Columna

El coste del aprendizaje

Nunca se sabe el tiempo que una coalición puede durar, pero sí se puede establecer qué asuntos se van a abordar, sí o sí

El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, junto al líder de Podemos, Pablo Iglesias, este martes en el Congreso. Victor J Blanco (GTRES)

Las teorías de la conspiración o las interpretaciones simplistas no suelen ser útiles para entender y explicar la realidad política. Por eso, si se observan atentamente los movimientos, declaraciones y puesta en escena del PSOE y de Unidas Podemos en los últimos meses, resulta difícil encontrar una explicación sencilla de lo sucedido. Solo ampliando el foco se puede obtener una imagen más nítida.

En España el sistema de partidos que emerge en 1978 se mantiene estable hasta 2015, momento en que salta por los aires. De un bipartidismo imperfecto se pasa a un contexto multipartidista, y em...

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Las teorías de la conspiración o las interpretaciones simplistas no suelen ser útiles para entender y explicar la realidad política. Por eso, si se observan atentamente los movimientos, declaraciones y puesta en escena del PSOE y de Unidas Podemos en los últimos meses, resulta difícil encontrar una explicación sencilla de lo sucedido. Solo ampliando el foco se puede obtener una imagen más nítida.

En España el sistema de partidos que emerge en 1978 se mantiene estable hasta 2015, momento en que salta por los aires. De un bipartidismo imperfecto se pasa a un contexto multipartidista, y emergen entonces dos dificultades. Primera: las reglas del juego, por ejemplo la fórmula para alcanzar la investidura, pertenecen a la anterior lógica bipartidista. Segunda: los líderes políticos son también noveles en el difícil arte de la gobernabilidad. Llegamos así a 2019, con un multipartidismo que no sólo se mantiene sino que crece, y con una renovación total de los principales dirigentes —aunque todos, por cierto, siguen siendo varones—. En este contexto, cabe interpretar el bloqueo político de estos últimos meses como el coste de aprendizaje de esos nuevos líderes en un escenario inédito. Podrá pensarse que tal suposición peca de ingenua, pero tanto las personas como los sistemas necesitan tiempo para aprender, y sí, ese tiempo tiene sus costes.

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La noche del 10-N dejó claras, al menos, tres ideas. La primera, que la estrategia de repetir elecciones era un fracaso. El PSOE ha perdido tres escaños, UP siete y Vox ha subido a 52. Por otro lado, que el electorado ha penalizado el no acuerdo. Aunque el caso de Ciudadanos requiere un análisis más detallado, se puede afirmar que los partidos más castigados han sido aquellos que, habiendo tenido en su mano la posibilidad de formar Gobierno, no lo han hecho. La tercera gran lección es que las grandes fracturas de la sociedad española siguen siendo dos: el eje izquierda-derecha en torno a cuestiones económicas y sociales, y las tensiones territoriales. A ambas habrá de dar respuesta el nuevo Ejecutivo.

Si el preacuerdo de gobierno entre PSOE y UP avanza, el mapa político cambiará notablemente. A día de hoy el pacto precisa la abstención en segunda vuelta de Ciudadanos o de Esquerra. Si la formación naranja se niega a colaborar, se estará aliando de nuevo con la extrema derecha y la derecha extremada. Si opta por el acuerdo, puede recuperar su posición de bisagra, cuya pérdida tanto daño le ha ocasionado. Si finalmente es ERC quien se abstiene, el conflicto catalán puede empezar a encontrar espacios de diálogo. En caso contrario, se enquistará en perjuicio de todos.

La política comparada nos dice que los Gobiernos de coalición tienen que sellarse en torno a objetivos claros, realistas y evaluables por todos. El momento político internacional, europeo y español obligaría a las principales formaciones a concentrarse en esa metas compartidas que cumplan dichos requisitos, y a priorizar las esenciales. Nunca se sabe el tiempo que una coalición puede durar, pero sí se puede establecer qué asuntos se van a abordar, sí o sí.

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