Editorial

Salarios y bienestar

La evolución de las rentas es insuficiente para sustentar la recuperación y para restablecer un Estado de Bienestar similar al de 2007

La estructura salarial española, revelada por la encuesta del INE referida a 2013, confirma que la recesión ha aumentado la desigualdad. Lo importante de la encuesta no es tanto el moderado descenso del salario medio en 2013 respecto a 2012 (el 0,1%, hasta los 22.700 euros anuales) como el aumento del peso relativo de los empleos temporales y el descenso de las retribuciones asociadas. Mientras que la remuneración media de los empleos fijos crece muy poco (unos 56 euros anuales, hasta 24.333 euros anuales), la retribución media de los temporales se desploma en 460 euros, hasta apenas los 15.50...

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La estructura salarial española, revelada por la encuesta del INE referida a 2013, confirma que la recesión ha aumentado la desigualdad. Lo importante de la encuesta no es tanto el moderado descenso del salario medio en 2013 respecto a 2012 (el 0,1%, hasta los 22.700 euros anuales) como el aumento del peso relativo de los empleos temporales y el descenso de las retribuciones asociadas. Mientras que la remuneración media de los empleos fijos crece muy poco (unos 56 euros anuales, hasta 24.333 euros anuales), la retribución media de los temporales se desploma en 460 euros, hasta apenas los 15.500 euros.

Se trata de una radiografía exacta, aunque parcial, de cómo España ha salido de la recesión: gracias a una depresión generalizada y desigual de las rentas. Esta evolución no puede fundamentar una recuperación consistente en el medio plazo y menos facilitar el restablecimiento de un Estado de bienestar similar al de 2007.

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Y no solo porque la reactivación parte de bases frágiles. Juegan otras distorsiones menos dúctiles, como la que afecta a las pensiones. El gobernador del Banco de España, Luis Linde, provocó ayer un alboroto cuando anunció que a largo plazo se producirá “una bajada inexorable de las pensiones”. Dejando a un lado la tendencia del Banco a pontificar sobre rentas y pensiones mientras soslaya su oficio (el crédito), Linde tiene razón. Las respuestas evasivas del Gobierno (“las pensiones están garantizadas por el Estado”) confirman la gravedad de un problema que este Ejecutivo, como los anteriores, enfoca desde el ángulo de la propaganda.

Las pensiones, efectivamente están garantizadas; lo que no está garantizado es su poder adquisitivo, que será descendente y puede llegar a ser crítico. La clave es el aumento de la longevidad tras la jubilación. A medio plazo, la discrepancia entre recursos y prestaciones puede compensarse con una subida de la edad de jubilación o de las cotizaciones, con la advertencia de que subir la cotización gravaría la creación de empleo. Pero a largo se alcanzarán límites infranqueables. Sobre estos puntos hay que estructurar un debate en serio, y no sobre declaraciones superficiales.

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