Falta de tacto
El Gobierno se equivoca al mantener un déficit autonómico draconiano y universal
Hay varias razones para considerar que la posición del Gobierno en materia de financiación autonómica, en especial la imposición de una limitación universal del déficit del 0,3% en 2016, es un error. No se puede sostener al mismo tiempo que la economía está en fase de recuperación (como está), con el PIB creciendo al mayor ritmo de los últimos ocho años, y mantener un criterio draconiano de déficit como si fuera el único argumento de política económica. Hasta hoy el déficit de las Administraciones públicas no ha podido ser controlado en los términos de los compromisos con Bruselas (ahí está el...
Hay varias razones para considerar que la posición del Gobierno en materia de financiación autonómica, en especial la imposición de una limitación universal del déficit del 0,3% en 2016, es un error. No se puede sostener al mismo tiempo que la economía está en fase de recuperación (como está), con el PIB creciendo al mayor ritmo de los últimos ocho años, y mantener un criterio draconiano de déficit como si fuera el único argumento de política económica. Hasta hoy el déficit de las Administraciones públicas no ha podido ser controlado en los términos de los compromisos con Bruselas (ahí está el crecimiento de la deuda para demostrarlo) y no está claro que el incumplimiento sea debido tan solo ni principalmente a las autonomías.
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Lo más preocupante de la reunión del Consejo de Política Fiscal y Financiera del miércoles es la falta de tacto político exhibida por Hacienda. El ministro Montoro debería saber (o al menos intuir) que la presencia de nuevos Gobiernos autónomos sobre el terreno reclamaba un talante político más dialogante y comprensivo; es decir, se esperaba algo más que transmitir deprisa y corriendo, y además como una orden, el comunicado del 0,3% y zafarse de cualquier protesta con el recurso de que en el sistema “habrá 10.000 millones más”. El Gobierno no ha explicado cuál es la procedencia de esos 10.000 millones; puede que no sea, como sugieren algunas autonomías, dinero fresco, sino atrasos, remesas de anteriores incumplimientos o simplemente enjuagues contables.
La falta de tacto es evidente también en la uniformidad del límite de déficit. Todas quedan sometidas al 0,3% y en fila. Tal homogeneidad está reñida groseramente con la igualdad. La situación económica y presupuestaria de La Rioja no es la misma que la de Murcia o la de Cataluña, por citar una que ya se ha negado a recortar un solo euro más. Se echan en falta conversaciones afinadas con los Gobiernos autónomos y una preocupación real por sus necesidades. Si lo que pretendía el Gobierno —afectado del stress de fin de legislatura y confusión preelectoral— era dar motivo para una rebelión autonómica, ha hecho todos los méritos para ello.