No te presentes para Navidad

Ilustración de Sonia Pulido

Cuando asesinaron a la amante de su marido, Leticia dijo:/

–Max, que tu hija se quede con su abuelita. Aquí ¿quién la criará? Apenas podemos con Fabrizio. Además, ya está acostumbrada con esa señora y no contigo. Traerla sería peor.

–Pero, Lucky, no me da confianza dejar a Sofía con la abuela –dijo Max.

–¿Por qué?

–Es que es una asidua de casinos y verbenas y la encarga a Sofi con la vecina.

–Ajá –dijo Lucky–. Como la finada.

–Además, creo que le habla mal de mí a Sofía.

–¡Miserable!

–Está resentida, pues.

–Pero tú dijiste que ante...

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I

Cuando asesinaron a la amante de su marido, Leticia dijo:/

–Max, que tu hija se quede con su abuelita. Aquí ¿quién la criará? Apenas podemos con Fabrizio. Además, ya está acostumbrada con esa señora y no contigo. Traerla sería peor.

–Pero, Lucky, no me da confianza dejar a Sofía con la abuela –dijo Max.

–¿Por qué?

–Es que es una asidua de casinos y verbenas y la encarga a Sofi con la vecina.

–Ajá –dijo Lucky–. Como la finada.

–Además, creo que le habla mal de mí a Sofía.

–¡Miserable!

–Está resentida, pues.

–Pero tú dijiste que antes era tratable.

–Sí, hasta chupábamos. Cuando visitaba a Monique y a Sofi, le llevaba una garrafita de moscato y la señora Altagracia se picaba. Una vez bailamos el Noa Noa.

–¡Habrase visto…!

–Pero es una rayada también. A ella se le ocurrió que le ocultáramos a Sofía que a Monique la mataron. Dijo que se traumaría, que necesitaría psicólogos, que le dijéramos que viajó a Chile, que esperásemos hasta que Sofía pudiera entender lo que es la muerte de una madre.

–¿Y tú aceptaste esa vaina?, bróder.

–Sí, pues. La cagué, ¿no?

II

Leticia sospechó la infidelidad cuando Max dormido pronunció: “Mmmm, Monique”.

–Exageras, Leti –replicó Max–. No conozco a ninguna Monique.

Pero al tiempo Monique telefoneó a Leticia y le dijo:

–Max me ha preñado.

Entonces Leticia y sus padres corrieron a Max de la casa.

–Me enamoré de Monique –dijo Max–. Tuvimos una época bonita, de pajaritos. Hasta planeamos abrir un negocio de estampados. Y Monique tiraba como nadie, Lucky. ¡Qué hembra! Era un demonio en la cama.

Pero, como al año de nacer Sofía, Monique se desapareció una semana. Luego Max se enteró de que ella se la pasó con La Esfinge, un punk de Atocongo, y la abofeteó en plena avenida Pachacútec.

Después Max se enredó con una de 48 que le financiaba el trago y la coca, una tal Promoción Reynoso. Max visitaba a sus hijos con resaca. Incluso, cierta vez, Fabrizio le preguntó:

–Papi, ¿por qué hueles a gasolina?

Pero cuando le cortaron la cara después de bronquearse con pico de botella en la discoteca new wave Vampiros, Max se tranquilizó. A pedido de Leticia, asistió a Alcohólicos Anónimos con Lucky, se acercó al Cristo de Pachacamilla. Luego le dijo a Monique: “No debo verte más”, y regresó a vivir con Leticia y Fabrizio.

Monique se molestó horrible y le prohibió a Max visitar a Sofía.

III

Max se sentía satisfecho con las compras, pero algo le inquietaba: que Sofía, para Nochebuena, quisiera ver a su madre.

La Navidad de 2013, Max no vio a Sofía. Monique se la llevó a las playas de Trujillo con La Esfinge. Aquella vez, Max y Leticia cenaron chancho al palo, panetón Ricco’s y brindaron con sidra sin alcohol.

La Nochebuena de 2014, Max tampoco vio a su hija. El 24 se puso a tomar menjunje con Lucky y unos proxenetas en el Maquisapa. Se cruzó con Chuchuhuasi y se durmió sobre la barra. Lucky y los cafichos tuvieron que cargarlo a un taxi. Lo enviaron al depa de Promoción Reynoso.

Este 2015, Max quería recomenzar todo con Sofía. Planeaba llevársela a vivir con Leticia y Fabrizio en 2016. Incluso habló con Lucky –ocasional albañil– para construir un dormitorio. Pero antes Max necesitaba reconciliarse con la señora Altagracia. No quería llegar a un juicio por la custodia. Pasaba que Altagracia creía que Max era en algo culpable de la muerte de Monique. Ni quería verlo.

El 22 de diciembre de 2015, Max se dirigió a Mesa Redonda por unos adornos para el árbol y el nacimiento que le pidió Leticia, un sable láser de imitación y un dinosaurio para Fabrizio, una muñeca de Frozen también falsa para Sofía y un wok chino de acero inoxidable para Altagracia.

Caminando por ese mercadillo, Max recordó que hacía años allí hubo un incendio en el que murieron cientos de personas. El fuego comenzó cuando un vendedor probaba un volcán que lanzaba luces de colores. Pasó que una chispa le cayó a un puesto de cohetones y al instante centenares de explosiones se desataron. En minutos, las llamas se propagaron por las galerías y jirones adyacentes colmados de transeúntes. Los bomberos no llegaron a tiempo por los ambulantes que copaban las calles en aquella temporada navideña. Max recordaba las imágenes del siniestro. Gente aventándose de las azoteas. Un Papá Noel en llamas. Cuerpos hechos chicharrón amontonados. Un infierno incandescente.

Ahora una placita con una Virgen recordaba a los fallecidos. Por esa tragedia, se prohibió la venta de cohetes en la zona, pero nadie obedecía. Sobornaban a los inspectores y policías. Max, al tanto de esto, adquirió una docena de pirotécnicos. Sofía se los pidió por Facebook.

Max se sentía satisfecho con las compras navideñas, pero algo le inquietaba: que Sofía, para Nochebuena, quisiera ver a su madre.

IV

Max se casó con Leticia embarazada en un matrimonio masivo en Villa María del Triunfo. Meses después, su primogénita nació pero vivió solo un día. Los médicos les dijeron que no guardaran esperanzas, pero igual Max y Leticia le imploraron al Divino Niño Jesús por un milagro navideño.

Luego Leticia se concentró en su trabajo en Topy Top. Le prescribieron escitalopram y clonazepan. Se volvió distante y fría con Max. Aun así, se embarazó y, como temía perder otra vez a su bebé, se cuidaba. No acompañaba a Max de juerga. Por eso, no estuvo con él en el concierto de Armagedón donde Max conoció a Monique. En realidad, Monique ya le había echado el ojo a Max en un bar de Alipio Ponce y se le mandó con todo. Le dijo cosas sucias.

Cuando Monique quedó embarazada, le pidió a Max que comprara unos óvulos en una botica clandestina del Centro de Lima y que se los colocara en el útero. A los días, Monique sufrió una profusa hemorragia y expulsó el cigoto. Abortaría en otra oportunidad, pero, para la tercera, Max se opuso.

Así nació Sofía.

V

–Max no estaba enamorado de Monique –dijo Lucky en el Maquisapa–. Estaba enchuchado. No sé cómo aguantaba tantos cuernos. Lo que más le ardía era que Monique colgara en Facebook fotos de Sofía haciendo boquita de pato, en bikini, incluso con La Esfinge. Caracho, con tanto degenerado que pulula. Pobre chibola. La pho­toshopeaban. Que Monique se blanqueara y se borrara las arrugas se entendía. Pero ¿la niña? Es que esa Monique se la daba de mamá ideal de Facebook, pero bien que se desaparecía los viernes y la dejaba a Sofía arrimada. Madre ejemplar no era, sino una desnaturalizada. Y qué bueno que a Max se le pasó la obsesión y empezó a tratarla como a una cualquiera. Hasta me propuso un trío con ella. Un pan con pescado. ¡Uf!, bróder, esa Monique no creía en nadie.

Lo que más le ardía a Max era que Monique colgara en Facebook fotos de su hija Sofía haciendo boquita de pato, en bikini.

VI

–Fabrizio y Sofía ya deben conocerse –dijo Max–. De más grandes será más complicado.

–Como me pasó a mí –dijo Lucky–. Cuando conocí a mi hermanastro nos terminamos trompeando.

Luego Lucky contó otra historia:

–Hay una quinceañera de Pamplona que se enamoró de su hermanastro a primera vista y tuvo un hijo con él que le salió mongolito.

A Max esto le parecía una barrabasada más de Lucky, pero igual se acordaba de la historia.

Sin avisarle a Leticia, el 24 de diciembre de 2015, Max y Fabrizio abordaron el mototaxi de Lucky hacia la vivienda de Altagracia y Sofía en Manuel Scorza bajo.

–Tarado –Altagracia jaló a un lado a Max–. ¿No quedaste con Monique que no lo traerías a tu hijo acá? Sofía ni sospecha de su existencia.

–Altagracia, ya quiero que se conozcan. Es Navidad.

–Estás bien cojudo tú, ¿no? ¡Lárgate!

Sofía salió.

–Feliz Navidad, princesita mía –dijo Max–. Aquí está tu regalo.

–¡Elsa de Frozen! Lo máximo, papi. ¿Y mami? Tú dijiste que vendría.

–Ella no puede venir. Tiene mucho trabajo en Chile, pero te traje otro regalo.

–Yo quiero a mi mami.

–Sofi, ¿ves a ese niño? Pues él es tu regalo. Es tu hermano Fabrizio.

–¿Mi hermano?

–Es el hijo que tengo con otra señora.

–¿Qué otra señora?

Cuando anocheció, en el pasaje de tierra, Max y sus hijos prendieron las chispitas mariposa, jugaron con los rascapiés y reventaron los cohetes, silbadores y pokerratas. Max tuvo cuidado. Hacía años vio a un primo volarse el pulgar y a una vecinita morirse por tragarse el rascapiés creyendo que era un chicle globo.

Cuando terminaron, Fabrizio dijo:

–Papi, ya vámonos. Estoy aburrido y quiero mis regalos.

VII

–¿Así que la vieja no te aceptó los obsequios? –dijo Lucky. Leticia retiraba los platos de la cena navideña, pavo al horno con ensalada rusa.

–Ni el moscato ni el wok –dijo Max–. Otra vez salió con que por mi culpa mataron a Monique. Me prohibió entrar y le dejé el wok juntito a la puerta. Ni que lo trajera. ¿Qué le diría a Leti?

Después de que arrestaron a La Esfinge en la frontera, Altagracia se enteró de que, en un concierto subterráneo, Max y Lucky le pegaron a La Esfinge, y que, inmovilizado en el suelo, Max le mostró un vídeo de su celular en que Monique tenía sexo con Max y Lucky. El propósito de Max era herir el honor de La Esfinge, pero no: este terminó dándole tal golpiza a Monique que la descerebró.

–Lucky, creo que la vieja tiene razón –dijo Max tomándose su séptimo vino Gato Negro–. Esa fue la peor mierda que hice en mi vida.

–Ya, Zambo, no te tortures más –le dijo Lucky–. Perdónate. Es Navidad.

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