La intolerancia a la lactosa parece un mal reciente. Décadas atrás no era habitual oír hablar de esta singularidad. Sin embargo, parece que ya Hipócrates describió sus síntomas, nada menos que 400 años a. C., según se lee en el estudio Intolerancia a la Lactosa, una Patología Emergente, de Pedro Gil Gregorio, Jefe de Servicio de Geriatría del Hospital Clínico San Carlos. Aunque no se reconocieron sus síntomas clínicos hasta hace menos de 50 años.
Lo primero que debemos tener claro es qué significa ser intolerante a la lactosa. Lo cuenta Ana Luzón, médico nutricionista, vicepresidenta de la Asociación Española de Gastronomía y Nutrición y creadora de la Dieta Luzón: “La lactosa es el azúcar de la leche. Se trata de un disacárido formado por glucosa y galactosa. Para poder ser absorbido en el intestino necesita de un enzima que lo desdoble en esos dos azúcares: la lactasa. Cuando hay déficit de lactasa en mayor o menor grado, se produce la intolerancia. El déficit puede aparecer en cualquier momento de la vida o se puede producir de modo pasajero tras un proceso inflamatorio intestinal”. Algunos de sus síntomas, descritos en Intolerancia a la Lactosa, publicado por la Fundación Española del Aparato Digestivo son: dolor abdominal, gases, retortijones, enrojecimiento perianal, hinchazón abdominal, diarreas o náuseas. Los datos que se manejan se refieren a un tercio de la población española con problemas para digerir la lactosa.
Cuando a uno le diagnostican esta patología, piensa en eliminar la leche de la dieta. Antes de sucumbir a esta drástica solución, es importante tener en cuenta qué aporta este alimento y qué otras opciones existen y recomiendan los médicos. Y es que renunciar a la leche es renunciar a un alto contenido de nutrientes, puesto que su composición es muy equilibrada, con proteínas de alta calidad, lípidos, hidratos de carbono, vitaminas y minerales, especialmente calcio y fósforo. Luzón: “Muchos de los nutrientes de la leche no son igual de eficaces si se consumen a través de otras fuentes. Es el caso del calcio (excepción hecha si se consumen huesos de animales o espinas de pescado). Los vegetales con contenido de calcio en su composición o el calcio tomado como suplemento no es tan útil para nuestro organismo como el que contiene la leche. Otro tanto se puede decir del resto de nutrientes que aporta, como el fósforo, las vitaminas A, E y D. Es difícil encontrar un alimento que contenga todos esos nutriente juntos”.
La solución a la intolerancia pasa por consumir leche de vaca, sin lactosa o con lactosa hidrolizada. “Si hay un problema de intolerancia a la lactosa, al suprimir la lactosa de la leche desaparece la intolerancia. Los pediatras están insistiendo mucho en que no se prive a los niños de este alimento porque el riesgo de que su desarrollo no sea adecuado es casi seguro. En cuanto a los adultos, siempre y cuando la intolerancia no sea muy severa, se puede optar, además, por quesos no muy grasos y fermentados lácteos para garantizar un aporte diario suficiente de los minerales y vitaminas que contienen”, concluye la creadora de la dieta Luzón.
BuenaVida no se hace responsable ni comparte necesariamente las opiniones y/o datos expresados o difundidos a través de este artículo
Puedes seguir Buenavida en Facebook, Twitter, Instagram o suscribirte aquí a la Newsletter.