‘Fast & Furious’ | Paternidad sobre ruedas

Por mucho pañuelo y mucha mochilita adaptable a lo Hodor para transportar al bebé, lo más cómodo es conducir un carrito

Incluso con un modelo de lujo, Vin Diesel no quiere ir en el carrito.

De pequeño, yo quería tener El coche fantástico o la furgoneta del Equipo A. Pero pasaron los años y todo eso quedó en ilusiones infantiles. Como muchos guionistas, vivo feliz sin carnet de conducir. Total, nos pasamos el día en casa y cuando hay que ir a la típica tele que está en un polígono, sabemos llamar un taxi.

Así que mi faceta de conductor estaba latente ...

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De pequeño, yo quería tener El coche fantástico o la furgoneta del Equipo A. Pero pasaron los años y todo eso quedó en ilusiones infantiles. Como muchos guionistas, vivo feliz sin carnet de conducir. Total, nos pasamos el día en casa y cuando hay que ir a la típica tele que está en un polígono, sabemos llamar un taxi.

Así que mi faceta de conductor estaba latente como un espía soviético dormido, esperando a que alguien lo activara. Y de repente me encuentro a los mandos de un X-Wing con un copiloto R2D2 muy peculiar: mi hija.

Los bebés son adorables, pero llevarlos en brazos más de media hora te deja para el arrastre o te convierte en un Mister Olimpia de brazo hipermusculado. Por eso, por mucho pañuelo y mucha mochilita adaptable a lo Hodor para transportar al bebé, lo más cómodo es conducir un carrito.

Pero no todo es perfecto: cuando la niña berrea porque no quiere ir sentada, me toca llevarla con un brazo y además con la otra mano manejar el timón del cochecito sin atropellar a nadie. Eso es multitasking y no el windows 10.

Y no olvidemos el momento Spiderman: sin soltar al bebé y con la puerta del ascensor que se me cierra encima, tengo que sacar una rueda para que el trasto entre, aparcar el carro dentro con un pie, entrar yo y la criatura, y apretar el botón con la nariz antes de que llame un vecino de esos que gritan "¡ascensoorrrrrr!" aunque estén jubilados, y aparezcamos en su rellano para verle la cara rabiosa.

¿Recordáis el mambo taxi de Mujeres al borde de un ataque de nervios? Pues los carritos los acabamos tuneando igual. Con su plástico por si llueve, con sus botellas de agua, su bolsa con mil cosas de "por si acaso", sus muñecos colgantes... Muchos nómadas viajan más ligeros de equipaje que nosotros cuando damos una vuelta a la manzana.

De hecho, vamos tan cargados que, a la que liberamos al bebé, el peso de la bolsa encabrita al cochecito como un toro empastillado en los Sanfermines. Recoger con un brazo el vehículo volcado mientras tu bebé se te agarra a la cara en plan koala es humillante... pero puede superarse con creces. Cuando toca doblar el dichoso cochecito.

En la tienda todos son fáciles de doblar. El vendedor lo hace con el pie y delicados movimientos de bailarín profesional. Si a ti tampoco te sale, no te frustres.

¡Piensa que ellos se dedican a esto! Antes de contratarlos los entrenan durante años en cuevas oscuras con los ojos cerrados, doblando miles de carritos sólo con el tacto.

Y cuando lo intentas tú en la calle, con el taxista esperando, el coro griego grita: "Toca la palanquita". Eso ayuda tanto como gritarle a un artificiero "corta el cable bueno". Hasta aquí llegamos.

Después de un año de primerizo, sólo os puedo dar dos consejos: pedid taxis modelo furgoneta donde directamente quepa el trasto entero en el maletero, y sobre todo, para doblar bien el carrito, sacad primero al bebé.

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