ANTÁRTIDA INEXPLORADA

El Trineo de Viento llega a una zona desconocida de la Antártida

Los expedicionarios del ecovehículo español han recorrido ya más de 300 kilómetros de los 2.000 previstos tras una dura lucha contra las condiciones meteorológicas

El Trineo de Viento navegando por el hielo polar.

Los miembros de la expedición Antártida Inexplorada del Trineo de Viento navegan por el hielo del interior del continente del Polo Sur por un domo que aún no tiene nombre. Impulsados por los vientos catabáticos fríos, que se originan a primeras horas de la noche cuando el sol baja y el suelo se enfría, han tenido que superar en los primeros días auténticas ventiscas que han dificultado el avance, pero ya han recorrido más de 300 kilómetros de los 2.000 previstos.

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Los miembros de la expedición Antártida Inexplorada del Trineo de Viento navegan por el hielo del interior del continente del Polo Sur por un domo que aún no tiene nombre. Impulsados por los vientos catabáticos fríos, que se originan a primeras horas de la noche cuando el sol baja y el suelo se enfría, han tenido que superar en los primeros días auténticas ventiscas que han dificultado el avance, pero ya han recorrido más de 300 kilómetros de los 2.000 previstos.

Los cuatro expedicionarios —Ramón Larramendi, Manuel Olivera, Ignacio Oficialdegui e Hilo Moreno— , tras unos primeros días de preparación del vehículo, en medio del mal tiempo, se han organizado en dos turnos que cubren 18 horas de trabajo y pilotaje durante cada jornada. “Cuando Manuel y yo descansamos, cada nueve horas, toman el relevo Hilo e Ignacio. Otras seis horas estamos juntos con el trineo parado, que es el tiempo que aprovechamos para descansar y colocar o retirar los dispositivos científicos que tienen que recoger datos de forma estática”, comenta Larramendi en una comunicación vía satélite.

Tras ser depositados en el hielo, el pasado día 12 de diciembre, se encontraron con un vendaval de hasta 65 kms/hora que no tardó en enterrar en la nieve todo el equipamiento y el propio Trineo de Viento. Así pasaron los primeros días, luchando contra la tormenta mientras organizaban el eco-vehículo y comenzaban a colocar parte de la instrumentación científica que llevan a bordo para una decena de proyectos. “No ha sido fácil porque nos acostábamos con todo en orden y al despertar de nuevo estaba todo cubierto con hasta un metro de nieve, así que había que volver a coger la pala y todo ello a menos 30ºC”, comentan desde el inmenso plateau antártico.

Finalmente, el día 18 iniciaban el recorrido, unos pocos kilómetros para probar que todo estaba en orden y salir de la ventosa zona. Al principio lo hicieron tomando un rumbo hacia el oeste, algo distinto al que tenían previsto; querían bordear un domo y subirlo con menos dificultades de las que marcaba la ruta, como así ha sido. Enseguida volvieron a parar, ya con menos ventisca, para dedicar horas a la instalación de los diferentes recolectores de muestras y captadores de señales, un trabajo que no fue sencillo de realizar en las condiciones extremas en las que se encuentran.

La comunicación por mensajes vía satélite con los diferentes equipos científicos —de la Universidad Autónoma de Madrid, de la de Alcalá de Henares, de la NASA o de la Aemet— ha sido constante en esas jornadas. “El día que recibimos los primeros datos científicos en Madrid desde el Trineo de Viento fue un gran momento. Estábamos todos pendientes de la pantalla, como si fuera la mesa de control de la NASA”, comentaban los investigadores del proyecto MicroAirPolar, cuyo fin es captar microorganismos en el aire antártico con unos colectores que llevan en el eco-vehículo.

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Lo cierto es que tienen aún mucho trabajo por delante: “No nos aburrimos. Entre pilotar y hacer ciencia, no paramos un momento”, han señalado en sus últimas comunicaciones. Ni siquiera descansaron en Navidad, aunque sí la celebraron con una comida algo más especial. Hasta ese momento, ya habían recorrido más de 300 kilómetros y ascendido a los 3.332 metros de altitud arrastrando 1.700 kilos de peso gracias a las gigantescas cometas que llevan, que van cambiando en función de las condiciones meteorológicas.

Una vez superada la latitud 75º sur, que fue su primer objetivo, y llegado a lo más alto de un domo que no tiene nombre, les quedan por delante 800 kilómetros de ruta hasta alcanzar la base científica norteamericana Plateau Station, hoy abandonada. “Es un terreno del que no tenemos datos, un misterio, pero dado que el viento se deslizará hacia abajo creemos que habrá más sastrugis y grietas en el hielo. Estamos contentos porque todo funciona a la perfección y nosotros estamos muy animados, en perfectas condiciones ahora que hacemos turnos”, asegura el jefe de una expedición que está marcando un hito en la ciencia polar.

Los expedicionarios reconocen que es un reto geográfico, pero también científico, en el que deben lograr que de los trabajos que están realizando se obtengan resultados, ya sea para calibrar satélites Galileo, conocer la contaminación del aire antártico o averiguar cómo funcionan dispositivos que viajarán en la misión Mars2020.

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