De ‘antimaravilla’ de Quito a barrio turístico

Los vecinos de San Roque de la capital ecuatoriana protegen su patrimonio con visitas guiadas

Calle del barrio de San Roque, en Quito.Edu León
Más información
Cultura para que las ciudades sean más que hormigón y acero
Requisitos para un turismo sostenible
Cómo cambiar la vida de mil millones de personas con menos derechos que los presos
Desafíos hacia la Nueva Agenda Urbana desde América Latina

Una fotografía antigua le devolvió la memoria familiar. La encontró entre la basura de un local del centro de Quito que había cerrado. En la imagen aparecían las vendedoras del Mercado de San Francisco, que se tomaban la plaza del mismo nombre al inicio del siglo pasado. Patricia Pavón, que es vendedora del actual mercado de San Francisco, que con el paso de los años fue reducido y alejado de la plaza, empezó a averiguar por el mercado de antaño y sin querer recuperó una parte de su historia: su abuela había sido una de esas vendedoras, quizás no aparecía en la foto hallada, pero había venido del campo a la ciudad y vendía la tradicional bebida de maíz fermentado que ahora vende su nieta.

El ejercicio de mirar hacia el pasado se convirtió en una rutina para Patricia y una veintena de vecinos del barrio San Roque que se sumaron a un proyecto de la Fundación Gescultura para recuperar el patrimonio vivo del Centro Histórico de Quito, en 2011. Se hicieron llamar Guardianes del Patrimonio y poco a poco redescubrieron su historia y la de su barrio y decidieron mostrarla a través del city tour Caminos de San Roque, que se ha convertido en una suerte de escudo para detener la degeneración del barrio.

El barrio de San Roque corona el Centro Histórico y goza de unas vistas privilegiadas, pero tiene el estigma de ser un sitio inseguro y abandonado, incluso un medio local lo incluyó en el ranking de las antimaravillas de la ciudad. Paola Carrera, vecina de San Roque y coordinadora del proyecto, dice que el desconocimiento podría justificar un intervención en el barrio que ya vive con la amenaza de que el antiguo penal García Moreno, que fue desalojado en 2014, se convierta en un hotel de lujo o un museo que tarde o temprano que modifique la cotidianidad del sector.

El interés de los vecinos-guardianes es demostrar y defender el patrimonio vivo que todavía se puede palpar. Por si acaso se declaran herederos de los primeros habitantes de San Roque, los descendientes de los últimos incas y los primeros mestizos rebeldes que protagonizaron dos capítulos de insurrección en la historia quiteña: el primero cuando los sanroqueños protagonizaron la primera manifestación en contra de los tributos coloniales, en 1592, y cuando encendieron la mecha de la Rebelión de los Barrios, el antecedente de la independencia de la Real Audiencia de Quito, en 1765.

El interés de los vecinos-guardianes es demostrar y defender el patrimonio vivo que todavía se puede palpar

El itinerario del city tour arranca en el local del artífice de los retoques, Gonzalo Gallardo, que pertenece a la cuarta generación de restauradores de imágenes religiosas, pero que debe su fama a un preparado de óleos que desaparece cicatrices y lastimados. La gente llega con magulladuras como las imágenes religiosas y a cambio de un par de dólares salen restaurados.

La visita al último molino de piedra de la ciudad, que funciona con un motor de la Segunda Guerra Mundial y resiste a la modernidad es una de los joyas del recorrido. Francisco Calvopiña cuenta que el molino ha estado en manos de su familia desde hace medio siglo y aún produce harina de maíz, haba y cebada tostada, aunque cada vez menos compradores.

La ruta también pasa por las tiendas de los artesanos de sombreros que vienen haciendo lo mismo desde hace tres generaciones, pero que ahora pierden terreno por las imitaciones chinas. César Anchala, que se presenta como sombrerero, cuenta que dedica hasta tres días para confeccionar un sombrero, y que es imposible competir con la producción en serie.

Finalmente se visita a los puestos de las sanadoras que mantienen viva la tradición de curar un espanto, un mal aire, o un mal de ojo a base de hierbas y rezos, como Rosa Lagla que aprendió el oficio de sus abuelos que curaban en la plazas de la ciudad y que eran perseguidos y acusados de brujería.

El camino que andan los vecinos-guardianes lleva también hasta la iglesia de san Roque, donde se encuentra una pintura del siglo XVII de la Virgen del Rosario, conocida como Nuestra Señora la Borradora. Originalmente estuvo en la cárcel de la Real Audiencia de Quito y la leyenda cuenta que ayudó a un condenado a muerte por un crimen que no cometió. Su sentencia fue borrada dos veces del papel. Entonces no es raro ver en la iglesia un eterno peregrinar de familiares de personas que tienen cuentas pendientes con la ley que piden que se repita el milagro.

Los anfitriones barriales no tienen cifras de cuántos turistas han llegado a San Roque desde que empezaron a recorrerlo. Quizás unos pocos miles porque su promoción se limita al Facebook. De cualquier manera este año puede ser el mejor porque consiguieron que una mayorista de turismo los incluya en sus paquetes de recorridos urbanos. La coordinadora del proyecto dice que para noviembre, por ejemplo, recibirán a 200 franceses que vendrán a través de los gestores turísticos.

Más información

Archivado En