EL ACENTO

Un respeto para el antihéroe

Un restaurante valenciano dimite de la Guía Michelin

marcos balfagón

No hay duda alguna. Los héroes y las heroínas suelen disponer de mucha mayor atención que los dimisionarios o los desertores. Los focos se encienden sobre los obligados a morir en la cancha —los Ronaldo, los Messi—, los capitanes de grandes empresas, los políticos obligados a competir sañudamente por el mercado de los votos: ahí tenemos a los Rajoy, los Sánchez o los Iglesias, obligados a recordar a diario quién de ellos debe liderar todo lo liderable. Sobrepasar al contrario, ambicionar lo máximo, son algunos de los valores que más atraen al público. Por eso sorprende que, de tanto en ...

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No hay duda alguna. Los héroes y las heroínas suelen disponer de mucha mayor atención que los dimisionarios o los desertores. Los focos se encienden sobre los obligados a morir en la cancha —los Ronaldo, los Messi—, los capitanes de grandes empresas, los políticos obligados a competir sañudamente por el mercado de los votos: ahí tenemos a los Rajoy, los Sánchez o los Iglesias, obligados a recordar a diario quién de ellos debe liderar todo lo liderable. Sobrepasar al contrario, ambicionar lo máximo, son algunos de los valores que más atraen al público. Por eso sorprende que, de tanto en tanto, alguien lance el mensaje de que no quiere liderar.

Acaba de suceder en el mundillo de la gastronomía. No es la primera vez que un galardonado renuncia a la condición de estrellado, pero ocurre tan pocas veces que resultan interesantes los argumentos. En este caso se trata de Julio Biosca, el dueño de Casa Julio, una antigua fonda de viajeros en el pueblo valenciano de Fontanars dels Aforins, que ha vivido los últimos años como restaurante dotado de estrella Michelin.

De las explicaciones que él mismo ha dado en este periódico se deduce lo que desea: básicamente, que le dejen en paz. Mejor renunciar al estrellato que seguir haciendo compatible el “menú degustación” con los bocadillos y las raciones generosas y sin “chorradas” que demanda la clientela más próxima. No le gusta la “tontería” que entra por su puerta, ni la presión que sufre para mantener la (para otros) preciada estrella y ganarse la siguiente. Hay quien renunció antes que él, sobre todo cuando se trata de cerrar el local y cambiar de vida. No es el caso del último dimisionario de la Michelin, que desea continuar, pero centrándose en su entorno y no en las exigencias del mundillo que se le había venido encima.

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La celebridad que diferencia a la élite del montón ya no es lo que era. Por eso el desertor empieza a gozar de mejor fama, aunque los dos han de seguir peleando toda la vida. La alta cocina es una baza fuerte de España —ahí están los Arzak, los Adrià, los Roca—, pero la crisis nos ha enseñado que lo sencillo también es un valor a defender y respetar.

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