Columna

La prueba de otoño

Para Rajoy el hecho de sentar el precedente, aun ganando, es ya una derrota

Mariano Rajoy en su escaño en el Congreso de los Diputados.Juan Carlos Hidalgo (EFE)

Después de las expectativas de cambio generadas en 2015 y del frustrante espectáculo de impotencias que nos ofreció 2016, la política española ha entrado en un punto de recomposición a expensas de lo que ocurra en el otoño caliente catalán.

Se está recuperando la normalidad del eje derecha-izquierda, pero con escasas posibilidades de configurar una alternativa de izquierdas a corto plazo. El PP sigue varado por la corrupción, marcado a fuego por el ...

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Después de las expectativas de cambio generadas en 2015 y del frustrante espectáculo de impotencias que nos ofreció 2016, la política española ha entrado en un punto de recomposición a expensas de lo que ocurra en el otoño caliente catalán.

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Se está recuperando la normalidad del eje derecha-izquierda, pero con escasas posibilidades de configurar una alternativa de izquierdas a corto plazo. El PP sigue varado por la corrupción, marcado a fuego por el caso Bárcenas que nunca se quitará de encima por su negativa a afrontar responsabilidades políticas. Ciudadanos va ajustando su espacio como centro que, como nos enseña la tradición, siempre cae del lado de la derecha. El PSOE busca recomponer su identidad en la izquierda y Podemos va encontrando acomodo en el entramado institucional. Pero todos estos equilibrios están a expensas de lo que ocurra en Cataluña.

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Por muy sensatos consejos que envíe The New York Times, por mucho que los casos de Quebec y de Escocia enseñen que el referéndum puede ser la tumba del independentismo, Rajoy no va a permitirlo. El presidente es un genuino representante de una idea castellana del poder para la que el solo hecho de haber sentado el precedente, aun ganando, es ya una derrota.

Si la estrategia del Gobierno de responder a cualquier iniciativa del independentismo con intimidaciones y querellas —que ha provocado ya que los aspirantes a fabricar las urnas se hayan asustado, quedando el concurso desierto— tiene éxito y el referéndum resulta inviable, se abrirán dos escenarios: que el Gobierno catalán renuncie a él y tras una convocatoria electoral se abra paso una salida razonable, que en ningún momento el Gobierno español ha dado señales de querer facilitar; o que el Gobierno catalán siga manteniendo viva la llama del referéndum hasta el final, obligando al Gobierno español a la escalada judicial, hasta llegar a la confrontación el día 1 de octubre que, a falta de urnas, bien puede producirse en la calle.

Podemos, con el apoyo al referéndum, es el único que ha avanzado hacia el reconocimiento del independentismo que es el paso previo a la distensión

Cualesquiera que sean las dimensiones del choque, también en este caso habrá que encontrar una salida, aunque la radicalización del escenario invite al desquite.

Es por eso, que la cuestión catalana es hoy el principal problema político de España. O se rompe el ciclo de la retroalimentación del conflicto o los destrozos pueden ser considerables. Podemos, con el apoyo al referéndum, es el único que ha avanzado hacia el reconocimiento del independentismo que es el paso previo a la distensión.

Cuando Rajoy dice a los suyos que “sabe lo que tiene que hacer en Cataluña” y que “seguro que lo hará” está insinuando que no descarta el programa de máximos. Una vía que no resolverá nada, pero puede dejar heridas sensibles y un deterioro notable de la imagen internacional. La sacudida afectará a todos y el independentismo seguirá ahí.

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