África No es un paísÁfrica No es un país
Coordinado por Lola Huete Machado

El largo y cálido verano africano: #LintonLies

Barbie Savior existe, tiene una larga melena rubia, es escocesa y responde al nombre de Louise Linton. Realizadora, modelo, actriz y ahora novelista, es plausible que no pudiera imaginarse que un pequeño extracto de su obra In Congo's Shadow, publicado a principios de junio en The Telegraph, pudiera montar un revuelo internacional vía redes sociales con epicentro en el país del que habla, Zambia, y por extensión, en la región y el continente africano. Un revuelo que la desacreditó como autora y la obligó a desaparecerse del mundo editorial y de las redes sociales.

La historia comenzó cuando Linton pasó un año de voluntaria en Zambia, siendo apenas una adolescente. Una experiencia breve y quizás intrascendente que magnificó vía novela aubiográfica, confirmando el adagio que bastantes africanos repiten en medios sociales con frecuencia: basta que un blanco extranjero se pase una temporada en algún punto del continente africano para que se convierta en un experto en él y pueda escribir novelas, dar conferencias y montar exposiciones con su experiencia con autoridad.

Louise Linton llevó su recreación de la experiencia zambiana un punto demasiado lejos y lo hizo en internet. En sus páginas figura como protagonista de una guerra, la de la República Democrática del Congo, que tocó tangencialmente Zambia vía refugiados. Sin pudor, se dibuja enfrentada a fauna salvaje, rebeldes desatados, pobreza abyecta y todo tipo de peligros y se envuelve en un halo de candidez cuya frontera se difumina con la estulticia. Para hacerse una idea de lo que Louise Linton escribe, aquí van algunos fragmentos:

I had come to Africa with hopes of helping some of the world’s poorest people. But my gap year had become a living nightmare when I inadvertently found myself caught up in the fringes of the Congolese War.

My innocent dreams of teaching the villagers English or educating them about the world now seemed ridiculously naïve. With a cheery smile, I’d waved goodbye to Dad and jumped on a plane to Africa without researching anything about its tumultuous political history or realising that my destination – Lake Tanganyika – was just miles from war-torn Congo.

But I soon learned that Africa is rife with hidden danger. I witnessed random acts of violence, contracted malaria and had close encounters with lions, elephants, crocodiles and snakes. As monsoon season came and went, the Hutu-Tutsi conflict in neighbouring Congo began to escalate and then spill over into Zambia with repercussions all along the lake. Thousands of people were displaced and we heard brutal tales of rape and murder.

Now that I’m a grown woman living in California and pursuing a very different dream – as an actress and film producer – I know that the skinny white girl once so incongruous in Africa still lives on inside me. Even in this world where I’m supposed to belong, I still sometimes feel out of place. Whenever that happens, though, I try to remember a smiling gap-toothed child with HIV whose greatest joy was to sit on my lap and drink from a bottle of Coca-Cola. Zimba taught me many beautiful words but the one I like the most is Nsansa. Happiness.

Zambianos y africanos en general se dedicaron a derribar el avance de la obra párrafo a párrafo.

Hubo críticas a la exactitud de relato, desmentido por Gerard Zytkow, propietario de un albergue cercano a la zona donde Linton fue voluntaria en la misma época y que puso en solfa fechas y hechos. Muchos de sus estupefactos lectores hablaron de una parodia y alguno llegó a aventurar que tras la foto de una estilizada mujer blanca que acompaña el texto, plagado de tópicos, inexactitudes y simples idioteces, se escondía la pluma corrosiva de, por ejemplo, Binyavanga Wainaina. Medios y plataformas como Okayafrica le dedicaron artículos cargados, a partes iguales, de incredulidad y de vitriolo. Hay ingeniosas respuestas a lo suyo por parte de locales y expatriados, un hashtag en su honor, #LintonLies, y una cuenta de twitter en clave de parodia también, @LittleZimba, que se burla de ella en nombre del niño seropositivo y con una sonrisa desdentada al que ponía en su regazo para compartir una cocacola. La presión social ha logrado retirar el texto de internet y arrancar una disculpa al Telegraph. También ha borrado a Linton de las redes sociales y al libro de las estanterías de las librerías.

Taking care of Zimba, while dodging Rebels,& wildlife close calls in Africa's darkest jungles of Zambia. #LintonLies pic.twitter.com/iSDs0JO9x1

— Lusé Fiasco (@Skip_toMyLu) July 4, 2016

#LintonLies https://t.co/6RSTS7VqxM

— Rosebell Kagumire (@RosebellK) July 4, 2016

White Savior Complex on steroids. It has to be a parody, right? #LintonLies https://t.co/ipDZNNT11z

— Ryan Kohls (@ryankohls) July 4, 2016

Ugh. Do people still think we don't have internet in Africa? In the 'jungle'. That we'll never read what they write about us. #LintonLies

— Sithé Annette Ncube (@_LadySith) July 4, 2016

El caso Linton abrió el verano africano en redes sociales y mostró el poder democratizador de Twitter y la fuerza de la solidaridad panafricana. Lo que realmente irritó a la mayoría de los que utilizaron el hashtag #LintonLies fue la descripción la Zambia de los años 90 que aparece en la novela y que nada tiene que ver con el país. Aemás, por supuesto, del aire a carne de guión de película colonial, a lo Tarzán o La reina de África, que traspiraba el avance de la novela: de nuevo, la negritud y la barbarie como fondo de la historia del blanco salvador, rubísimo, iluminado, armado con cocacola y buena voluntad.

El caso Linton nos recordó, de nuevo, que las redes sociales globalizadas imposibilitan que alguien pueda escribir o decir algo sobre África en internet y pase sin contestación, desapercibido, sin rectificación, sin escarnio. Un buen aviso para todos nosotros, navegantes.

Comentarios

Esto me recuerda a tantos periodistas que están de paso y se atreven a publicar en periódicos de gran tirada.

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