10 fotos

Combatir el virus desde el consultorio del pueblo

Centenares de médicos rurales siguen atendiendo a sus pacientes a pesar de la pandemia. Así se han organizado para garantizar el acceso a la salud de la llamada España vacía

La doctora Ana Piñol, de 46 años, comienza su jornada laboral en su consulta de Huesca. Es médica rural y ocupa esta plaza desde hace un año. Nada más llegar por la mañana tiene una lista de pacientes a los que tiene que llamar. Las llamadas llevan su tiempo, unos 15 minutos cada una, y en ellas no solo se habla de dolencias o medicamentos, Ana también les pregunto cómo se encuentran de ánimo, por ejemplo. Dos días a la semana también recibe a pacientes de los pueblos que se pueden desplazar hasta la consulta. Esta es una de las dos consultas de todo el centro de salud en la que hay mampara.Carlos Gil-Roig
La doctora se encarga de siete pueblos de la provincia de Huesca, en los que viven alrededor de 600 pacientes. La pandemia cambió por completo el modo de atención. Al principio los consultorios rurales cerraron, pero en cuanto pudieron, los doctores los volvieron a abrir para ver en persona a sus pacientes. Los alcaldes jugaron un papel fundamental porque dispusieron de inmediato todo lo necesario para que los sanitarios pudieran realizar sus consultas con las máximas medidas de seguridad. En la foto, Ana conversa con el alcalde de Antillón, José Luis Ferrando.
Aunque ahora ya disponen de todo el material que necesitan, desde trajes de protección, hasta mascarillas, en los primeros pasos de la pandemia los sanitarios casi no disponían de elementos para protegerse frente al virus. Los vecinos fabricaron artesanalmente todo tipo de elementos, como esta bata hecha de plásticos que muestra Ana. Los veterinarios de la zona les dieron botas altas impermeables y también les prestaron guantes. Los pacientes acudían al propio centro de salud a dejarlo todo en la puerta.Carlos Gil-Roig
Aunque no hay cifras exactas, la Organización Médica Colegial estima que el 40% de los médicos de familia en España trabajan en municipios de menos de 15.000 habitantes. Este colectivo se queja desde hace años de la falta de personal y recursos. Estos profesionales utilizan casi siempre su coche personal para recorrer cada semana los pueblos de los que se ocupan, a cambio de una tarifa muy baja por el kilometraje. Cuando llegó el coronavirus, estuvieron en primera línea de batalla y en esta segunda ola siguen combatiéndolo.Carlos Gil-Roig
La doctora Piñol conduce su coche por las carreteras comarcales de Huesca a mitad de mañana. Cuenta que, al principio de la pandemia, tuvo que llevar a un paciente en su propio vehículo al hospital porque no había ambulancias disponibles. Asegura que eso ha cambiado y que el sistema ahora parece más preparado. Piñol ocupó la plaza de un colega que se jubiló el año pasado después de 36 años ocupándose de los siete pueblos que recorre ella ahora cada semana.Carlos Gil-Roig
La médica entrega un justificante a Maria Luisa Satué, vecina de Argavieso de 80 años. Hay veces que las visitas de Ana son cortas, para entregar alguna receta o medir la tensión, como en este caso. Pero aunque sea solo para unos minutos, la médica reivindica el derecho de todos los pacientes a una atención médica de calidad. “Para nosotros, la visita del médico lo es todo. Y con Ana estamos encantadas”, cuenta Maria Luisa, que ha acudido a la consulta acompañada de su cuñada Gloria.Carlos Gil-Roig
Ana Piñol posa con sus papeles a la entrada de Argavieso. Nunca se imaginó que se enfrentaría a una pandemia desde los consultorios de siete pueblos de Huesca, pero lo ha hecho igual que los miles de compañeros que no han dejado de atender a sus pacientes en los núcleos más pequeños de España. Algunos de ellos, han perdido la vida, luchando contra un enemigo silencioso del que no se sabía nada. “Muchos de mis pacientes ahora necesitan, como mínimo, hablar de lo que han vivido”, asegura la doctora.Carlos Gil-Roig
Dispensador de gel desinfectante, mamparas, circuito de salida y de entrada, ventilación… No falta de nada en los consultorios de los pueblos que visita Ana. “Muchas veces, los alcaldes incluso iban un paso por delante de lo que yo necesitaba”, cuenta la sanitaria. Ana comparte estas instalaciones con un enfermero, con el que se alterna los días, para no coincidir y mantener las medidas de seguridad. Aquí, Ana atiende a Gloria, que necesita un justificante para que sus hijos puedan moverse por la provincia para llevarle la compra.Carlos Gil-Roig
Nada más llegar a Fañanás, Pilarín y su marido Alfredo reciben a Ana con una caja entera de verduras y hortalizas. “La lechuga no la cortes con el cuchillo, córtala con las manos”, le recomienda él. De fondo, suena el pitido de la furgoneta que reparte el pan y se cruza con el camión que vende los congelados. “La cercanía que tienes con los pacientes es lo mejor, porque aquí no te encargas de uno solo, sino de toda la familia, y eso te ayuda a la hora de hacer tu trabajo”, asegura Ana.Carlos Gil-Roig
Este agujero estaba hasta marzo lleno de escombros y la ventana que se ve al fondo, cerrada. Para facilitar un sistema de ventilación, el Ayuntamiento de Pueyo de Fañanás retiró inmediatamente los cascotes y abrió la ventana. En la imagen, Ana atiende a Montse.Carlos Gil-Roig