La niña en Paraguay no está sola

La penalización del aborto no implica que las mujeres dejen de abortar, sólo que lo harán en condiciones menos seguras

Una niña en Paraguay. No me la puedo quitar de la cabeza. Podría haber sido de Chile o de Nicaragua, como hace unos años. Pero esta vez es de Paraguay. Una niña de 10 años que ha sido violada por su padrastro y que se ha quedado embarazada en un país donde el acceso al aborto legal y seguro está fuertemente restringido por ley. Las autoridades paraguayas han determinado que la menor puede y debe llevar a término su embarazo, a pesar de que sólo pesa 34 kilos. Una decisión tomada de manera unilateral por un Estado que no considera la violación como un motivo para permitir un aborto, pero cuyas consecuencias pagará una niña con su propio cuerpo.

Esta niña no está sola, pero sí mal acompañada. Sólo en Paraguay cada día dan a luz en torno a dos niñas menores de 14 años, la mayoría de ellas tras haber sufrido abuso sexual. El riesgo que corren de morir durante el parto es cinco veces mayor que en el caso de mujeres mayores de 20 años, de acuerdo con las estadísticas oficiales de la ONU. Sus cuerpos no están preparados para un parto y reflejan con toda crueldad lo que en realidad son: niñas. América Latina tiene el segundo puesto en maternidad infantil después de África, estadística que entre otros refleja unos índices de violencia sexual también altísimos. Es además, una de las regiones del mundo con leyes del aborto más restrictivas y en algunos casos la interrupción voluntaria del embarazo es incluso penalizada con la cárcel, como en El Salvador.

47.000 mujeres mueren todos los años debido a abortos inseguros

Para algunos, esto es una cuestión de principios. Para otros, un juego político donde los cuerpos de las mujeres y niñas sirven como moneda de cambio. Para ellas es algo mucho más serio: es cuestión de vida o muerte. No sólo por los riesgos que sigue implicando el embarazo y el parto en muchos países del mundo, especialmente para las niñas, sino también porque la realidad es que digan lo que digan las leyes, las mujeres con embarazos no deseados los interrumpen. Es decir, la penalización del aborto no implica que las mujeres dejen de abortar, sólo que lo harán en condiciones menos seguras y con consecuencias más graves. La propia penalización las obliga a buscar abortos clandestinos en condiciones inseguras. A nivel mundial, 47.000 mujeres mueren todos los años debido a abortos inseguros y otros cinco millones de sufren lesiones graves. Esto significa que de todas las mujeres que mueren diariamente por razones relacionadas con el embarazo y el parto, un 13% mueren como consecuencia de abortos inseguros. En América Latina esta cifra es de un 24%.

Ha habido avances importantes. En las últimas dos décadas más de 25 países han liberalizado sus leyes sobre el aborto. Países como Uruguay, que despenalizo el aborto en 2012, y México que ha introducido leyes de plazo en varios estados, son ejemplos recientes. Incluso Chile, uno de los pocos países a nivel mundial que prohíbe el aborto en todas las circunstancias, ha anunciado una posible reforma de ley. Estas leyes pueden marcar la diferencia para miles de mujeres y niñas. Como para la niña de Paraguay, que no logro quitarme de la cabeza.

Los riesgos de legislaciones que no protegen la salud y las vidas de las mujeres se pueden demostrar con estadísticas y acuerdos internacionales de derechos humanos

El problema es que los avances no son suficientes y el derecho al aborto en muchos países también se enfrenta a serias amenazas, poniendo en peligro incluso derechos ya conquistados. Tanto en los espacios internacionales de la ONU como en los pasillos de los parlamentos nacionales están ganando terreno aquellos fundamentalismos religiosos y políticos que no quieren reconocer la ampliación de los derechos humanos hacia espacios de autonomía sobre el propio cuerpo y la sexualidad. España se suma a esta última corriente, con el intento de eliminar la ley de plazos el año pasado y con la actual modificación que pretende obligar a las jóvenes a contar con la autorización de sus padres/madres para poder interrumpir un embarazo no deseado, incluso en casos donde hay peligro de violencia, amenazas o malos tratos.

Los riesgos de legislaciones que no protegen la salud y las vidas de las mujeres son evidentes. Se pueden demostrar con estadísticas de universidades prestigiosas y argumentar con documentos y acuerdos internacionales de derechos humanos. Pero al fin y al cabo tanto para las jóvenes españolas como para la niña en Paraguay se trata de algo muy básico. El derecho a decidir de forma libre sobre el propio cuerpo.

Por eso, hoy, el Día Internacional de Acción por la Salud de las Mujeres tomamos las calles bajo el lema “mi cuerpo, mis derechos”, junto con muchas otras organizaciones que forman parte de la coalición Action2015.

Sandra Johansson es directora del programa de Derechos de las Mujeres de Alianza por la Solidaridad

* Alianza por la Solidaridad estará hoy, 28 de mayo, en la plaza del Museo Reina Sofía de Madrid (metro Atocha), de 11 a 18 horas, con un stand en el que puedes tatuarte ficticiamente un eslogan sobre tus derechos como mujer para celebrar este día y recibir información.

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