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Los prófugos eritreos de Addis Abeba

Etiopía acoge el mayor número de refugiados en África 700.000 personas. La mayoría son eritreos que huyen de la represión

Los eritreos huyen de una tierra donde el servicio militar es obligatorio e indefinido para la mayoría de la población, mujeres y ancianos incluidos, y está retribuido con un sueldo mensual de aproximadamente 30 euros brutos.

Muse, de 14 años, vive en Mebra Hailt. Se encuentra en Addis Abeba desde hace ocho meses. En su cama están los medicamentos que tiene que tomar cada día y su Biblia. Muse padece diabetes y abandonó Eritrea porque allí no podía conseguir fármacos. Su madre se quedó en Asmara con su hermana de siete años.

Stefania Prandi

Cuando Muse llegó a Etiopía fue alojado en un campo de refugiados en la frontera. “Luego huí, no tenía medicamentos, estuve en riesgo de muerte. Ahora no sé qué va ser de mí”. Empieza a llorar y suplica que lo traigan a Europa. Muse vive con su primo y su tío, que intentan encontrar el dinero para sus fármacos, pero nunca lo dejan solo en casa ya que, debido a las crisis de hipoglucemia, a veces se desmaya.

Según denuncia Amnistía Internacional, los que se niegan a trabajar para el Estado acaban detenidos y encarcelados “en condiciones escalofriantes”, en celdas subterráneas o en contenedores.

Stefania Prandi

Una vez traspasada la frontera a riesgo de ser acribillados en el acto por los militares eritreos, los prófugos confluyen en los campos de acogida en Etiopía. Bajo las carpas están a salvo pero, debido a las temperaturas elevadas y al racionamiento de la comida, aguantan a duras penas. Después de un tiempo que suele alargarse desde unas pocas semanas hasta diferentes meses, muchos se marchan a Addis Abeba.

Es el caso de Gebre, de 47 años e hijo de un predicador protestante. Huyó de Eritrea, donde pasó tres años en la cárcel por su religión. Dice que fue la peor época de su vida y que nunca más volverá si la situación no cambia. Es el primo de Muse y cuida de él. Le gustaría ir a Europa, pero considera que su deber es ayudar a los eritreos que están huyendo y proporcionarles apoyo práctico y consuelo. “Por lo menos aquí me siento casi como en casa. Lo que separó a eritreos y etíopes, que en realidad son el mismo pueblo, fueron intereses que no tienen nada que ver con nuestros orígenes”.

Stefania Prandi
En la casa de Muse, su tío Naizghi, su primo Gebre y dos inquilinos almuerzan pollo e injera, un plato tradicional etíope y eritreo, cocinado con carne y pan de harina de tef, cereal originario de los altiplanos etíopes. Es costumbre que todos coman con las manos y del mismo plato. Stefania Prandi
Naizghi tiene 27 años y está esperando acometer la ruta marítima. Le gustaría llegar a Gran Bretaña para trabajar a tiempo parcial y, a la vez, estudiar ingeniería. Lleva ocho meses en Addis y vive con su sobrino Muse. “Las medidas de cierre de la Unión Europea tras el acuerdo con Turquía no nos han desalentado. Nosotros no tenemos nada que perder. Dios hará lo que quiera con nosotros. Muchos de mis amigos ya están en Sudán”. Cuenta que en Asmara, la ciudad de donde viene, se quedaron solo ancianos y niños. “Tenemos miedo de enseñar la cara en fotos o en vídeos porque tememos las represalias, incluso a distancia. La policía secreta está por todas partes”.Stefania Prandi

La capital etíope está creciendo a un ritmo notable: incluyendo la periferia, alcanza los 4,5 millones de habitantes que, acorde con algunas previsiones, podrían llegar a los 8,1 millones en 2040. La inauguración en septiembre de 2015 del tranvía de superficie, el primero del África subsahariana, es una de las señales más significativas de la transformación en curso: un desarrollo repentino que recuerda el de los países asiáticos.

Las calles de Membra Hailt están vacías por la mañana y por la tarde. Los eritreos salen por la noche para tomar café y cerveza. En general, las mujeres se quedan en casa. Muchas están en Addis sin maridos, ya llegados a Europa, a la espera de una reagrupación familiar.

Stefania Prandi
Awet tiene 15 años y llegó al barrio de Membra Hailt hace cinco meses. Huyó con unos amigos de un pueblo a 40 kilómetros de Asmara porque “en Eritrea no hay futuro”. Vivió durante dos años en un campo de refugiados cerca de la frontera. “La vida allí es difícil: la comida estaba racionada, hacía mucho calor y nos pasábamos el día tumbados en esteras”. Su hermano está en Suecia y él espera verlo pronto.Stefania Prandi
Los prófugos eritreos se quedan incluso años en Adís Abeba, intentando ahorrar dinero para pagar a los traficantes y proseguir el viaje, que puede costar hasta 4 mil euros, o esperando un visado y el vía libre para la reagrupación familiar –cada vez más difícil, después de la vuelta de tuerca en Suecia y Dinamarca– con sus parientes que ya viven en Europa, o en Canadá. En la imagen, el interior de uno de los edificios de Mebra Hailt.Stefania Prandi
Tsega tiene 25 años y vive en Addis Abeba con su hija. Comparte su piso con otra mujer y el hijo de esta. Tiene las cremas y el aceite de oliva para el pelo sobre una mesita de noche que está cerca de la cama. Limpia sin parar la habitación, en la que viven las cuatro personas, y el baño: no obstante, hay cucarachas en las paredes. Stefania Prandi
Tsega llegó a Addis Abeba hace dos años y está esperando poder reunirse con su marido en Suecia. Hablan por teléfono y esperan que, hacia el otoño, los trámites burocráticos hayan concluido. Stefania Prandi
Parada “México” del tranvía, entre los símbolos de la masiva influencia china en Etiopía. Realizada en tan solo tres años, es gestionada por el Grupo Shenzhen Metro y la China Railway Engineering Corporation. Stefania Prandi
Otros refugiados que viven cerca del aeropuerto, en cobertizos con techos de metal y sin servicios higiénicos. Han acampado como mejor han podido.Stefania Prandi
Birhanu (20 años) vive con Adane (21 años) en una habitación de 15 metros cuadrados, sin baño. De la pared cuelgan algunas fotos-recuerdo, unas oraciones y un girasol.Stefania Prandi
Birhanu huyó de Keren porque ya no quería seguir en el Ejército. “Aunque no seas un militar, en Eritrea estás obligado a formar parte de él. Yo hacía diferentes trabajos, siempre bajo la vigilancia de los militares. Era un infierno. Un día me enfrenté a mi superior y tuve que escaparme porque, de lo contrario, me habrían encarcelado. Fue mejor correr el riesgo de que me dispararan en la frontera, antes que continuar con aquella vida”. Lleva tres años en Addis y trabaja como ayudante del conductor en los minibuses urbanos.Stefania Prandi
Un juego de damas hecho a mano en la casa de Russom.Stefania Prandi
Russom, de 27 años, es originario de Asmara. Huyó porque su padre es un opositor político, en la cárcel desde hace cuatro años. Desde el día en que lo llevaron a prisión no ha vuelto a tener noticias suyas. En los últimos dos años Russom intentó llegar a Europa tres veces, pero no tuvo suerte, porque después de su llegada a Jartum, la capital de Sudán, fue enviado de vuelta por los militares. Cada vez tuvo que pagar 500 euros a los traficantes para el viaje. Está listo para intentar de nuevo la travesía en verano, cuando haya ahorrado el dinero suficiente, con la ayuda de unos amigos. No es el mar lo que más le asusta, sino el desierto, donde es fácil perderse y morir al cabo de pocos días. Stefania Prandi
Un crucifijo en la casa de Freu. Los eritreos cristianos son muy devotos.Stefania Prandi
Freu, de 32 años, en la entrada de la cabaña de tierra, paja y chapa donde vive con un amigo. Está esperando por el visado. “La vida aquí en Addis Abeba es mejor que la nuestra, pero no es fácil llegar a ganar algún dinero. Yo quiero irme, quiero probar suerte y vivir como vosotros los occidentales”.Stefania Prandi
Camil tiene 27 años. “Saldría incluso esta noche misma. Estoy terminando de ahorrar el dinero. Desgraciadamente, no tengo familiares en Europa ni en Canadá que puedan ayudarme, pero sé que lo lograré. Y si por el contrario debiera salirme mal, querrá decir que el Señor así lo decidió”.Stefania Prandi