Contener a Trump, urgencia europea

Los bonitos discursos del presidente francés chocan con un ambiguo ‘sí pero’ de Merkel

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, el pasado 10 de mayo en Elkhart, Indiana (EE UU). SCOTT OLSON (AFP)

Nos gusta recuperar el pasado, quizás para borrar un presente que nos desconcierta. Revivimos este año el 200 aniversario del nacimiento de Karl Marx, quien ya nos advirtió de que la historia se repite a sí misma como farsa. El proletariado del pensador alemán reaparece como precariado. Y el calendario nos señala el medio siglo desde el Mayo del 1968 en la Francia que se aburría en su bienestar. La revolución apolítica que intentó Cambiar la Vida, aunque finalmente la playa no apareci...

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Nos gusta recuperar el pasado, quizás para borrar un presente que nos desconcierta. Revivimos este año el 200 aniversario del nacimiento de Karl Marx, quien ya nos advirtió de que la historia se repite a sí misma como farsa. El proletariado del pensador alemán reaparece como precariado. Y el calendario nos señala el medio siglo desde el Mayo del 1968 en la Francia que se aburría en su bienestar. La revolución apolítica que intentó Cambiar la Vida, aunque finalmente la playa no apareció bajo los adoquines del Barrio Latino en París.

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Tenía razón el escritor inglés Lewis Carroll, autor de Alicia en el país de las maravillas, cuando afirmaba que “es una memoria pobre la que solo funciona hacia atrás”. La farsa a la que se refería Marx la protagoniza hoy Donald Trump. Recomendábamos que había que fiarse de lo que hace, no de lo que dice. Bien, ya ha tomado una decisión crucial de política exterior: denunciar el acuerdo nuclear con Irán, que Teherán ha cumplido fielmente, más gravosa probablemente para EE UU que la invasión de Irak. La palabra de Washington vale hoy menos. Su presidente reniega del principio de que los pactos son para cumplirlos. Derriba uno por uno los bolos levantados por el multilateralismo.

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Trump manifiesta el desdén que siente por sus aliados europeos (Alemania, Francia y Reino Unido son firmantes del acuerdo con Irán). Un pacto suscrito también por Rusia y China. Ningún presidente americano ha maltratado de esta manera a Europa. Un respeto, Mr. Trump. Merkel vuelve a advertir de que la UE ya no puede confiar en EE UU y debe tomar su destino en sus propias manos; Washington no ha cumplido su palabra y, además, chantajea con vetar las amplias relaciones comerciales de las empresas europeas con Irán. La secunda Macron, pero los discursos no sustituyen a la acción: Oriente Medio, nuestra vecina próxima, no es un asunto exclusivo de Washington o Moscú; reparar la relación con Rusia desde una perspectiva europea; la construcción decidida de una política exterior y de defensa. La contención de Trump es una urgencia europea.

El prometido relanzamiento de Europa es retórico. Los bonitos discursos del presidente francés chocan con un ambiguo sí pero de Merkel. La relación transatlántica ya no es, como se creía, un matrimonio sin posibilidad alguna de separación o divorcio. Trump actúa para destruir todo lo que hizo Obama y su presidencia se explica como el péndulo de la del primer presidente de color. Opera únicamente en clave de política interna. Confirma que EE UU es más de Marte, el dios de la guerra, y Europa, más de Venus.

Los Estados Unidos de Trump no son de fiar. ¿Cómo afectará este mezquino incumplimiento de un acuerdo internacional a la cumbre entre el presidente de EE UU y Kim Jong-un el 12 de junio en Singapur? Trump cree que facilitará la rendición del líder norcoreano. Veremos. Un viejo dicho persa refiere que basta un loco para borrar lo que 40 sabios tardaron años en arreglar. Ahora el poder está en manos de los locos.

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