Cartas al director

Manuela Carmena y Miguel Ángel Blanco

Siempre he oído hablar bien de Manuela Carmena en mi casa: era amiga y compañera de uno de mis tíos más queridos. Su tono cordial y entrañable, de persona civilizada, me ha hecho quitar importancia a las barrabasadas de sus concejales electos y su difícil papel al respecto. Por eso quiero expresar mi consternación ante la resistencia de ese Consistorio a ofrecer un pequeño homenaje de memoria, evocación y justicia a Miguel Ángel Blanco. Yo tenía 30 años entonces, y con un bebé recién nacido. Para mí, Miguel Ángel Blanco fue un dramático punto de inflexión en la historia de España, un “hasta aq...

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Siempre he oído hablar bien de Manuela Carmena en mi casa: era amiga y compañera de uno de mis tíos más queridos. Su tono cordial y entrañable, de persona civilizada, me ha hecho quitar importancia a las barrabasadas de sus concejales electos y su difícil papel al respecto. Por eso quiero expresar mi consternación ante la resistencia de ese Consistorio a ofrecer un pequeño homenaje de memoria, evocación y justicia a Miguel Ángel Blanco. Yo tenía 30 años entonces, y con un bebé recién nacido. Para mí, Miguel Ángel Blanco fue un dramático punto de inflexión en la historia de España, un “hasta aquí hemos llegado”. Con él se empezó a perder el miedo; empezó el difícil camino de la dignidad de la angustiada sociedad vasca, y el respaldo de toda la sociedad. Miguel Ángel encarna a todas las víctimas: a Gregorio Ordóñez, a Tomás y Valiente (mi profesor), a Lluch, a Fernando Múgica, al coronel Cuesta… Al llorarle, lloramos a todos y lloramos juntos. Sirva mi testimonio de aliento a esa familia ejemplar de Miguel Ángel Blanco, y a todas las víctimas de ETA, a las que tanto debemos desde nuestra libertad y convivencia.— Ana Gozalo Hernando.

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