El acento

Eslabón encontrado, cadena perdida

Los restos del 'Homo naledi' son un hallazgo importante, pero para situarlos en la evolución de los homínidos hacen falta más datos

Hay una imagen de la evolución humana inscrita en la cultura colectiva, simple, comprensible y utilizada a menudo en los chistes y los anuncios, en la que un mono con cara de majadero se va irguiendo, su pelo corporal desapareciendo y su cráneo creciendo hasta que, en el último dibujo de la derecha, aparece no ya un hombre de Cromañón, sino una especie de modelo de alta costura, alto, guapo y de raza blanca, por supuesto. Una bonita historia hecha a medida de nuestros prejuicios, pero que cada vez se da más de patadas con la realidad. La historia de la evolución humana está resultando ser más ...

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Hay una imagen de la evolución humana inscrita en la cultura colectiva, simple, comprensible y utilizada a menudo en los chistes y los anuncios, en la que un mono con cara de majadero se va irguiendo, su pelo corporal desapareciendo y su cráneo creciendo hasta que, en el último dibujo de la derecha, aparece no ya un hombre de Cromañón, sino una especie de modelo de alta costura, alto, guapo y de raza blanca, por supuesto. Una bonita historia hecha a medida de nuestros prejuicios, pero que cada vez se da más de patadas con la realidad. La historia de la evolución humana está resultando ser más compleja y difícil de desentrañar, pero también más fértil e interesante.

El espectacular descubrimiento paleontológico anunciado esta semana, el Homo naledi hallado en una cueva sudafricana, es el último recordatorio de que nuestro conocimiento de la evolución humana es todavía muy fragmentario, y de lo muy probable que parece que la paleontología nos depare aún muchas más sorpresas. Su metro y medio de estatura y 45 kilos de peso, así como su escasez craneal —medio litro, comparado con nuestro casi litro y medio— parecen situarle entre los primitivos australopitecos, el grupo de especies que merodearon por tierras africanas entre cuatro y dos millones de años atrás, poco después de que nuestro linaje se separara del de los chimpancés (hace cinco o seis millones de años). Pero junto a esos rasgos primitivos, el Homo naledi muestra otras características avanzadas que, según sus descubridores, justifican su inclusión en el género Homo. Estos rasgos modernos incluyen un cuerpo estilizado, posición erguida, dientes pequeños, pulgares oponibles y pies aplanados. El nuevo homínido (hominino, técnicamente) presenta por tanto una amalgama de cualidades antiguas y modernas que parecen idóneas para una especie de transición entre los géneros australopiteco y homo. Lo que podría llamarse un eslabón perdido.

El punto más oscuro sobre los nuevos fósiles es que los autores no han logrado datarlos. Su edad tentativa de 2,5 millones de años no es un dato, sino una mera inferencia: como esa es la fecha aproximada de la transición entre australopiteco y homo, y como el naledi presenta rasgos de ambos, sería bonito que los huesos procedieran de aquella época. Es evidente que este argumento no basta, y los científicos deberán esforzarse ahora para lograr una datación fiable por métodos independientes. Sin esto, cualquier interpretación resulta muy arriesgada.

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Los paleontólogos Jeffrey Schwartz e Ian Tattersall señalan que en la transición entre australopiteco y homo (unos 2,5 millones de años atrás), casi todas las especies emergentes mostraban rasgos de ambos géneros. No faltan por tanto candidatos al eslabón perdido: más bien sobran, y lo que se nos ha perdido ahora es la cadena. La clasificación de especies como Homo ergaster, Homo habilis, Homo erectus, Paranthropus aethiopicus ha seguido criterios poco homogéneos, y parte de la profesión cree que hay que revisarla. Homo naledi viene a complicar las cosas, pero la ciencia es esclava de los datos.

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