Fin de un anacronismo vergonzoso
El jueves desperté pensando en mis abuelos, con la intuición de que ese día pasará a las páginas de los manuales de historia de España. Creo sinceramente que el 24 de octubre de 2019 se produjo, ante todo, un acto de justicia. No venganza o revancha —como opinan algunos— sino justicia. Finalmente se ha corregido el absurdo enterramiento de miles de víctimas junto a quien fuera su verdugo, y encima en un espacio sagrado. Mi abuelo Jaime, y mi tío abuelo Jerónimo, presos políticos durante la Guerra Civil y la dictadura franquista, celebrarían el fin de un anacronismo vergonzante en cualquier soc...
El jueves desperté pensando en mis abuelos, con la intuición de que ese día pasará a las páginas de los manuales de historia de España. Creo sinceramente que el 24 de octubre de 2019 se produjo, ante todo, un acto de justicia. No venganza o revancha —como opinan algunos— sino justicia. Finalmente se ha corregido el absurdo enterramiento de miles de víctimas junto a quien fuera su verdugo, y encima en un espacio sagrado. Mi abuelo Jaime, y mi tío abuelo Jerónimo, presos políticos durante la Guerra Civil y la dictadura franquista, celebrarían el fin de un anacronismo vergonzante en cualquier sociedad democrática. Algunas veces, la política sirve para algo. Jerónimo y Jaime ya no están entre nosotros, pero el presidente de un Gobierno socialista ha reunido la determinación y valentía necesarias para dar cumplimiento a la muy esperada y necesaria Ley de Memoria Histórica. Ahora sí: descanso y reparación para las víctimas del odio.
Arantxa Ferrández Vidal
La Nucía (Alicante)