Perfil

El trono de Emilia Clarke

CUANDO la Madre de Dragones se pasea por las calles de Hampstead, ninguno de sus vecinos en este bucólico barrio del norte de Londres parece percatarse de la presencia de una de las reinas más célebres de la era televisiva. Emilia Clarke asegura que su vida paralela al universo fantástico de Juego de tronos es absolutamente “normal” y que, una vez despojada de la peluca rubia platino de Daenerys Targaryen, vuelve a convertirse en una campechana chica inglesa tan irreconocible para el carnicero local como ajena al a...

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CUANDO la Madre de Dragones se pasea por las calles de Hampstead, ninguno de sus vecinos en este bucólico barrio del norte de Londres parece percatarse de la presencia de una de las reinas más célebres de la era televisiva. Emilia Clarke asegura que su vida paralela al universo fantástico de Juego de tronos es absolutamente “normal” y que, una vez despojada de la peluca rubia platino de Daenerys Targaryen, vuelve a convertirse en una campechana chica inglesa tan irreconocible para el carnicero local como ajena al aparatoso equipo de seguridad que tiene durante los rodajes de la serie.

Lo cuenta a raíz del estreno de su última película, el drama romántico Antes de ti (llega a España el 1 de julio), a cuya cándida protagonista identifica con su alter ego, “una patosilla alegre y de gran corazón, que siempre sabe ver el lado positivo de las cosas y a la vez se preocupa por todo”, dice en esta entrevista en Londres. Así se retrata a sí misma esta intérprete de 29 años, en las antípodas de la épica heroína de la ficción creada por George R. R. Martin, que a lo largo de seis temporadas de la serie de la cadena HBO ha catapultado el nombre de Emilia Clarke desde la nada profesional a la condición de estrella.

Es cierto que la personificación de la Reina de los Ándalos, Khaleesi y Señora de los Siete Reinos resulta al natural mucho más luminosa y también menos exuberante que ese personaje que arrastra a millones de seguidores. Con sus 1,57 metros de altura, la expresión jovial de unos ojos enormes y el trato próximo y afable, Clarke podría pasar perfectamente por una simpática vecina de al lado similar a la retratada en el libro superventas de Jojo Moyes Me Before You, cuya adaptación cinematográfica protagoniza; una joven de provincias apegada a sus pequeñas rutinas que no sabe de los ajetreos de filmar una serie en Irlanda del Norte, en España, Croacia o Islandia, ni de transitar continuamente desde Londres hacia el otro lado del Atlántico para labores promocionales o en calidad de nominada en la ceremonia de los Premios Emmy. Pero, por primera vez en su corta aunque meteórica carrera, Clarke asegura no haber precisado de transformaciones físicas ni emocionales para hacer suyo un papel “después de tanto tiempo interpretando a un catálogo de mujeres categóricamente fuertes y arrolladoras”. Como la Daenerys explotada sexualmente en su juventud, y que acaba transformándose en una líder enérgica de los pueblos oprimidos. O la musculosa Sarah Connor, cuyos bíceps tuvo que trabajarse en maratonianas sesiones de gimnasio antes de acompañar a Arnold Schwarzenegger en Terminator Génesis (2015), la última entrega de la saga.

“¡No! Nunca me hubiera imaginado como una heroína de acción”, admite sobre este aguerrido rol que le abría las puertas de la cinematografía de Hollywood, “aunque, en realidad, todo lo que he hecho hasta ahora contradice lo que debería haber sido mi estereotipo como actriz”. Por eso le sorprendió tanto encontrar en el libro de Moyes a un personaje que, al margen de la casi coincidencia en el apellido (su sosias de la ficción se llama Lou Clark), “es exactamente como soy yo, con una fortaleza que no precisa de dragones ni de armas, y que se apoya en la propia individualidad. Madonna, por ejemplo, me parece fuerte precisamente por ser como es…”.

La directora de Antes de ti, Thea Sharrock, corrobora lo fácil que se lo puso Emilia durante la producción de la película: “Se parece mucho a Louisa”. Y considera más impresionante aún cómo, seis años atrás, una actriz entonces casi novicia “consiguió aguantar el tipo a la hora de presentarse a la prueba de casting de Juego de tronos y decirse: ‘Puedo hacerlo”. La propia aspirante desconfiaba de sus opciones cuando, apenas dos años después de graduarse en la escuela de interpretación, acudía a aquella audición de la HBO provista de un currículo que solo incluía un telefilme de ciencia-ficción (Triassic Attack, 2010) y alguna aparición esporádica en el culebrón de la BBC Doctors. Para empezar, los productores buscaban a una joven rubia, alta y esbelta; ella, en cambio, tiene la melena castaño oscuro, es bajita y sus formas bien proporcionadas no responden al canon tan en boga de la extrema delgadez. Pero al cabo de unas semanas volaba a Los Ángeles para una nueva prueba de cámara, cuando ya se había filmado el piloto de la serie con otra intérprete inglesa (Tamzin Merchant) que no convenció. “Probamos con muchas actrices y ninguna funcionaba. Entonces apareció el vídeo del casting de Emilia y nos dimos cuenta de que Daenerys era ella, la clase de persona por la que muchos se jugarían la vida”, ha relatado hasta la saciedad el productor ejecutivo de la serie, David Benioff.

Aquel fichaje estelar de una completa desconocida no sorprendió a Seb Harcombe, uno de sus antiguos tutores en la escuela de interpretación Drama Centre de Londres, quien la recuerda como “una de las top de su clase, rebosante de talento y trabajadora incansable, pero a la vez una chica divertida que nunca se tomaba demasiado en serio los reveses”. El profesor se topó un día con Emilia por los pasillos, antes de una representación de alumnos, embutida en un vestido rojo que apenas le permitía moverse. “En lugar de parecer contrariada, no paraba de reírse de la situación y de sí misma”, es la anécdota con la que ilustra una personalidad de hierro.

“La mayoría de mis alumnos salen de la escuela en busca de personajes dramáticos que estén al alcance de sus registros”, explica el maestro de actores, “pero cuando empiezan en el mundillo acaban transigiendo ante lo que se les pide por miedo a perder un trabajo. A Emilia eso no le afectaba, es el tipo de persona que está muy contenta consigo misma y se presenta ante la industria tal cual es, sin pretender simular otra cosa. Me la imagino en una sala de casting donde le dicen que quieren a una chica alta y rubia y ella, sin inmutarse, despliega todas sus cualidades y acaba ganándose el papel”.

Ese papel de la sufrida reina, al que la actriz siempre se refiere con el apelativo cariñoso de Dany, acabó resultando uno de los más populares y mejor desarrollados de la megaproducción televisiva, la serie más vista en la historia de la HBO: la temporada pasada, reunió casi 20 millones de espectadores por episodio solo en Estados Unidos; también lleva cuatro años liderando la lista de series más pirateadas: el capítulo final de la temporada 5 tuvo 14,4 millones de descargas. Ha sido el pasaporte de Clarke hacia la profesión por la puerta grande: “Juego de tronos lo ha significado todo para mí, fue mi primer trabajo decente desde que dejé la escuela de interpretación. Ha perfilado mi vida entera. Es y seguirá siendo la piedra de toque de mi carrera muchos años”.

¿Cómo se imaginaría hoy si no se hubiera cruzado en su camino? “Me gustaría pensar que podía haber sido cualquier otra cosa, y de hecho hubo momentos en los que tuve que replantearme mi vocación. Pero en el fondo sabía que nada iba a frenarme”, subraya con la misma determinación que la llevó a anunciar a sus padres que quería ser actriz “cuando todavía era demasiado joven para saber de qué estaba hablando”. Nacida en Londres en 1986, aunque criada en Berkshire, ese fue su propósito desde que su padre la llevara de muy niña a ver el musical Show Boat, en el que trabajaba como ingeniero de sonido. La cría quedó fascinada por un mundillo en el que acabaría enrolándose una vez finalizados sus estudios.

Los años de formación en el Drama Centre le permitieron por primera vez explorar y enamorarse de la capital británica, desde uno de sus enclaves más verdes y encantadores. “En aquella época vivía en un piso económico para estudiantes en Hampstead, pero después de graduarme ya no podía permitírmelo porque tocaba pagar los impuestos municipales. Y tuve que trasladarme a la zona de Dalston, en el este, antes de que fuera cool, cuando era barata y daba miedo”. La aspirante se dedicaba a vender por la calle entradas del Museo del Cine de Londres cuando le llegó la llamada de Juego de tronos. “Estaba en paro y cogía cualquier cosa para llegar a fin de mes, trabajé en un catering, en un bar, en un call center…”.

Hace ya tiempo que, gracias a sus bien engrasados recursos, regresó a aquel barrio que fue su punto de partida, y vive instalada en una casita de estilo georgiano colindante al inmerso parque de Hampstead Heath. Cuesta creer que nadie reconozca a la estrella mientras deambula por las tiendas de High Street; más bien se trataría de la actitud relajada de un vecindario acostumbrado a encontrarse con rostros famosos, pero discretos, como el escritor John le Carré, cliente del colmado italiano. “Quizá no resulte del todo irreconocible, pero no suelen pararme por la calle. No ando rodeada de guardaespaldas y mi día a día cuando no trabajo es bastante normal”, asegura.

Ni se plantea mudarse a Hollywood, aunque en la práctica viva entre las dos orillas del Atlántico. “Londres es la esencia de quien soy”, explica, “y tampoco puedo concebir un mundo en el que no estén cerca mi familia y mis amigos, que son los mismos desde hace 10 años. ¡Y además no me gusta Donald Trump!”. Emilia cree que retener su hogar en esta ciudad la ayuda a seguir teniendo los pies en el suelo, “aunque sea muy difícil en un trabajo que te exige continuamente que hables de ti misma. Cuando tú eres el producto que vendes, es muy fácil sentirte la persona más importante de la habitación”.

Lo dice quien fuera proclamada el año pasado por la revista Esquire “la mujer viva más sexy”, una etiqueta a la que replica soltando un verso de Rudyard Kipling: “Si puedes encararte con el triunfo y el desastre, tratando de la misma manera a esos dos impostores…” (del poema Si…). “Así es como intento vivir mi vida. Disfrutar de lo bueno pero sin convertirlo en la razón de vivir, y no permitir que lo malo me afecte demasiado. Buscar el equilibrio entre los altos y los bajos porque en esta carrera todo acaba siendo espuma, y lo que hoy está de moda quizá no lo esté mañana. Entonces tendría que levantarme y espabilar igualmente, quizá llamar a mi madre o a mi mejor amiga para que me consolaran, pero no sería ninguna tragedia”.

No parece que eso vaya a ocurrirle en un futuro inmediato, cargado de proyectos como el próximo thriller de Phillip Noyce, Above Suspicion, y abierto al reciclaje de Emilia Clarke en una heroína dulce y romántica de la mano de la cinta Antes de ti. Este papel de una chica del campo inglés contratada como inexperta cuidadora de un hijo de clase alta confinado a una silla de ruedas (el actor Sam Claflin, de Los juegos del hambre) es muy del gusto de Hollywood, donde ya ha puesto una pica. Pero la actriz se declara “decidida” a escarbar otras posibilidades, como crear sus propias películas: en la entrevista solo accede a revelar que está escribiendo el guion de una comedia junto a una amiga de los tiempos del Drama Centre, y poco más.

De momento, sigue encarando a Daenerys en una sexta temporada (se prevé que tenga al menos ocho), donde su personaje sigue sobreviviendo a la criba implacable de Juego de tronos. La actriz ha ganado poderío en la producción y se dice que los guionistas se lo piensan hoy dos veces antes de escribirle escenas de desnudo como las que proliferaron al principio. Por mucho que le moleste que todo el mundo la retratara entonces como “la que se quita la ropa”, Clarke se irrita ante la sugerencia de que la modelo Rosie Mac ejerciera de su doble de cuerpo. “Esa chica tan guapa solo es mi sustituta en las pruebas de iluminación. Me he desnudado siempre que lo requería el guion y estoy orgullosa de decir que lo que se ve en la pantalla es mi cuerpo, para mejor o peor, parezca mi culo flácido o demasiado grande. ¡Representemos la realidad!”.

Clarke es una de esas actrices inglesas hasta el tuétano, que neutraliza los agobios de las escenas más comprometidas con una taza de té, e intenta no ofuscarse ante los brillos de la fama. Lo que persigue es una carrera “duradera y variada”, dirigida desde su refugio de Hampstead cuyas paredes rebosan de obras de arte. Aunque no confiesa sus autores: “Tras cada pintura hay una historia, y yo me dedico a contar historias. ¿Por qué no despertarme con la inspiración de esos genios sobre lo que siempre he querido hacer en mi vida?”.

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