El alma de los libros
Los libros pertenecen a un macromundo habitado por nuestros sueños, ensoñaciones, anhelos de viaje, odios, amores... El señor Javier Lostalé cree que “quien lee vive más”, y no le falta razón. Los libros tienen alma, viven con nosotros y, cada vez que abrimos un ejemplar, éste cobra vida autónoma y pervive más allá de la muerte del autor y del lector.
Es triste constatar el bajo porcentaje de lectura que hay en nuestro país. Cada minuto sin leer es un minuto perdido. Si queremos adquirir cultura hemos de recurrir a la lectura de los clásicos, sobre todo, pues sabido es, por la RAE, que ...
Los libros pertenecen a un macromundo habitado por nuestros sueños, ensoñaciones, anhelos de viaje, odios, amores... El señor Javier Lostalé cree que “quien lee vive más”, y no le falta razón. Los libros tienen alma, viven con nosotros y, cada vez que abrimos un ejemplar, éste cobra vida autónoma y pervive más allá de la muerte del autor y del lector.
Es triste constatar el bajo porcentaje de lectura que hay en nuestro país. Cada minuto sin leer es un minuto perdido. Si queremos adquirir cultura hemos de recurrir a la lectura de los clásicos, sobre todo, pues sabido es, por la RAE, que “clásico es cualquier obra que por su contenido puede ser considerada como modelo para cualquier literatura o arte”. No es cierto que la lectura sea una tarea molesta; antes bien, es la más placentera a la hora de conseguir ilustración, muy por encima, a mi juicio, de la tablet o del smartphone. Plinio escribió que “no hay libro, por malo que sea, que no tenga nada que comunicar”. Aprendamos de la tarea ímproba e ingente de los clásicos, pues ellos sustancian el dicho de que, como dijo E. M. Forster, “los libros son (...) la única técnica de asimilación conocida”.— Manuel Castellanos Plaza.