James Pfaus, el científico punk del sexo

James Pfaus tiene su laboratorio en la Universidad Concordia (Montreal, Canadá). Allen McInnis

LOS OBJETOS que decoran la oficina de James Pfaus son toda una declaración de intenciones: figuritas de animales en distintas posiciones sexuales, carteles de la banda en la que cantó varios años, viñetas de chistes eróticos, una guitarra.

Es uno de los expertos en neuroquímica sexual más admirados del orbe y prefiere que le llamen Jim. La excitación, el placer, el deseo y la inhibición que se cocinan en el cerebro integran sus principales ejes de estudio. Nació en 1958 en Nueva Jersey...

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LOS OBJETOS que decoran la oficina de James Pfaus son toda una declaración de intenciones: figuritas de animales en distintas posiciones sexuales, carteles de la banda en la que cantó varios años, viñetas de chistes eróticos, una guitarra.

Es uno de los expertos en neuroquímica sexual más admirados del orbe y prefiere que le llamen Jim. La excitación, el placer, el deseo y la inhibición que se cocinan en el cerebro integran sus principales ejes de estudio. Nació en 1958 en Nueva Jersey (Estados Unidos) y es profesor de psicología y neurociencias desde 1992 en la Universidad Concordia, ubicada en Montreal (Canadá).

“La sexualidad y la música son los temas que más me interesan en la vida, pero opté por la ciencia y dejé la música como hobby. Nadie me hubiera dado una beca para hacer investigaciones sobre sexo en el sótano donde ensayaba punk con mis amigos”, afirma Pfaus entre risas. Viste zapatillas Converse, bermudas y camiseta rockera.

Pfaus investiga la lujuria de los animales para intentar comprender la nuestra.

De niño ya formulaba infinidad de preguntas sobre el sexo y el interés aumentó con sus primeras experiencias sexuales en la adolescencia: “En las bibliotecas había pocos libros al respecto. Además, no me dejaban consultarlos por mi edad. Finalmente pude revisar obras como las de Kinsey y Masters y Johnson. Sus respuestas no me satisfacían”.

Pfaus se doctoró en Psicología en la Universidad de la Columbia Británica (Vancouver, Canadá) y, a punto de aceptar un puesto de profesor en Seattle, Montreal se cruzó en su camino: flechazo urbano más la posibilidad de realizar las investigaciones que deseaba. Seguía cantando punk, aunque supo que había llegado el momento de prestar la mayor atención a la ciencia.

La excitación, el placer, el deseo y la inhibición que se cocinan en el cerebro integran sus principales ejes de estudio.

The New York Times Magazine ha descrito a Jim Pfaus como experto en la lujuria de las ratas. Es cierto: trabaja sobre todo con estos roedores, ya que poseen idéntica neuroquímica que los humanos y facilitan la recopilación de información. “Estas ratas son las más mimadas del planeta. Comen bien, reciben atención y tienen mucho sexo”, señala Pfaus mientras acaricia una. Subraya la importancia de estudiar a fondo su comportamiento sexual para comprender mejor el nuestro.

En su laboratorio, cuenta con el apoyo de 10 alumnos de posgrado. Uno de ellos es el chileno Gonzalo Quintana Zunino. Afirma que Jim Pfaus combina versatilidad y grandes conocimientos en las aulas. ­También describe cómo es investigar a su lado: “Te trata como a un colega y te da la libertad de encontrar tu ­propio camino”.

El científico y su equipo han realizado numerosos experimentos con ratas en plena faena copulatoria: hembras que reciben combinaciones de sustancias para aumentar el deseo (“viagra femenina”, según la prensa), machos bajo el influjo de drogas recreativas, pelajes impregnados de distintos aromas. También han trabajado con personas, en temas como el impacto de la pornografía y los lazos entre el amor y la atracción sexual.

Pfaus estudia la sexualidad de las ratas, a las que expone a distintas sustancias químicas.

La fama de Jim Pfaus ha rebasado los círculos académicos gracias al don que tiene para describir con sencillez la neuroquímica del sexo ante distintos públicos. Todo fluye cuando las explicaciones las brinda un profesor con sentido del humor y voz curtida en los bares. Incluso cuando le pregunta su hijo, un niño de 12 años que es ahora el centro de su universo. “Está muy informado”, dice el científico. “Sin embargo, ha estado preocupado porque le encanta una compañera del colegio que no le hace caso, aunque dice que no es grave; que hay otras niñas simpáticas en su clase. ¡Me habría ahorrado tanto sufrimiento y humillación en la vida pensando de esa manera!”. Jim Pfaus aprende de las nuevas generaciones.

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