El acento

Apropiación indebida del Barça

Ahora parece que los futbolistas van por los campos como un estandarte de lo que se dirime en Cataluña

Banderas independentistas en el partido de este lunes del FC Barcelona contra el SD Eibar.David Ramos (Getty Images)

El Barça es un espíritu; su directiva es un cuerpo. Va y viene la directiva; cuando abracé el espíritu del Barça perdimos en Berna ante el Benfica y estaba al frente de ese cuerpo Enrique Llaudet Ponsá, de camisa azul, al que hoy llamarían fascista. Luego han pasado por ese podio otros Llaudets. El último Llaudet es Bartomeu.

Hubo un Miró Sanz, un Montal, un Núñez, que era un apellido inesperado, y también un hombre olvidado en el desván del Barça cuando se le fue la suerte doblando las esquinas. Cuando sale el ...

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El Barça es un espíritu; su directiva es un cuerpo. Va y viene la directiva; cuando abracé el espíritu del Barça perdimos en Berna ante el Benfica y estaba al frente de ese cuerpo Enrique Llaudet Ponsá, de camisa azul, al que hoy llamarían fascista. Luego han pasado por ese podio otros Llaudets. El último Llaudet es Bartomeu.

Hubo un Miró Sanz, un Montal, un Núñez, que era un apellido inesperado, y también un hombre olvidado en el desván del Barça cuando se le fue la suerte doblando las esquinas. Cuando sale el Barça a jugar al campo nadie se acuerda de Llaudet ni Núñez ni de Bartomeu. Ni antes. El Barça es lo que juega. Y los que juegan.

Sucesivamente, el Barça ha sido Kubala, Suárez, Johan Cruyff, Guardiola, Messi… Messi es ahora el estandarte. Bartomeu está porque Messi no se ha revuelto del todo, pero, si quiere el futbolista argentino, este hombre de sonrisa provisional, un ser asustado de sí mismo, estaría en el patio de los expresidentes.

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Así que Bartomeu forma parte ahora de un cuerpo legitimado tan solo porque el equipo gana, Messi lo hace ganar, mantiene en lo alto de la tabla su espíritu azulgrana. Pero está asustado Bartomeu y está asustado el cuerpo del Barça: porque se le fue Neymar sin que él se diera cuenta, porque no se dio cuenta de que Messi no había firmado e inventó que lo había hecho, porque pende de una moción de censura por lo que no hizo bien, por haber hecho del despiste una forma de ser… Está asustado ese cuerpo y sale a defender a Puigdemont como si fuera de la plantilla. En un campo de fútbol, lo que han hecho Bartomeu y los suyos lo llevarían a la tercera división. Pero no hay descenso previsto para las directivas.

Y ahora ese cuerpo, una directiva de tercera división, se apropia del espíritu del Barça para ponerlo a disposición del procès en sus últimas consecuencias. Los directivos del fútbol son entrometidos, pues interpretan que el club es el equipo, y mezclan a los futbolistas en andurriales por los que ellos no transitan, o transitan cuando les dé la gana. Y esos que salen al campo, a entrenar o a ganar, ahora cargan con el comunicado en el que el cuerpo del Barça se entromete en su espíritu y le hace decir a este lo que sea a favor del proceso independentista y su secuela ilegal, el referéndum.

Los futbolistas, individuos cuyos derechos son suyos, dicen lo que quieren, naturalmente; y dentro de un equipo conservan su genio y sus individualidades. Si Iniesta fuera todos los futbolistas del Barça, o si todos fueran Messi, el fútbol sería una extrañeza, pero también un aburrimiento. Que Bartomeu ponga a esas individualidades, los futbolistas uno a uno, a disposición de una idea o de un propósito que no sea el de ganar los partidos es una apropiación indebida. Lo ha hecho: se ha apropiado indebidamente del espíritu del Barça. Y ahora parece que esos futbolistas (y los aficionados también) van por los campos como un estandarte de lo que se dirime en Cataluña. Dirán sí o dirán no, o dirán lo que les digan su corazón o sus asuntos. Pero que les hagan decir lo que no dicen es una ocurrencia que viene del susto que ya forma parte de la cara de Bartomeu.

Visca el Barça, su espíritu azulgrana.

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