Columna

Catalanes y británicos

El viejo paralelismo Brexit-procés ha hecho fortuna, porque se trata de tentativas simultáneas de dos secesionismos

Manifestantes portan una estelada gigante en Barcelona en una celebración de la Diada.ALBERT GEA (REUTERS)

Cuanto más se embrolla la cuestión catalana, más se parece a la británica. La paradoja es que las semejanzas ya no se trazan entre catalanes y escoceses. Nada de dos naciones a la presunta espera de un Estado: sino el triste parentesco de un posimperio obsoleto y un pre-Estado imposible.

El viejo paralelismo Brexit-procés ha hecho fortuna porque se trata de tentativas simultáneas de dos secesionismos. Uno, de un Estado nación respecto de una agrupación supranacional; otro, de una entidad subestatal respecto del Estado-nación en el que está incardinada. Comparten características...

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Cuanto más se embrolla la cuestión catalana, más se parece a la británica. La paradoja es que las semejanzas ya no se trazan entre catalanes y escoceses. Nada de dos naciones a la presunta espera de un Estado: sino el triste parentesco de un posimperio obsoleto y un pre-Estado imposible.

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El viejo paralelismo Brexit-procés ha hecho fortuna porque se trata de tentativas simultáneas de dos secesionismos. Uno, de un Estado nación respecto de una agrupación supranacional; otro, de una entidad subestatal respecto del Estado-nación en el que está incardinada. Comparten características:

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1. Ambos Gobiernos se reclaman de un “mandato democrático” obtenido en las urnas. En ambos casos el argumento es falaz, incompleto, o ambas cosas. En el caso británico, el mandato del referéndum era iniciar el procedimiento de retirada de la UE: no fijaba el cómo, ni sus bases, ni amparaba un Brexit ultraduro o sin acuerdo. En el caso catalán, el referéndum ni siquiera cumplió la legalidad: pero lo más notorio es que ahora sus mentores afirman su validez y legitimidad mientras reclaman que se celebre otro, señal de que el presunto mandato no es tal.

2. Ambas consultas se orquestaron fuera de las vías de la democracia representativa, por la directa. Con todas las insuficiencias, vacíos y discutibles garantías que esta exhibe.

3. Ninguno de los dos Gobiernos goza de mayoría parlamentaria. El británico depende de los unionistas norirlandeses: por tres veces el Parlamento bloqueó el Brexit de Theresa May y ahora condiciona el de Boris Johnson. La mayoría indepe catalana depende de la CUP, lo que la coloca por tercera vez ante la tesitura de no poder aprobar siquiera un presupuesto.

4. Quizá por ello ambos secesionismos supuran autoritarismo con las Cámaras. Uno la cerró durante semanas al inicio del último mandato (Quim Torra); el otro, al estrenarse Johnson.

5. Ambos procesos frecuentan la violación de la legalidad. El Tribunal Constitucional español ha declarado ilegales numerosas leyes y mociones del procés; el Supremo británico acaba de proclamar que el cierre de Westminster es “ilegal, vacío y nulo”.

6. Ambos buscan legitimación en un “enemigo exterior”: en un caso, de una Europa presuntamente burocrática (que el Reino Unido contribuyó a configurar); en el otro, de una España cuya arquitectura legal es tributaria... del nacionalismo catalán.

7. Brexit y procés son movimientos atenazados por la desunión interna. Y provocan la división de sus ciudadanos.

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