba es de 260.000 pesos. Y a eso toca sumarle el traslado, que no baja de los 50.000. En total son unos 70 euros, que no tienen. Viven con 160 al mes.Santiago Mesa
La sanidad pública colombiana cubre las consultas prenatales de las mujeres que habiten el país: colombianas o no. Sin embargo, los medicamentos y las pruebas que recetan o piden corren a cargo de la gestante. Para la mayoría, es un gasto inasumible.Santiago Mesa
En la Tercera Montaña, un asentamiento de más de 2.000 lotes, Keyla Urón, de 33 años, regenta una ‘tiendita’ de galletas y refrescos. Nada que ver con la tienda que tenía en Venezuela. “Allá éramos clase media”, suspira, “tenía una vida muy cómoda”. Sin embargo, la devastadora crisis económica en su país también acabó por afectar a su familia. Hace un par de años que llegó a Colombia y lo único en lo que piensa es en el futuro de sus hijos. “Nada es fácil”, zanja.Santiago Mesa
En los últimos tres años que lleva MSF en terreno, han atendido a 768 embarazadas, de las cuales 292 eran menores de edad. “Las mujeres que tienen dinero se realizan las pruebas por clínicas privadas. Las que no lo tienen, no se las hacen”, critica Sulaith Auzaque, coordinadora del Proyecto Catatumbo de Médicos Sin Fronteras, quien también alerta del incremento de embarazos a raíz de agresiones sexuales o como consecuencia de las venezolanas que se prostituyen como última alternativa.Santiago Mesa
Alcira Lizarazo se impacienta en la sala de espera de la consulta. Pasea de un lado a otro con los nervios a flor de piel. Tiene 21 años y espera su tercer hijo; está de 35 semanas. Pero solo se ha hecho una ecografía y los doctores le han dicho que tiene riesgo de preclampsia, una complicación del embarazo a causa de la presión alta. Necesita nifedipino y en el hospital no se lo proporcionan y MSF no lo tienen en farmacia. "No sé cómo saldrá mi hijo", lamenta.Santiago Mesa
Los asentamientos irregulares se multiplican en los más de 2.000 kilómetros de frontera de Colombia y Venezuela. La mayoría de migrantes entran a través de trochas, puntos de acceso informales e inseguros, y buscan espacios vacíos que ocupar con lonas azules y negras. Por las calles corretean decenas de niños en pandilla, algunos vuelan cometas caseras solos y otros bailan vallenato descalzos. Santiago acaba de despertar de la siesta.Santiago Mesa
Las cifras de acceso a cuidado prenatales en Colombia difieren mucho en función de la ‘nacionalidad’. Según datos del DANE recogidos en el informe de Profamilia, en el 2018 el 63% de las colombianas embarazadas asistió a menos de ocho consultas prenatales. Sin embargo, de las 8.209 mujeres gestantes venezolanas que llegaron al país en registros oficiales, 6.304 no tuvieron acceso a ningún control prenatal. Es el 76% de mujeres sin servicios.Santiago Mesa
Las mujeres gestantes en la consulta de La Gabarra saben que aquí un embarazo es una preocupación más que una alegría. Todas traen los papeles que les dan en el hospital y con una misma duda: “¿Para qué me dicen las pruebas que necesito si no me las van a hacer?”.Santiago Mesa
El cuidado de los niños de cero a cinco años es una de las prioridades del equipo de MSF en terreno. En los últimos tres años, han atendido 13.384 bebés en esas edades. Las enfermedades más frecuentes son las patologías respiratorias, las enfermedades en la piel y las diarreas no sangrientas.Santiago Mesa
En las casetas los días pasan lentos. El calor no da tregua y los ojos están puestos en el cielo. Entre agosto y septiembre se dan los meses de lluvia y eso se traduce en inundaciones de los caños de aguas negras que serpentean por toda la comunidad. Las madres se agarran a sus panzas con la incertidumbre en los ojos. Algunas lo piensan y otras lo dicen abiertamente: “Ya no más hijos”.Santiago Mesa