Mi cita semanal con el pollero

En Europa hay casi un millar de puntos de venta de esta cadena de consumo alternativo. Fotografía de Album

TE APETECE un plátano? Te lo llevamos en menos de una hora”, promete un anuncio de Amazon Fresh ubicuo en Instagram y Facebook. Choca porque casi todo el mundo está a menos de una hora de su plátano más cercano y porque 60 minutos parece una espera demasiado larga para satisfacer ese antojo frutal. Si además el plátano se entrega envuelto y en una bandeja de porexpán y llega en furgoneta –­muchas entregas se hacen en bici eléctrica, pero no todas–, el encargo resulta, como mínimo, una excentricidad medioambiental.

Las personas que acuden a recoger su compra de la semana cada jueves a un...

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TE APETECE un plátano? Te lo llevamos en menos de una hora”, promete un anuncio de Amazon Fresh ubicuo en Instagram y Facebook. Choca porque casi todo el mundo está a menos de una hora de su plátano más cercano y porque 60 minutos parece una espera demasiado larga para satisfacer ese antojo frutal. Si además el plátano se entrega envuelto y en una bandeja de porexpán y llega en furgoneta –­muchas entregas se hacen en bici eléctrica, pero no todas–, el encargo resulta, como mínimo, una excentricidad medioambiental.

Las personas que acuden a recoger su compra de la semana cada jueves a una tienda de productos ecológicos cercana a la calle de Trafalgar en Barcelona toman una ruta muy distinta para la provisión de víveres. Tienen que hacer su pedido, también a través de Internet, antes del martes, así que no hay lugar para la improvisación. La entrega la realiza un voluntario o la persona que cultivó las verduras, preparó el paté o crio al pollo. Son socios de La Colmena Que Dice Sí, una “multinacional de la comida local”, como la define Gilad Buzi, un payés agroecológico que cultiva más de 100 variedades de vegetales en la periferia de Barcelona y que solo las vende así, sin (apenas) intermediarios.

Tres franceses fundaron en 2011 esta plataforma de economía colaborativa para acercar a productores con certificado ecológico a sus clientes.

Tres franceses fundaron en 2011 esta plataforma de economía colaborativa para acercar a productores con certificado ecológico a sus clientes. Al comprar directamente, éstos se ahorran el sobreprecio que aplican los supermercados bio. Hoy ya existen unas 900 colmenas o grupos de consumo en Europa y unas 100 en España, la mayoría en Madrid y Barcelona. Cualquiera puede montar una, pero le costará lo suyo, porque el encargado debe encontrar a los productores y a suficientes socios para hacer viable el proyecto, conseguir un local amigo para las entregas y poner en marcha toda la logística. A cambio se llevan un pequeño porcentaje de las compras. Cecilia Guízar, la coordinadora de la colmena del Born barcelonés, la “heredó” de un exjefe. Ella es mexicana, y Liz, la voluntaria que le ayuda los jueves, venezolana. De los 10 consumidores que atienden esa tarde, 8 son también extranjeros (una holandesa, una austriaca, un francés), algo habitual en las colmenas españolas. “Vienen buscando una práctica ya extendida en sus países”, explica Guízar. La excepción es la catalana Blanca Thiebaut, “ingeniera y ahora madre a tiempo completo”, de 36 años, que se involucró más en su colmena local cuando nació su hijo. “Quería saber de dónde venía lo que le daba de comer”. Mientras recoge su compra, comenta con las coordinadoras la calçotada a la que acudieron hace poco en el huerto de Buzi. Se juntaron más de 300 colmenistas para comer, beber y ensuciarse, como es de rigor en esas fiestas que se celebran en Cataluña los domingos de invierno. Amazon está al tanto: en enero añadió “manojo de calçots” y “salsa para calçots” a sus promociones. Ya el terreno y la compañía los pone cada uno.

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