Columna

Disimulo

En eso están ahora los dueños del mundo, en gestionar la agonía de la realidad sin dejar de hacer caja

La presidenta del Congreso de EE UU, Nancy Pelosi, en el COP25. Álvaro García

Mis tartas de chocolate se vendían como churros, pero mis socios decían que dejaban poco beneficio. Reduje personal y rebajé la calidad de las materias primas. Los compradores tardaron en darse cuenta y nos forramos. A medio plazo, sin embargo, se produjo en las ventas un descenso que combatimos quitándonos de encima a los empleados más caros, aunque eran los mejores, y mezclando el cacao con sucedáneos que anularon el sabor del producto. Los clientes huyeron en masa, por lo que tuvimos que llevar a cabo otro recorte de personal, etcétera. Hemos entrado en un círculo vicioso que en pocos meses...

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Mis tartas de chocolate se vendían como churros, pero mis socios decían que dejaban poco beneficio. Reduje personal y rebajé la calidad de las materias primas. Los compradores tardaron en darse cuenta y nos forramos. A medio plazo, sin embargo, se produjo en las ventas un descenso que combatimos quitándonos de encima a los empleados más caros, aunque eran los mejores, y mezclando el cacao con sucedáneos que anularon el sabor del producto. Los clientes huyeron en masa, por lo que tuvimos que llevar a cabo otro recorte de personal, etcétera. Hemos entrado en un círculo vicioso que en pocos meses conducirá al cierre de la fábrica. Mi trabajo, de aquí a entonces, consistirá en gestionar esa agonía.

Esto es lo que viene ocurriendo con la realidad. Sus dueños, los de la realidad, expulsaron hace años al personal más valioso para ahorrarse sus nóminas. Los parques se llenaron de sabios que hacían ecuaciones con un palo sobre el agua de los estanques. La realidad empeoró, claro, y perdió usuarios, lo que condujo a sus accionistas a reducir gastos de nuevo a costa de la excelencia del producto. Los políticos les prestaron su ayuda con leyes laborales cada vez más agresivas. Despidos gratis, contratos temporales, salarios basura, dígannos lo que necesitan para abaratar la realidad y lo llevaremos a cabo en un par de sesiones legislativas. Los parques siguieron llenándose de prejubilados que se hallaban en plena posesión de sus facultades físicas y mentales.

Pero la realidad, como la tarta de chocolate, comenzó a provocar diarreas entre la población. Había que cerrarla. Y en eso están ahora los dueños del mundo, en gestionar la agonía de la realidad sin dejar de hacer caja. Para disimular, montan cumbres sobre el clima.

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