CIENCIA POLAR

La Antártida se ‘blinda’ frente al coronavirus

España mantiene su campaña antártica en un año en el que el coronavirus deja bajo mínimos la investigación polar para evitar contagios y proteger a su fauna

La vida salvaje antártica, susceptible de infectarde de COVID-19ROSA M. TRISTÁN

El mundo de la Antártida en estas últimas semanas está pendiente de las noticias sobre la salud como nunca antes lo estuvo. El único continente del planeta en permanecer libre de covid-19 se enfrenta a una nueva campaña científica con el reto de mantener todo el entramado de bases científicas y proyectos en marcha, y rara vez son de un solo año, para reducir a cero el riesgo de que el peligroso coronavirus viaje de polizón hasta ese confín del mundo. Mantener a salvo a los humanos y a la fauna es la prioridad, porque el riesgo del coronavirus es invisible y traicionero.

Con este panoram...

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El mundo de la Antártida en estas últimas semanas está pendiente de las noticias sobre la salud como nunca antes lo estuvo. El único continente del planeta en permanecer libre de covid-19 se enfrenta a una nueva campaña científica con el reto de mantener todo el entramado de bases científicas y proyectos en marcha, y rara vez son de un solo año, para reducir a cero el riesgo de que el peligroso coronavirus viaje de polizón hasta ese confín del mundo. Mantener a salvo a los humanos y a la fauna es la prioridad, porque el riesgo del coronavirus es invisible y traicionero.

Con este panorama, en el Día Internacional de la Antártida, que se celebra este martes, 1 de diciembre, ya se sabe que la inmensa mayoría de los programas polares que la visitarán en el inminente verano austral van a quedarse en el esqueleto, si no es que han suspendido totalmente las actividades. Esto último ocurrirá con aquellos científicos que no podrán llegar a sus instalaciones a falta de buques propios y con un panorama de vuelos muy restringidos. Otros irán, pero bajo mínimos. Estados Unidos y Reino Unido ya han anulado todos sus trabajos de campo, incluida su campaña sobre el deshielo en el inmenso glaciar Thwaites. Tan solo habrá tareas de mantenimiento técnico y científico en sus estaciones. Australia, que desplaza unas 500 personas por campaña, prevé que viajen la mitad, y China ha reducido sus proyectos hasta en un 75%.

Este año las visitas a bases científicas, como la búlgara de la foto, cercana a la base Juan Carlos I, están prohibidas por el protocolo anti-COVID-19.ROSA M. TRISTÁN

España, con un estricto protocolo de seguridad, intenta mantener la máxima actividad posible en nuestras dos estaciones científicas. Eso si, nada de vuelos desde Chile. El Comité Polar Español enviará los dos buques polares disponibles, el Sarmiento de Gamboa y el BIO Hespérides, para llevar a todo el personal hasta tierras antárticas. En total, viajarán 37 científicos, frente al centenar que hubo la pasada campaña, a los que hay que sumar los técnicos y los militares. “Hemos hecho un gran esfuerzo para abrir las dos bases en las mejores condiciones posibles, una campaña corta pero intensa. Si no fuéramos, quien sabe cómo encontraríamos las instalaciones en la próxima, sobre todo base Gabriel de Castilla (isla Decepción), porque durante el invierno sufre mucho y siempre hay que hacer reparaciones”, señala el secretario técnico de Comité, Antonio Quesada.

Así, y si nada cambia en estos días, el 15 de diciembre saldrá de España el buque Sarmiento de Gamboa con 28 pasajeros a bordo, casi todos los técnicos que abrirán las bases y los científicos que se encargan de la vigilancia volcánica en Decepción. Sin su semáforo verde, su beneplácito, no sería posible abrir las instalaciones. Pero el objetivo es que para el 20 de enero ambas estén operativas. Un mes más tarde, llegará el Hespérides con el resto de los investigadores tras recogerlos en Chile.

Antes de embarcar, todos deberán haber pasado una cuarentena de 15 días en las habitaciones de un hotel de Punta Arenas que ya ha reservado el Comité, además de hacerse pruebas PCR al llegar y antes de embarcar. Algunos que pensaban ir este año, como el geólogo Jerónimo López, lo han tenido que aplazar al siguiente, porque una de las reglas es que no puede viajar nadie mayor de 60 años. Tampoco quienes patologías previas podrán apuntarse este año, pasando el estricto examen médico que siempre se exige.

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Gráfico sobre las relaciones entre fauna y humanos en la Antártida.SCIENCE OF TOTAL ENVIRONMENT

El regreso, a comienzos de abril, también se hará desde la misma ciudad de Chile, donde les dejará el Hespérides de nuevo. Por cierto: la tripulación de la Armada que va a bordo del buque se pasará seis meses sin pisar tierra porque no regresará a Cartagena hasta finales de junio, tras una campaña oceanográfica en Canarias. Ya no les será posible salir a descansar en tierra firme.

Ninguna de estas dificultades, ni siquiera la de estar lejos de la familia tantos meses, ha echado a nadie para atrás a nadie en esta XXIV campaña. Son los primeros interesados en que una ausencia, que no se ha producido en 33 años, no afecte a su trabajo futuro. Por un lado, está el mencionado mantenimiento de las bases, pero también es necesario recabar datos que llevan décadas recogiendo sobre  los fenómenos que experimenta este continente de hielo. Y este año ha sido, parece, bastante más cálido en la zona que visitan. Andrés Barbosa, responsable del Programa Polar Español, apunta otra dificultad: “Si no fuéramos este año, se acumularían muchos proyectos de esta campaña para la siguiente; sería imposible gestionarlo todo en 2022”.

De los nueve proyectos aprobados, nos adelanta que cuatro son precisamente de series históricas, como el permafrost, la vigilancia sismológica y volcánica en Decepción o los datos de Aemet. Como curiosidad, los que estudian los rayos cósmicos desde la Antártida ya han dicho que participarán teletrabajando, recibiendo datos desde la Antártida hasta España vía Internet. Por supuesto, irán los que nos vigilan los glaciares y habrá otros proyectos, eso si todos con poca gente, que se estrenarán allí en el año covid-19, como uno para estudiar los pingüinos de la Universidad de Cádiz.

Las campañas polares, en general, no contarán este años con periodistas, ni habrá la posibilidad de visitar o trabajar in situ con científicos de otras bases; tampoco se podrá recibir en casa. “Las recomendaciones internacionales para todos los programas se centran en mantener burbujas que impidan posibles contagios en lugares donde estar juntos a resguardo del frío es lo normal. A los turistas se les están poniendo tantas trabas que es posible que pocos cruceros puedan ir", explican desde el Comité. Otra cosa será lo que pase con los pequeños yates o veleros, mucho más descontrolados.

Este blindaje se fundamenta en que ya se sabe que el coronavirus pudiera dejar una indeseable huella en el mundo de los hielos, como refleja un estudio que precisamente ha coordinado el biólogo Andrés Barbosa a nivel internacional y acaba de hacerse público. Como recuerda Barbosa, “la pandemia se debe a una zoonosis, un virus que ha pasado de los animales al ser humano, y puede hacer el camino inverso”.

Y es que la cuestión está en quienes serían las víctimas. Humanos hay pocos, dado que es un continente inhabitado, salvo por los 5.000 científicos que anualmente lo visitan y la dificultad logística que supondría cuidarlos y sacarlos de allí en caso de infección; respecto a los turistas, tampoco se esperan muchos este año. El problema está, además, en lo que supondría para los cetáceos y quizás las focas y aves como los pingüinos; aunque la probabilidad de contagio sea baja, existe. “Hay condiciones ambientales que son favorables para la estabilidad y la propagación del SARS-COV-2. Pensemos en las bases donde conviven los científicos, las interacciones en los buques, en las zodiac o en cruceros turísticos. El virus podría esparcirse fácilmente por todo el continente si no se toman medidas”, señala el coautor. experto.

Según su investigación, publicada en Scicene of the Total Environment, precisamente son los científicos quienes más riesgo tienen de transmitir el coronavirus a la fauna, puesto que los turistas, en teoría, no pueden acercarse a más de cinco metros, si es que siempre se cumple. Además, ¿qué pasaría si una persona tiene partículas infecciosas insuficientes para infectar a humanos pero si a otros animales o si se transmite a través de las aguas fecales que expulsan las propias bases?

Ante un panorama tan incierto como el actual, y sin tener nada claro que para enero haya vacunas a aprobadas, fabricadas y distribuidas, estos científicos proponen también unas medidas de desinfección para quienes se acerquen a la fauna, del mismo modo que los turistas, si los hay, deberán seguir protocolos aún más estrictos que los actuales.

Una ocasión para conocer más detalles será el evento que el Museo Nacional de Ciencias Naturales organiza este Día Mundial de la Antártida, con responsables de la campaña y científicos y científicas con gran trayectoria polar. Podrá seguirse en su canal de Youtube este martes a las seis de la tarde (hora peninsular española).

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