Tribuna

Protejamos a las mujeres en la pandemia

En todo el mundo, cuando los sistemas de salud están sobrecargados, los servicios para la población femenina suelen ser los primeros en sentirlo

Shaheen, una joven india de 19 años, toma pastillas de hierro durante su embarazo.Srishti Bhardwaj (UNICEF)

El mes pasado, Sheuly salió a toda velocidad hacia un hospital en Dacca porque necesitaba tratamiento de emergencia. La bangladesí de 25 años acababa de dar a luz en su casa, pensando que era más seguro que hacerlo en un hospital durante la pandemia. Pero cuando comenzó a sufrir una hemorragia posparto —una de las principales causas de muerte materna— exponerse a la covid-19 se convirtió en la menor de sus preocupaciones. Lo mismo le ocurrió a Majufa Akter, la partera que actuó rápidamente para salvar la vida de Sheuly, a pesar de que aún no había recibido el equipamiento de protección personal adecuado.

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Dar a luz es un momento importante en la vida de las mujeres, independientemente de las circunstancias. Hacerlo durante una pandemia agrega a la experiencia una nueva forma de estrés. Las madres no saben si ir a los hospitales —donde temen exponerse al coronavirus, que falte personal o verse separadas de sus parejas— o dar a luz en casa, donde a menudo aumenta mucho el riesgo en caso de producirse complicaciones. Este es tan solo un ejemplo de cómo la necesidad de gestionar la pandemia de la covid-19 complica la prestación de servicios de salud esenciales y deja en situación de especial vulnerabilidad a las mujeres.

En todo el mundo, cuando los sistemas de salud están sobrecargados, los servicios para las mujeres suelen ser los primeros en sentirlo. Esto resulta en una mayor morbilidad y mortalidad materna e infantil. Para ilustrar los riesgos, hemos modelado el posible impacto de la pandemia sobre tres servicios clave de salud sexual y reproductiva (SSR): nacimientos con asistencia de profesionales de la salud experimentados (incluidas parteras); nacimientos en instalaciones sanitarias; y acceso a métodos anticonceptivos.

Si bien la falta de acceso a los servicios de SSR es un problema en muchas partes del mundo, incluidos países desarrollados como Estados Unidos, centramos nuestro análisis en 14 países de la región de Asia y el Pacífico, que son especialmente vulnerables: Afganistán, Bangladés, Bután, Camboya, India, Indonesia, Laos, Birmania, Nepal, Pakistán, Papúa Nueva Guinea, Filipinas, Islas Salomón y Timor-Leste. Todos ya tienen elevadas tasas de mortalidad materna: más de 100 muertes cada 100.000 nacidos vivos, que a menudo reflejan el menor uso de los servicios de salud, como los partos en instalaciones médicas o con ayuda de asistentes entrenados.

El menor acceso a los anticonceptivos y los servicios de planificación familiar exacerban los riesgos para las mujeres

El escenario optimista, según nuestro modelo, es una reducción del 20% en el uso de esos tres servicios clave. Eso llevaría a un aumento del 17% de la tasa de mortalidad materna, equivalente a 25.493 muertes adicionales tan solo este año. El escenario pesimista —una caída del 50% en el uso de esos servicios— produciría un aumento del 43% en la mortalidad materna, o 68.422 muertes adicionales. De estas muertes maternas adicionales, una proporción considerable sería consecuencia del aumento en la fertilidad por un menor acceso a los métodos anticonceptivos.

De hecho, el menor acceso a los anticonceptivos y los servicios de planificación familiar exacerban los riesgos. Los cierres de fronteras y otras interrupciones en las cadenas de aprovisionamiento podrían reducir la disponibilidad de anticonceptivos, que suelen faltar incluso en tiempos normales. Las restricciones a la circulación pueden impedir que las mujeres vayan a las farmacias o clínicas, especialmente si la planificación familiar no se considera esencial. Y el temor a exponerse al coronavirus podría hacer que las mujeres con acceso a los servicios no los usen.

Conjuntamente, estos factores podrían llevar a que la necesidad insatisfecha de servicios de planificación familiar se dispare en 2020, hasta el 22% en nuestro escenario optimista o el 26% en el pesimista, partiendo de una línea de base del 18,9% de las mujeres en edad reproductiva en 2019, cuando quienes tenían acceso a métodos anticonceptivos modernos pierdan ese servicio fundamental. Eso significa que la falta de planificación familiar podría aumentar hasta un 40% tan solo en 2020. El resultado serían miles de embarazos no intencionales en cada uno de esos 14 países y un mayor riesgo de problemas de salud para millones de mujeres y sus recién nacidos.

De todos modos, estos datos son solo el principio: la crisis de la covid-19 casi seguramente se prolongará más allá de este año. Los costos —para las economías, los sistemas de salud y el bienestar de las mujeres— continuarán acumulándose. Los avances recientes hacia sistemas de salud más eficaces e inclusivos y la igualdad de género pueden revertirse.

Hay que actuar para evitar las secuelas. En la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo (ICPD, por su sigla en inglés) de 1994 en El Cairo, los gobiernos del mundo se comprometieron a proporcionar servicios de SSR para todos, compromiso que reiteraron en la Cumbre de Nairobi de la ICPD25. Cuando los países diseñan intervenciones económicas y de salud pública, deben asegurarse de cumplir este compromiso.

La falta de planificación familiar podría aumentar hasta un 40 % en 2020. El resultado serían miles de embarazos no intencionales

Por ejemplo, los líderes deben garantizar que el personal esencial, como las parteras, no sea alejado de sus tareas principales de asistir a las madres y los recién nacidos, y que todos reciban el equipamiento de protección personal que necesitan. Los responsables de las políticas también deben proteger el acceso a los anticonceptivos. Y, cuando sea posible, se debe considerar el uso de la telemedicina y otros enfoques innovadores para la provisión de los servicios de salud. Si algo nos ha enseñado esta pandemia es el potencial de la tecnología y la conectividad para salvar vidas.

El secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, correctamente llamó a la crisis de la covid-19 la "mayor prueba" que ha enfrentado el mundo desde la Segunda Guerra Mundial. Para superarla, los líderes en todas partes deben reconocer que, aunque la pandemia nos afecta a todos, quienes ya estaban marginados —incluidas las mujeres, las minorías étnicas y los pobres— son quienes probablemente más la sufran. Por eso, ninguna estrategia frente a la pandemia está completa sin un plan para garantizar que no se interrumpa el acceso a los servicios esenciales de salud sexual y reproductiva para todos.

Davide De Beni es asesor de economía de la salud en la oficina de Asia y el Pacífico del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA). Federica Maurizio es analista de salud y derechos sexuales y reproductivos en la oficina de Asia y el Pacífico del UNFPA. Traducción al español por www.Ant-Translation.com.

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