Barceló, los refugios del creador

CHRISTOPHER PATEY

A medio camino de la legaña, el tazón colosal de café solo y tres o cuatro mandarinas que devora con saña, inaugura Miquel Barceló sus días en el estudio de la Rue Vieille du Temple, en Le Marais, de París. Uno de sus santuarios. Tiene otros: Farrutx, Nepal, Malí… No, Malí ya no. Allí, la amenaza de muerte acabó con el goce de la vida. El pintor de 59 años que nunca pudo quitarse la cara de niño de Felanitx navega día sí y día también entre retratos hechos con lejía, esculpe tricornios, erige murales giga...

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A medio camino de la legaña, el tazón colosal de café solo y tres o cuatro mandarinas que devora con saña, inaugura Miquel Barceló sus días en el estudio de la Rue Vieille du Temple, en Le Marais, de París. Uno de sus santuarios. Tiene otros: Farrutx, Nepal, Malí… No, Malí ya no. Allí, la amenaza de muerte acabó con el goce de la vida. El pintor de 59 años que nunca pudo quitarse la cara de niño de Felanitx navega día sí y día también entre retratos hechos con lejía, esculpe tricornios, erige murales gigantes, pinta pulpos, nada en la arcilla y golpea el barro informe. Sus manos renuevan la modernidad, pero él querría vivir en la cueva de Chauvet, “porque forma parte del arte que no somos capaces de entender”. | Por Borja Hermoso

pulsa en la fotoLa inauguración de esta obra, elaborada con fango, generó gran expectación en la capital francesa.

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