LA PUNTA DE LA LENGUA

Esas cosas y esos señores

"Malas prácticas” (corrupción), “ese asunto” (obras ilegales), “esa persona” (Rato)

A veces procuramos no poner nombre a algo. Por ejemplo, a la relación que uno mantiene con determinada persona o a la nueva función laboral que desempeña. Eso puede deberse a que no hay palabra precisa para ello pero también a que todas las que afloran nos muestran algún borde defectuoso o nos molestan.

El 9 de noviembre se desarrolló en Cataluña un hecho que ha sido calificado como “consulta”, “referéndum” o “fiesta ciudadana”, según la perspectiva de cada cual. Y se ha producido también en ese caso una situación incómoda a la hora de dar en la flor del nombre adecuado.

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A veces procuramos no poner nombre a algo. Por ejemplo, a la relación que uno mantiene con determinada persona o a la nueva función laboral que desempeña. Eso puede deberse a que no hay palabra precisa para ello pero también a que todas las que afloran nos muestran algún borde defectuoso o nos molestan.

El 9 de noviembre se desarrolló en Cataluña un hecho que ha sido calificado como “consulta”, “referéndum” o “fiesta ciudadana”, según la perspectiva de cada cual. Y se ha producido también en ese caso una situación incómoda a la hora de dar en la flor del nombre adecuado.

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, anunció que no se celebraría la consulta, y también dijo que no se celebraría la consulta ilegal. Después, una vez que sí se produjo la consulta, proclamó: “No ha habido consulta, sino un simulacro”. Sin embargo, la Fiscalía denunció a sus promotores por haber convocado una consulta ilegal.

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¿En qué quedamos?: Según Rajoy, no hubo consulta, y por tanto no hubo consulta ilegal. Según la Fiscalía, hubo consulta y además fue ilegal.

¿Se habría denunciado a alguien por convocar un simulacro de consulta? Suponemos que no, pues en tal situación no se daría un acto de desobediencia al Tribunal Constitucional, sino un simulacro de desobediencia.

Transcurridos unos días de todo eso, el presidente tuvo que referirse a lo sucedido. ¿Y cómo debía denominar entonces a la consulta-referéndum-simulacro?

Si decía “consulta” o “referéndum”, eso significaba que se celebró, y que daba por cumplido el anuncio del presidente de la Generalitat, Artur Mas, y por incumplido su pronóstico de que no se celebraría la consulta.

La inconcreción

Si, por el contrario, pronunciaba “simulacro”, se podía entender como una descalificación del fiscal, que emprendió acciones por haberse convocado un referéndum ilegal en toda regla, valga la paradoja. ¿Cómo resolver eso? Muy fácil. Pidiendo ayudas a los recursos gramaticales disponibles para sustantivar sin sustantivos.

Y dijo Mariano Rajoy refiriéndose a Mas: “Se ha convertido en presidente de una parte de los catalanes, minoritaria, y ha abandonado a la gran mayoría, que no ha querido acompañarle en lo que ocurrió el 9 de noviembre”.

Así que ni consulta, ni referéndum, ni simulacro: lo que ocurrió. ¿Y qué ocurrió?: Eso ya lo sabe usted —respondería Mariano Rajoy—, no me obligue a mí a definirlo, con el lío que se puede montar. Lo que ocurrió es “lo”.

La inconcreción y la distancia cotizan al alza en el lenguaje político. ¿Qué hacer si un periodista pregunta por Rodrigo Rato y hay que mencionarlo? Está claro: se habla de “ese señor” (“esa persona por la que usted se interesa”, más exactamente). ¿Qué hacer si un periodista se interesa por Bárcenas y hay que referirse a él? Fácil también: se habla nuevamente de “ese señor” (“ese señor es un presunto delincuente que está en Soto del Real”). ¿Y si alguien se interesa por los negocios de Francisco Granados? Otro “ese señor” y asunto concluido.

También pueden aparecer preguntas sobre la corrupción política del PP, y entonces se introducen leves variaciones: "Esas cosas”, “esas malas prácticas”. Y, por el mismo camino, las obras en la sede central pagadas con dinero ilegal son “ese asunto”.

No sé ustedes, pero si yo sufriera una enfermedad grave y mi dolencia tuviese un nombre concreto, desconfiaría del médico que me dijera “no se preocupe, ya sé que sufre usted un asunto”. Y si me robaran en casa, no diría después: “Cáspita, he sido víctima de unas malas prácticas”.

Para combatir algo, hace falta conocerlo y nombrarlo. Es decir, asumirlo como real; y enfadarse con palabras reales. Los vocablos inconcretos sirven para salir del paso pero transmiten escasísima confianza al paciente (que tenderá a impacientarse).

Nos hablan de regeneración. Pero mal empezamos si quienes dicen enfrentarse a la corrupción no se atreven siquiera a mirarla a los ojos y llamarla por su nombre.

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