Enrique López Lavigne, cazador de taquillazos

Ramón Palacios-Pelletier

CUANDO ERA niño, Enrique López Lavigne atravesaba la capital española rastreando películas en cines de barrio. Entraba a las cuatro de la tarde y salía a las doce de la noche. En sesión continua, alternaba wésterns, péplums o cine histórico de aventuras y algún filme para adultos. “Ahora todo el mundo es crítico de cine, pero en aquella época queríamos ser sorprendidos”, recuerda hoy en su oficina, ubicada en el rascacielos Torres Blancas de Madrid. “No sabíamos qué íbamos a ver, por eso mi gusto es ecléctico”.

De madre francesa y padre español, López Lavigne, de 50 años y padr...

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CUANDO ERA niño, Enrique López Lavigne atravesaba la capital española rastreando películas en cines de barrio. Entraba a las cuatro de la tarde y salía a las doce de la noche. En sesión continua, alternaba wésterns, péplums o cine histórico de aventuras y algún filme para adultos. “Ahora todo el mundo es crítico de cine, pero en aquella época queríamos ser sorprendidos”, recuerda hoy en su oficina, ubicada en el rascacielos Torres Blancas de Madrid. “No sabíamos qué íbamos a ver, por eso mi gusto es ecléctico”.

De madre francesa y padre español, López Lavigne, de 50 años y padre de dos hijos, estudió Derecho en la Complutense y trabajó un año como abogado en París. “No era lo mío: entonces no había escuelas de cine y tenía que ganarme las perras con otra cosa. Luego entré en el grupo Sogecable y toqué muchos palos: la distribución –así conocí los gustos del público–, las compras, la producción y hasta la dirección, pues rodé El asombroso mundo de Borjamari y Pocholo junto a mi amigo Juan Cavestany”. Hoy se considera, ante todo, espectador. “Pero hay que conocer la profesión y saber lo difícil que es dirigir: a veces el productor considera que el director debe ser un mero realizador, pero no es así: ha de tener una visión, una autoría, algo que le distinga de los demás”.

Detalles de la oficina en Madrid de Enrique López Lavigne. / RAMÓN PALACIOS-PELLETIER

López Lavigne ha producido, al lado de Fernando Bovaira y Gustavo Ferrada, cintas de Javier Fesser, Daniel Calparsoro, Juan Carlos Fresnadillo y Alejandro Amenábar. Después, ya por su cuenta, se llevó a Fresnadillo a rodar en el extranjero la secuela de una película de zombis. Así logró que un gran estudio (Fox) se implicara en la producción de 28 semanas después. Y la pareja acabó viajando a Los Ángeles (California, EE UU) para participar en un proyecto auspiciado por Steven Spielberg que no salió adelante. Pero sirvió para concienciarse de montar, junto a su futura socia Belén Atienza, Apaches Entertainment. En España. En plena crisis. Juntos produjeron 14 películas, entre ellas algunas de las más taquilleras del cine español como Lo imposible y Un monstruo viene a verme, ambas de Juan Antonio Bayona.

Ahora, en solitario y bajo el nombre de Apache Films, Enrique López Lavigne ha producido en 2016 la épica Oro, de Agustín Díaz Yanes; Verónica, una de terror de Paco Plaza; el musical La llamada, de los Javis –Ambrossi y Calvo–; Maus, debut de Yayo Herrero, y su primera teleserie, Vergüenza, dirigida por el dúo Cavestany-Álvaro Fernández Armero: “Apache también estará en las plataformas digitales nacionales e internacionales. El espectador está demandando historias contadas desde tu sitio y en tu idioma”.

Pero ¿qué aptitudes debe atesorar un cineasta para recibir el flechazo de este apache? “Sentirse libre, poseer pasión por contar algo, tesón y ganas de pelearlo”, responde López Lavigne. Asegura estar rodeado en su día a día de un equipo “maravilloso y mayoritariamente femenino”. “Las mujeres”, prosigue, “tienen mucho que contar, por eso estoy desarrollando con una amiga la nueva pe­­lícula de Paula Ortiz (directora de la La novia, 2015)”. Y concluye: “Mi referente es Elías Querejeta, que estuvo produciendo hasta la última exhalación”.

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