Columna

Ayuso y Europa

La Unión entiende que la transición ecológica es y debe ser transpartidista: no se discute el cambio climático

Diego Mir

El pasado 2019 fue el año en el que la Unión Europea colocó por fin la agenda verde en el corazón de su proyecto, otorgándole una impronta moral y política similar a lo que la paz, el multilateralismo o el universalismo democrático representaron para su espíritu fundacional. La Comisión Von der Leyen se planteó el reto de liderar un Pacto Verde que la dirigente democristiana delegó estratégicamente en su vicepresidente, el socialista Frans Timmemans. Europa entiende que la transición ecológica es y debe ser ...

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El pasado 2019 fue el año en el que la Unión Europea colocó por fin la agenda verde en el corazón de su proyecto, otorgándole una impronta moral y política similar a lo que la paz, el multilateralismo o el universalismo democrático representaron para su espíritu fundacional. La Comisión Von der Leyen se planteó el reto de liderar un Pacto Verde que la dirigente democristiana delegó estratégicamente en su vicepresidente, el socialista Frans Timmemans. Europa entiende que la transición ecológica es y debe ser transpartidista: no se discute el cambio climático, como tampoco caben muchas dudas sobre el modelo de justicia social que debería definir este tiempo de transición. La apuesta deberá formar parte del núcleo de consensos compartidos por todas las familias ideológicas, al más puro estilo rawlsiano.

El contexto europeo es crucial para entender las ridículas declaraciones de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ese “nadie ha muerto de esto” que pasará a la historia como una de las mayores estulticias de los herederos patrios del trumpismo. Muestran una derecha desnortada, mediocre, aislada de la familia conservadora europea. Mientras el canciller austriaco Sebastian Kurz pacta una coalición de Gobierno con los verdes, el PP de Casado, que antaño acumulara altos funcionarios del Estado, reduce su pírrico proyecto político, con la aquiescencia de su cargo autonómico más importante, a la cuestión nacional y la cantinela de los impuestos. Lo hace identificando penosamente la reacción contra el cambio climático con una posición “de derechas”, en lugar de trabajar para que constituya desde ya un consenso que resulta inevitable. Tampoco estaría de más que nuestro precario liberalismo de Ciudadanos explicase cómo se puede apoyar al Gobierno de Ayuso en lugar de la agenda ilustrada y dialogante de Gabilondo.

Convertir cualquier tema de disputa política en guerra cultural es tentador. Lo vemos en la derecha, pero también —recuerda Wendy Brown— en una izquierda que renuncia a la emancipación en favor de discursos proteccionistas, regalando inexplicablemente el lenguaje de la libertad a la derecha. ¿Cómo es posible que el marco de la libertad permita a Ayuso atacar el necesario cuidado del planeta? Libertad no es lo mismo que libre mercado. Pero desmontar estos planteamientos es el desafío en el que naufraga y se diluye la izquierda. Su argumentario, su identidad, necesitan reformularse ante las nuevas formas de manipulación, a veces autoinducidas, que dominan los debates sobre libertad sexual o de expresión, multiculturalismo o cambio climático. Conocemos el camino: combatir la desigualdad, y hacerlo conciliando justicia y libertad. Lo advirtió Camus: fracasar en esto quizás sea fracasar del todo. @MariamMartinezB

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