Restañar las heridas

Juan Ignacio Zoido, como mínimo, debería sumarse al discurso de Enric Millo

El secretario de Estado de Seguridad, José Antonio Nieto junto al delegado del Gobierno en Cataluña, Enric Millo durante la rueda de prensa ofrecida tras la reunión de la Junta de Seguridad de Cataluña. Andreu Dalmau (EFE)

En solo una semana, el pluralismo ha aflorado a las calles catalanas. Los ciudadanos han visualizado la negativa de Europa —también de su Parlamento— a la secesión. Y la fuga de bancos y empresas para salvar el abismo ha inyectado en vena el principio de realidad.

Sucede en una sociedad que todavía tiene, y tendrá largo tiempo, la piel hendida por los sucesos del 1-O y la gestión de la carga policial. Los ciudadanos noqueados y los guardias, los viejos y los jóvenes, los indepes y los que no, la sociedad catalana en su conjunto vive bajo shock postraumático, emocional ...

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En solo una semana, el pluralismo ha aflorado a las calles catalanas. Los ciudadanos han visualizado la negativa de Europa —también de su Parlamento— a la secesión. Y la fuga de bancos y empresas para salvar el abismo ha inyectado en vena el principio de realidad.

Sucede en una sociedad que todavía tiene, y tendrá largo tiempo, la piel hendida por los sucesos del 1-O y la gestión de la carga policial. Los ciudadanos noqueados y los guardias, los viejos y los jóvenes, los indepes y los que no, la sociedad catalana en su conjunto vive bajo shock postraumático, emocional y espiritual.

Así que antes de cualquier política de cualquier signo procede restañar las heridas, normalizar la vida, apaciguar los espíritus. Aplicar yodo, y no sal. Suturar, no destripar.

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“Cuando he visto estas imágenes, cuando ya sé que hay personas que han recibido golpes, empujones e incluso hay una persona que aún hoy está hospitalizada, yo no puedo hacer más que lamentarlo, pedir disculpas en nombre de los agentes que intervinieron”, declaró el viernes el delegado del Gobierno en Cataluña, Enric Millo. Esas palabras resultaron balsámicas, incluso para un personaje tan connotado como el jefe de la Assemblea Nacional Catalana, Jordi Sánchez: son “un gesto que dignifica a Millo”, comentó.

¿Son suficientes? Quizá debieran seguir su estela Carles Puigdemont, que envió a sus paisanos a sacrificarse en lo que sabía sería una encerrona; o el presidente del Gobierno, que lo es de todos, también de los indepes;o el jefe del Estado, que dejó cuando el 17-A trazas de valiosa y valorada empatía.

Pero quien está más obligado a restañar heridas es el ministro de la cosa, Juan Ignacio Zoido. Como mínimo, sumándose al discurso de Millo. Otros han buscado ampliar para arriba. La pretendida reprobación socialista de Soraya Sáenz de Santamaría es un brindis al sol, imposible. Sus impulsores deben recordar que es mejor brindar a la realidad acotada y conseguible.

Restañar heridas, por imperativo moral categórico, kantiano.

Pero también por política. Con su calle ya compartida, rechazado por Europa y retratado por la fuga de empresas, al secesionismo le queda un clavo al que agarrarse: los efectos demoledores de las imágenes de los porrazos. Sin ellos, poco argumento quedaría.

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