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Etiopía, el país con más refugiados de África

Etiopía es el mayor receptor de personas refugiadas en el continente africano y el quinto del mundo

Serha Yusif huyó de la guerra en su país en 2011 para proteger a sus cinco hijos. Hace sólo tres meses que está en Addis Abeba junto a su marido y los últimos cinco los han pasado en un campo de refugiados. Estando allí, su hija de 13 años sufrió abusos sexuales, el agresor fue arrestado y murió en prisión. Tenían miedo de represalias por su muerte y salieron del campo por seguridad. Su hija ahora porta el VIH. Acaba de llegar al centro del Jrs en Addis, donde están recibiendo orientación y apoyo psicológico. Etiopía es el mayor receptor de personas refugiadas en el continente africano y el quinto del mundo. Las personas refugiadas provienen de países fronterizos como Yemen, Eritrea, Sudán, Sudán del Sur o Somalia. Huyen de las guerras en sus países o de la sequía que afecta a la región en busca de un futuro digno.
Rabah Issa tiene 33 años y es sudanesa. Huyo de su país en 2011 con sus dos hijos. “Estaban disparando y bombardeando las casas, teníamos que irnos de allí. Mi marido estaba trabajando fuera, no podíamos esperarle, no sé nada de él”. Han pasado cinco años en un campo de refugiados. “Es muy difícil estar en un campo cuando eres una mujer y estas sola”. Hace sólo ocho meses que está en Addis Abeba y asiste a las clases de informática en el centro de refugiados. “Es muy bueno para mí, a pesar de que la vida aquí es difícil, estoy aprendiendo un oficio, por si vuelvo a Sudán poder trabajar”. Sus hijos Eliab Asami de 12 años y Mandyh Asami de siete van al colegio también. “Quiero tener bien a mis hijos, que aprendan todo, inglés, matemáticas, ciencias, es su fututo para cuando la paz vuelva” La mayoría de personas refugiadas permanecen en campos, pero algunos llegan también a la capital. Sólo en Addis Abeba hay unos 8.000 refugiados urbanos registrados, aunque la cifra podría ascender a 13.000, ya que muchos no se registran por miedo a ser enviados de vuelta a alguno de los 23 campos del país.
El Servicio Jesuita a Refugiados tiene en Addis Abeba con el apoyo de Entreculturas un Centro Comunitario. Es el único centro de acogida en la capital y es un lugar especial, un lugar en la ciudad donde las personas pueden sentirse apoyadas, recibir ayuda psicológica, clases de inglés, de informática o de música y donde los más pequeños pueden ir a la escuela. El centro acoge a más de 500 personas cada día de diferentes nacionalidades: eritreos, somalíes, sudaneses, sursudaneses, yemeníes, congoleses, ugandeses, entre otros.
Mohammed Hussein tiene 35 años y es yemení. Huyo de su país en 2009, donde trabajaba para las fuerzas especiales hasta que le pidieron que matara a gente. “En ese momento decidí irme, no quería matar a personas, no quería ser un asesino”, asegura. Cruzó en barco hasta Djibuti y después entró en Etiopía. Llego a Addis Abeba el mismo día que Michael Jackson murió, dice varias veces. “La vida es muy difícil, el dinero no es suficiente, me quiero ir de aquí, quiero libertad”. Confiesa no estar bien psicológicamente, y acude al centro porque aquí se siente bien.
Vista aérea de uno de los campos de refugiados cerca de la frontera con Somalia. Dollo Ado es uno de los campos de refugiados más grandes del mundo. Alberga a 213.232 personas. Dollo Ado empezó a recibir refugiados de Somalia en 2010. Situado en el sureste de Etiopía, está a tan solo 70 kilómetros de la frontera somalí y está dividido en cinco campos: Hilaweyn, Bokolmanyo, Buramino, Melkadida y Kobe.
Una mujer acaricia un niño, en el centro de nutrición de menores en uno de los campos de Dollo Ado. Las personas que están en estos campos abandonan Somalia por dos razones: la sequía que conlleva malas cosechas y una situación de violencia generalizada que proviene de grupos armados (especialmente en territorios controlados por Al Shabaab). A esta realidad se suma que a día de hoy, Etiopía y el Cuerno de África están afrontando la peor sequía en más de 30 años debido a El Niño, fenómeno caracterizado por el calentamiento anormal de la temperatura superficial del mar en el océano Pacífico ecuatorial central y oriental y que afecta a los patrones de lluvia y temperaturas. Se produce cada dos a siete años y dura hasta 18 meses. Este fenómeno se intensifica con el cambio.
Unas niñas salen de clase en el campo de Melkadida, cercano a la frontera con Somalia. El objetivo de la intervención es establecer mecanismos que consigan estructurar la vida de estas personas y normalizarlas, reforzando la integración social y prestando especial atención a la juventud; proveyendo educación, servicios psicosociales y actividades recreativas. Se trabaja especialmente con mujeres, jóvenes y adultos en general en situaciones de especial vulnerabilidad, ofreciéndoles un entorno seguro y atención psicosocial.
Mohamed Herse somalí de 43 años, huyó de su país en 2010, después de que Al Shabab le disparara y le tirara a una hoguera. Tiene la espalda totalmente quemada y una herida de bala en el pecho. “Por las noches no puedo dormir, las heridas me duelen mucho y la ropa se me pega al cuerpo con el calor, ese es mi mayor problema aquí. No he podido tener hijos, porque ninguna mujer quiere estar conmigo a causa de mis heridas. No me encuentro bien, mi salud no es buena. Si tuviera medicinas, seguro que me sentiría mejor y podría hacer más cosas”. Mohamed es una de las personas que el JRS está acompañado con apoyo psicosocial en el campo de Melkadida, en Dollo Ado. “No puedo volver a mi país, lo están bombardeando. No soy el único, hay mucha gente como yo a la que le han hecho lo mismo, o que directamente les han matado. El mensaje que quiero lanzar es que por favor me ayuden”, pide.
Vista del campo de Melkadida. El Servicio Jesuita a Refugiados, de la mano de Entreculturas, comenzó su trabajo en Dollo Ado en el año 2010. En un primer momento, el área de intervención se centró en Melkadida, el segundo campo que se construyó y que alberga principalmente a personas que huyen de la sequía y de las malas cosechas de las regiones de Mogadiscio y Gedo. Este campo acoge a 45.136 personas.
Una mujer refugiada junto a sus hijos en el campo de Melkadida, Allí, el 54% de la población son mujeres y el 66% son menores de 18 años, etapa fundamental para el desarrollo personal. Los proyectos educativos de formación para adultos en oficios como incluyen sastrería, diseño de tatuajes de henna, talleres de bordados, peluquería y fontanería.
Miles de somalíes y eritreos que se habían refugiado en Yemen en los últimos años se están viendo obligados a regresar a África en la peligrosa ruta marítima del Golfo de Adén. Todavía hoy, algunos se aventuran a subirse a una patera para cruzar el Golfo de Adén desde las costas de Somalia y Eritrea hacia Yemen, pero desde el estallido de la guerra en este último país en marzo de 2015 la ruta ha cambiado de dirección y se ha convertido en una vía forzosa de vuelta.
Monira Ali Ahmed, somalí de 22 años. Ha sido dos veces refugiada, a causa de la guerra en ambas ocasiones. Salió de Somalia hacia Yemen y ahora ha tenido que volver a Etiopía. En Yemen estaba en la universidad, terminando su carrera de empresariales, pero tuvo que huir con su familia hacia Etiopía sin su certificado de estudios. Está en Kobe desde hace tres meses y siente que su vida está totalmente parada. “Estaba estudiando y caminando en mi futuro y ahora me encuentro aquí, en el campo de refugiados, donde no puedo hacer nada”.
Unas mujeres vuelven de recoger agua en el campo de Kobe. En los últimos meses miles de familias somalíes y eritreas han llegado a las costas africanas y ahora viven refugiados en los campos de Etiopía, el país que más refugiados acoge en África y que se enfrenta a una de las mayores emergencias humanitarias del planeta, la sequía por los efectos del fenómeno climático El Niño que afecta a más de 10 millones de personas.