Columna

El imprescindible papel de Madrid

Con Sánchez en Madrid y Borrell en Bruselas, puede convertirse en un país clave para los próximos años

El cabeza de lista del PSOE a las elecciones europeas, Josep Borrell, este domingo durante un acto en Valencia.Manuel Bruque (EFE)

A la víspera de las europeas, el horizonte es inquietante. Era un secreto a voces el deterioro del eje franco-alemán; lo han confesado, recientemente, Angela Merkel y su sucesora, Annegret Kramp-Karrenbauer, en sendas entrevistas publicadas en el Süddeutsche Zeitungy EL PAÍS. Dicho de otro modo, no se trata de una cuestión de divergencias sobre asuntos particulares, sino de una visión estratégica opuesta: Francia quiere profundizar la integración europea, mientras que Alemania diseña fortalecer la cooperación intergubernamental. Toda una paradoja si retomamos el dilema planteado en lo...

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A la víspera de las europeas, el horizonte es inquietante. Era un secreto a voces el deterioro del eje franco-alemán; lo han confesado, recientemente, Angela Merkel y su sucesora, Annegret Kramp-Karrenbauer, en sendas entrevistas publicadas en el Süddeutsche Zeitungy EL PAÍS. Dicho de otro modo, no se trata de una cuestión de divergencias sobre asuntos particulares, sino de una visión estratégica opuesta: Francia quiere profundizar la integración europea, mientras que Alemania diseña fortalecer la cooperación intergubernamental. Toda una paradoja si retomamos el dilema planteado en los orígenes del proyecto de construcción de la comunidad europea: en los sesenta, Alemania apostaba por la idea de federación y De Gaulle por la cooperación intergubernamental.

De momento, esta dialéctica de estrategias en el marco de las relaciones franco-alemanas se materializa en una batalla de influencia orientada a asegurar los sillones en la nueva legislatura europea. Alemania está avanzando con fuerza hacia la presidencia de la Comisión, con la candidatura del conservador Manfred Weber; prevé una negociación dura para la presidencia del nuevo Parlamento y fija la vista en el control del Banco Central Europeo tras la futura salida de Mario Draghi. Kramp-Karrenbauer, por su parte, evoca la vieja serpiente de mar de la sede del Parlamento en Estrasburgo para torcer un poco más el brazo de Francia. Sin duda, la brecha con París será aún más dolorosa, en la medida en que habrá que solucionar los problemas de financiación del presupuesto europeo sin la participación del Reino Unido. Esta cuestión explica parcialmente la postura rígida de Francia ante las negociaciones del Brexit. Y, por otro lado, Italia, con el nacional-populismo en las entrañas, estará apartada del sistema dirigente europeo.

En consecuencia, el panorama que nos encontramos es el retrato de un cara a cara germano-francés peligroso, marcado por el auge de la extrema derecha y de la derecha nacionalista en Francia, y con una Alemania apoyada por sus aliados de la Liga hanseática, liderados por Holanda y Austria, que ampara reducir el perímetro europeo, marginar a los países del sur o mantener una política presupuestaria drástica.

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Las próximas europeas serán decisivas. España se enfrenta a un desafío histórico. Con Pedro Sánchez en Madrid y Josep Borrell en Bruselas, puede convertirse en un país clave para los próximos años. Si los resultados del 26 de mayo confirman la tendencia de los comicios generales, permitiendo la constitución de un conjunto fuerte en Bruselas entre la izquierda española y la socialdemocracia alemana, se podrá contener la deriva más conservadora, nacionalista, de la derecha europea. Momento decisivo para fortalecer el papel de España. No se trata solo de ocupar un asiento en el eje vertebrador de Europa, sino proponer proyectos sociales y económicos para relanzar la gran idea europea.

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