Malos olores

La realidad es que los que celebran el desmontaje de la financiación paralela de Convergencia son los mismos que ocultan la dimensión mágica de sus propios ingresos por donaciones.

Una de las cosas más interesantes que ha provocado la ruptura entre los conservadores catalanistas y los conservadores españolistas consiste en el esfuerzo por demostrar con pruebas la financiación ilegal de Convergencia. A partir del sumario por desvío de fondos en varios Ayuntamientos, numerosas voces infieren la relación directa entre donaciones de empresas y contratos de la Generalitat. Es curioso, porque hasta hace unos meses, cuando se apuntaba a esa directa correlación en la contratación pública, era fácil que a uno le tacharan de antisistema. Y es que con el tiempo nadie se ha revelado...

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Una de las cosas más interesantes que ha provocado la ruptura entre los conservadores catalanistas y los conservadores españolistas consiste en el esfuerzo por demostrar con pruebas la financiación ilegal de Convergencia. A partir del sumario por desvío de fondos en varios Ayuntamientos, numerosas voces infieren la relación directa entre donaciones de empresas y contratos de la Generalitat. Es curioso, porque hasta hace unos meses, cuando se apuntaba a esa directa correlación en la contratación pública, era fácil que a uno le tacharan de antisistema. Y es que con el tiempo nadie se ha revelado como más antisistema que los que defienden el sistema parapetados tras mentiras. El sistema lo que necesita es defensores transparentes, igual que las patrias no necesitan patriotas inflamados, sino sencillamente gente decente que cumple con la ley y el deber ciudadano.

A raíz del escándalo por la contabilidad del tesorero Bárcenas, muchos relacionaron esa caja b de financiación ilegal con la adjudicación fraudulenta de concursos públicos, aunque entonces tocaba negar y ocultar pruebas. Pero ahora, con el ataque a la fundación de Convergencia, salen a luz sospechas que conviene airear. Y bendito sea el aire, porque puede resultar muy beneficioso. Hace años que los partidos recurren a fundaciones y a tanques de ideas, oxímoron muy rentable, para financiar sus gastos de personal. Pero los españoles tienen derecho a sospechar que el interés de una gran constructora, una farmacéutica o una empresa de hidrocarburos por financiar conceptos ideológicos y conferencias opinativas es bastante difuso. Más bien su interés, y parece razonable, consiste en resultar premiado con el reparto de abundante dinero público cuando ese partido disfruta del poder.

En contra de la opinión desinformada, la subvención a los partidos es una garantía de legalidad. Si el tribunal de cuentas no estuviera compuesto por una rama naciente del tronco partidista y tuviera medios para investigar, concluir y denunciar financiación impropia en las donaciones turbias, podría ofrecer una cierta seguridad, pero no es así. La realidad es que los que celebran el desmontaje de la financiación paralela de Convergencia son los mismos que ocultan la dimensión mágica de sus propios ingresos por donaciones. Pero la sospecha es como los malos olores, difícil de aislar. Se suele criticar que personas relevantes se signifiquen con opiniones políticas o expresen sus preferencias o inclinaciones ideológicas. No así con las empresas, que ofrecen un parapeto higiénico para donar dinero sin que nadie perciba manipulaciones mucho más dañinas.

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