Columna

La politización del buen samaritano

El objetivo es el ingreso de las verdades bíblicas en los programas de los presidentes electoralmente deudores

El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, en el Congreso, en Brasilia, el pasado 6 de noviembre. EVARISTO SA (AFP)

La antropológica relación entre política y religión, y la crisis del catolicismo y los partidos en América Latina, explican en buena medida el ascenso al poder de las iglesias evangélicas, cuya ayuda a los candidatos que ganaron presidencias con el voto de la feligresía no será gratis. De ser concedido, el diezmo reclamado por los nuevos actores políticos conduciría a sociedades menos libres, impregnadas por un conservadurismo de letanía y doctrina. Si...

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La antropológica relación entre política y religión, y la crisis del catolicismo y los partidos en América Latina, explican en buena medida el ascenso al poder de las iglesias evangélicas, cuya ayuda a los candidatos que ganaron presidencias con el voto de la feligresía no será gratis. De ser concedido, el diezmo reclamado por los nuevos actores políticos conduciría a sociedades menos libres, impregnadas por un conservadurismo de letanía y doctrina. Simplificando, las transformaciones sociales del siglo XX afianzaron la marginalidad y el desamparo de decenas de millones de latinoamericanos, encaminándoles hacia una opiácea transculturización religiosa. Adscripciones teológicas de matriz norteamericana sedujeron a millones con un reduccionismo que concilia la prédica del bautismo en el Espíritu Santo, la ética protestante del trabajo y el éxito económico, y la intervención del pastor en el desahogo de las esposas maltratadas por maridos bebedores e infieles. 

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Excepto en Uruguay, la secularización apenas avanzó en la Latinoamérica creyente, pero el catolicismo perdió terreno por su evanescencia, lejanía y retraso en diagnosticar la profundidad de los cambios culturales registrados desde los años cincuenta en los estratos mendicantes. La Teología de la Liberación, nacida en América Latina, apostó por la redención del pobre conjugando cristianismo y marxismo, pero el Vaticano descalificó el envite como contradictio in terminis. La sociedad pretendida por los curas de base sigue a la espera. Lejos de ahondar en la catequesis de la Transustanciación o el nexo entre omnisciencia divina y libre albedrío, el apostolado evangélico es más terrenal y samaritano: atiende los problemas domésticos del rebaño con especial dedicación en los sectores históricamente silenciados: los indígenas y las mujeres.

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La leva de catecúmenos y conversos fue tan fructífera que acabó constituyéndose en correa de transmisión de contenidos políticos, asumidos a pie juntillas por una clientela espiritualmente cautiva. En Colombia sufragaron en masa contra los acuerdos de paz con las FARC de 2016. Cabalgando sobre las contradicciones y el populismo, la teología de la prosperidad de los carismáticos y otras corrientes del cristianismo no católico cala en todas las clases y aporta a las más postradas un sentido de pertenencia, un espacio de satisfacción emocional en la travesía hacia la comunión con Dios y el bienestar material.

La Iglesia Universal en Brasil, principal financiadora de Bolsonaro, transita esa ruta con embauques intelectuales y falanges de pastores jóvenes, los Gladiadores del Altar, cuya estética huele a nazismo. El laicismo estatal de América Latina, diferente en Centroamérica y el Cono Sur, afronta la entrada en liza del Partido Evangélico, dinamizado por laicos sin formación teológica adscritos a un pietismo emocional y sincrético. El objetivo es el ingreso de las verdades bíblicas en los programas de los presidentes electoralmente deudores. La familia tradicional, por escrito, y la fe en Cristo para convertir al homosexual en heterosexual y las patrañas en verdades.

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