Análisis

Atila americano

A Donald Trump no le importa Europa. Solo quiere hacer con ella lo que hace con todos

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en la cumbre los jefes d Estado de la OTAN en Bruselas.Vídeo: IAN LANGSDON (EFE) / Reuters

Atila esta vez no viene de Oriente sino que acaba de cruzar el Atlántico. A Donald Trump no le importa Europa. Solo quiere hacer con ella lo que hace con todos: explotar sus debilidades, dividirla, acosarla y al final obligarla a negociar en inferioridad de condiciones o quién sabe si entregarla a Vladímir Putin.

Su viaje de siete días, que empezó ayer en Bruselas y culminará en Helsinki el 16 de julio, tras su encuentro cara a cara y sin testigos con el presidente ruso, ha empezado como no podía ser de otra forma: con una desabrida muestra de mala educación y peor diplomacia dirigida a...

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Atila esta vez no viene de Oriente sino que acaba de cruzar el Atlántico. A Donald Trump no le importa Europa. Solo quiere hacer con ella lo que hace con todos: explotar sus debilidades, dividirla, acosarla y al final obligarla a negociar en inferioridad de condiciones o quién sabe si entregarla a Vladímir Putin.

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Su viaje de siete días, que empezó ayer en Bruselas y culminará en Helsinki el 16 de julio, tras su encuentro cara a cara y sin testigos con el presidente ruso, ha empezado como no podía ser de otra forma: con una desabrida muestra de mala educación y peor diplomacia dirigida a humillar a Alemania y a su canciller, Angela Merkel.

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Cuando la metáfora es un patio de colegio, estamos ante un abusón; si es un barrio de Queens, un gánster inmobiliario. Trump no tiene principios, solo fines, idénticos a su provecho personal. Si señala una debilidad es porque quiere sacar partido de ella. Todas sus observaciones responden a esa técnica acosadora.

Lo que Trump no soporta de Alemania, según sus palabras, es su superávit comercial, su hegemonía reticente en Europa y su contención del gasto militar. De ahí su guerra comercial, su exigencia de mayor presupuesto en defensa y sobre todo de mayores inversiones en armamento de fabricación estadounidense.

No dice, sin embargo, lo que sus colaboradores militares y diplomáticos no le dejan decir, como es su desinterés por la seguridad de los europeos, sus ansias por desactivar la Alianza Atlántica y su propensión a negociar directamente con Putin de los asuntos continentales. De poder a poder, de igual a igual, en un buen trato meramente circunstancial entre abusadores.

Estados Unidos no ha desconectado de Europa. Ni su comunidad militar, ni la diplomática, ni la de inteligencia han dejado de sentirse comprometidas con la alianza más longeva y exitosa de la historia, que ha fabricado paz y estabilidad en ambos lados del Atlántico en los últimos 70 años. Pero sí ha desconectado su presidente, que nada comparte de los valores, los intereses de seguridad, el sentido histórico y los usos y costumbres de la Alianza.

No está en el diccionario trumpista la palabra solidaridad, fundamental en el ideario de la Alianza e inscrita en el artículo cinco sobre la obligación de defensa mutua. Tampoco está la palabra historia, tan seria e incluso trágica tratándose de Europa, a pesar de los 70 años de relaciones transatlánticas, en quien solo entiende de la dominación del presente y no siente responsabilidad alguna respecto al futuro.

Trump solo entiende de relaciones de fuerza, que despliega en un trato bilateral entre naciones, en el que cuenta con la ventaja de la primera superpotencia. No hay multilateralismo ni alianzas estables. Entregar la seguridad del vecino si este no admite el trato comercial que le propone le parece lo más natural del mundo.

Lo peor no es cómo ha empezado el periplo europeo del Atila americano, sino que termine en Helsinki haciendo la paz aparte con Putin.

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