La loba que alimenta al distrito 18 de París

La Louve abrió en París “en fase de prueba” en noviembre de 2016.Searsteading Institute

HA ABIERTO EN París un supermercado francamente peculiar: las personas que transitan por sus pasillos son dueños, trabajadores y clientes. Sí, es cooperativo, participativo y no lucrativo. Los accionistas son los que compran y los que trabajan en labores como limpieza, mantenimiento, venta o reposición. Se llama La Louve (La Loba) y tiene al distrito 18 encandilado.

Un martes por la tarde me acerco hasta el 116 de la Rue des Poissonniers y, en la puerta, dos señoras —accionistas, obvio— me piden el nú...

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HA ABIERTO EN París un supermercado francamente peculiar: las personas que transitan por sus pasillos son dueños, trabajadores y clientes. Sí, es cooperativo, participativo y no lucrativo. Los accionistas son los que compran y los que trabajan en labores como limpieza, mantenimiento, venta o reposición. Se llama La Louve (La Loba) y tiene al distrito 18 encandilado.

Un martes por la tarde me acerco hasta el 116 de la Rue des Poissonniers y, en la puerta, dos señoras —accionistas, obvio— me piden el número de socio. Tras un par de bromas, acceden a dejarme pasar a condición de que no divulgue sus nombres. Una se ofrece a acompañarme y comentamos el origen del proyecto. Los fundadores son Brian Horihan y Tom Boothe, dos estadounidenses afincados en París. El modelo viene exportado (cómo no) de Brooklyn, donde existe un lugar similar desde ¡1973!

Los detalles que atrajeron a Boothe fueron la buena comida, el buen precio y el buen ambiente, lo que él llama “ambiente no consumista”, o sea, el hecho de no estar rodeado de ciudadanos inactivos. Por eso, aquí los socios no son simples “receptores de cosas”, aquí hacen cosas. En una entrevista, Boothe señalaba: “Si compras en un supermercado tradicional, no hay manera de saber lo que comes, los que venden no piensan en tu bienestar y los dueños solo lo hacen en la rentabilidad. Aquí no, aquí decidimos sobre nuestro pequeño universo”.

Los accionistas de este supermercado son los que compran y los que trabajan en labores como limpieza, mantenimiento, venta o reposición.

Por los pasillos veo precios más baratos que en cualquier otro comercio bio. “Se trata directamente con pequeños productores ­franceses y respetuosos con el medio ambiente. Hay que comer bien y defender lo que comes, por eso nos llamamos así”. ¿Cómo? “La loba es ese animal que come, da de comer y al mismo tiempo protege a los suyos”.

Al despedirnos, la simpática trabajadora-accionista-cliente me recomienda ver el vídeo sobre el Park Slope Food Coop de Brooklyn. Desde el metro llamo a mi tía Guilaine, que es socia de La Louve y quien me puso sobre aviso de su existencia. Cuando le digo que empiezo a entender por qué es capaz de embarcarse en un trayecto de más de 20 minutos en tren de Nation a Marcadet para hacer la compra, me contesta: “Me gusta comprar y saber que estás ayudando a un agricultor. Por cierto, tengo para cenar ensalada de kale con pipas de calabaza y hamburguesa vegetal de lenteja roja y chía, ¿vienes?”.

Una vez más le digo “no, gracias”. Llego a casa, abro el ordenador y tecleo en Google: “Reportage sur la Park Slope Food Coop”. Mientras veo rúcula fresca (de esa que cruje y pica) muerdo mi barra de pan de ayer y descubro que en la cooperativa de Brooklyn hay 16.000 socios y 60 trabajadores a tiempo completo (además de los voluntarios). Las colas son tan largas que han creado una publicación denominada La Revista de los que Hacen Cola. Hay voluntarios que limpian una vez al día los juguetes que se encuentran esparcidos por la sala donde está el servicio de guardería mientras los padres hacen la compra.

Dejo de comer. Me apunto a la lista de espera de La Louve y bajo a la calle. En el metro saco el móvil: “Tía, que sí voy, espérame, porfa”.

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