Editorial

Villar investigado

El presidente del fútbol español y vicepresidente de la FIFA ya tiene una razón de peso para dimitir de todos sus cargos

El presidente de la Federación Española de Fútbol, Angel María Villar,durante el partido clasificatorio para la Eurocopa 2016 España-LuxemburgoJavier Etxezarreta. (EFE)

Ángel María Villar se ha convertido en el prototipo de dirigente deportivo aferrado a un cargo —en su caso a varios, porque además de presidente de la Federación Española de Fútbol es vicepresidente de la FIFA y de la UEFA— cuya pésima gestión ha generado un entramado de intereses clientelares que impide cualquier avance, deportivo, financiero o económico del fútbol español. Villar, presidente de la Federación durante 27 años, ha sido una rémora para el fútbol al menos durante los últimos diez. Su presidencia se ha sostenido gracias a u...

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Ángel María Villar se ha convertido en el prototipo de dirigente deportivo aferrado a un cargo —en su caso a varios, porque además de presidente de la Federación Española de Fútbol es vicepresidente de la FIFA y de la UEFA— cuya pésima gestión ha generado un entramado de intereses clientelares que impide cualquier avance, deportivo, financiero o económico del fútbol español. Villar, presidente de la Federación durante 27 años, ha sido una rémora para el fútbol al menos durante los últimos diez. Su presidencia se ha sostenido gracias a una tupida red de intereses y favores cruzados; es hostil a las autoridades deportivas; se ha opuesto a cualquier racionalización de los ingresos de los clubes y ha formado parte del entramado directivo de Joseph Blatter, demolido judicialmente por corrupción extendida y persistente.

Editoriales anteriores

Todas las anteriores son razones suficientes para que cualquier directivo consciente presente su dimisión. Pero si Villar necesita una específica, ante la que no cabe opinión ni excusa, ya la tiene: el Comité de Ética de la FIFA ha confirmado que le investiga por supuesta compra de votos en la adjudicación de los mundiales de Rusia y Qatar. Dejando a un lado el oxímoron de que la FIFA disponga de un Comité de Ética —¿qué hacía mientras los directivos apadrinados por Blatter recibían comisiones y cohechos?—, Villar es el símbolo de un régimen futbolístico que se resiste a desaparecer y dar paso a nuevos directivos sin intereses ni antecedentes.

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Es un despropósito que a Villar se le haya encomendado la organización del Mundial de Rusia cuando está siendo investigado por sospechas de fraude; es un disparate que las adjudicaciones a Rusia y Qatar no hayan sido suspendidas por sospechas de fraude; y nadie entiende que Blatter, Platini o el propio Villar sigan en sus cargos (aunque suspendidos los dos primeros) cuando está claro que de su despido depende la salud del fútbol mundial.

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