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Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez

El Estado contra el Rif

La única salida a las protestas deberá pasar por la liberación de los líderes del movimiento popular rifeño

Protesta en Casablanca por la muerte del joven Imad Attabi durante una manifestacion en el RifSTRINGER / AFP PHOTO

La población del Rif, región situada al norte de Marruecos, se levantó el pasado 28 de octubre. Su detonante fue la muerte del joven Mohssine Fikri cuando se oponía a la confiscación de su pescado. Desde entonces, la población inició unas movilizaciones sin precedentes contra la precariedad, la corrupción, la desigualdad, la marginación histórica de sus gentes y la cultura e identidad amazighen, que duran ya más de nueve meses. Como consecuencia surgió un movimiento popular, el Hirak, que ha actuado como altavoz de sus demandas, exigencias socioeconómicas y el fin de la militarización de la zona, que dura desde el año 1958.

En una de estas manifestaciones un joven de Alhucemas se me acercó y me preguntó si era necesario todo aquello para una población que pide hospitales, universidades y trabajos. Se refería a los cientos de policías que ocupan las calles de la ciudad, a los botes de humo lanzados de forma indiscriminada contra los manifestantes, a las detenciones arbitrarias de activistas del Movimiento Popular rifeño. También al silenciamiento, acoso y encarcelamiento de periodistas que trabajan sobre el terreno, a un Estado que pide paz social a través de la represión.

Caminar por la Plaza Mohammed VI- rebautizada Plaza de los Mártires desde que comenzaron las protestas- es someterse al escrutinio de las autoridades y de una población que desconfía. Pararse, entablar conversación y ganarse la confianza de la gente conduce a una exposición detallada de denuncias por torturas, violaciones sexuales, chantaje emocional, humillación de los detenidos, indignación ante unas condenas exageradas o la falta de garantías jurídicas.

¿Cuál es la salida para desactivar la tensión entre Gobierno y manifestantes? La población rifeña lo tiene claro: la puesta en libertad de todas las personas detenidas por manifestarse. Porque si algo ha manifestado es que no cuestionan la naturaleza del régimen, sus reivindicaciones son socioeconómicas. Sin embargo, las movilizaciones actuales dejan clara la necesidad de regeneración política del Estado.

Las demandas del Hirak resuenan por las calles de la ciudad. Durante el Ramadán las calles estaban ocupadas por más policías que población y era frecuente escuchar el tararear de cánticos a favor de la libertad cuando los viandantes se acercaban a las autoridades, cánticos que se han convertido en parte de la cotidianeidad.

El Movimiento Popular del Rif ha declinado cualquier acercamiento de los partidos políticos, a quienes denomina "Chiringuitos", lanzando la pregunta: “¿dónde han estado durante seis décadas?”. Chiringuitos, denominación que empleaba el líder aparente de las movilizaciones, Nasser Zefzafi- ahora preso en la cárcel de Okacha, Casablanca-, que se reparten las riquezas y que han convertido la política en un acto de compraventa de voluntades y terrenos.

Los partidos por su parte han rechazado cualquier negociación directa con los activistas -a los que buena parte de la ciudadanía reconoce como portavoces- puesto que ello supondría conceder oficialidad a un movimiento popular. Por ello, rifeños y rifeñas exigen que quien les interpele sea el rey en una clara evidencia de que el pueblo conoce a quien pertenece el poder. La separación de poderes queda en papel mojado.

Este año el discurso de Mohamed VI, emitido cada año durante la Fiesta del Trono, se adelantó unas horas a lo previsto. Las cafeterías de la ciudad estaban a rebosar, como solo suelen estarlo en los grandes acontecimientos futbolísticos. Con recelo y sin demasiada esperanza, la ciudadanía del Rif esperaba palabras que hicieran justicia y el indulto de todas las personas del movimiento detenidas.

En su discurso, el soberano reconoció las responsabilidades de la clase política, en un indicativo de los cambios que se avecinan en el país, pero olvidó la suya propia. Alhucemas, ciudad que clama cambio, fue nombrada una vez. De sus palabras se extrae la comprensión del sentido de las manifestaciones pero, al mismo tiempo, alabó a las fuerzas de seguridad, las mismas que han tratado de silenciarlas.

Sin embargo, los indultos a los activistas apenas han supuesto una pequeña parte del total. Dentro quedan el núcleo directivo del Movimiento y otros muchos activistas para los que se exige la puesta en libertad. "Esperábamos que se impusiera la cordura y que se frenara la hemorragia abierta en un pueblo que exige derechos reconocidos en la Constitución", explicaba el portavoz del Hirak, Reda Benzaza. "Sin embargo, obtenemos discursos que se alejan de la realidad y no aportan soluciones", añadía. Desde el Hirak la exigencia es clara: la liberación de todos los detenidos apelando a la coherencia.

En las calles la posición sigue siendo una: la libertad sin cargos para todos los detenidos como condición indispensable para entablar un diálogo entre las partes. Mientras tanto continuarán las protestas.

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