El voto en Venezuela

El instrumento principal de la democracia, las elecciones, se puede volver justo lo contrario: una herramienta para consolidar el poder autoritario

Cartel electoral de Maduro en Caracas, Venezuela. ARIANA CUBILLOS / AP

Venezuela no es una democracia. No es una afirmación gratuita, ni siquiera se trata de una valoración: no lo es según cualquiera de las definiciones del término que la ciencia política pone a nuestra disposición. La más sencilla y mínima de todas ellas exigiría que aquellos que detentan el poder puedan perderlo en las urnas, y todos sabemos que no será así.

Sin embargo, este domingo 20 de mayo tendrán lugar unas elecciones en el país. ¿Por qué las convoca Maduro? ¿Para qué le sirve a un dictador permitir que se vote?

No es nada nuevo. Franco ponía las urnas en España, ya lo sabem...

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Venezuela no es una democracia. No es una afirmación gratuita, ni siquiera se trata de una valoración: no lo es según cualquiera de las definiciones del término que la ciencia política pone a nuestra disposición. La más sencilla y mínima de todas ellas exigiría que aquellos que detentan el poder puedan perderlo en las urnas, y todos sabemos que no será así.

Sin embargo, este domingo 20 de mayo tendrán lugar unas elecciones en el país. ¿Por qué las convoca Maduro? ¿Para qué le sirve a un dictador permitir que se vote?

No es nada nuevo. Franco ponía las urnas en España, ya lo sabemos. También lo hace Irán, o Arabia Saudí. La respuesta más sencilla es que los líderes autoritarios quieren legitimarse a sí mismos y a los suyos. El voto bajo coacción, manipulación o, en definitiva, control desde arriba resulta útil para ello. La legitimación se hace de cara a la comunidad internacional, sí. Ante los opositores que demandan apertura democrática, también. Pero también, y probablemente sobre todo, tiene un sentido interno.

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Ningún régimen por autoritario y piramidal que sea (y el de Venezuela parece más bien caótico y fragmentado) es monolítico. Siempre hay familias, afinidades, luchas de poder. Algunas activas, otras dormidas, esperando a encontrar una oportunidad para ponerse en marcha que suele venir con la debilidad aparente de los líderes.

Unas elecciones funcionan aquí como una manifestación masiva de apoyo al régimen: dejan claro a los críticos externos, pero también a los oportunistas potenciales internos, que el liderazgo es capaz de movilizar almas. Que no sean sinceras no importa demasiado, y de hecho puede ser hasta útil: denota, en fin, capacidad de influencia y dominio de la población.

Es así como el instrumento principal de la democracia, las elecciones, se puede volver justo lo contrario: una herramienta para consolidar el poder autoritario. Porque lo que define una sociedad democrática no es si se vota o no se vota en ella, sino si el voto produce una redistribución del poder. El domingo veremos que, en Venezuela, sólo sirve para consolidarlo en las mismas manos que ya lo detentan. @jorgegalindo

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