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El viajero astuto
Por Isidoro Merino

Graham Greene: escritor, viajero y espía

El escritor británico Graham Greene, fotografiado en mayo de 1964 por Karsh of Ottawa.

Rebuscando en la estantería de los libros, he encontrado varias novelas del escritor británico Graham Greene (1904-1991) que leí hace mucho tiempo. Son apasionantes historias que ocurren en el Haití del dictador François Duvalier, la Cuba de Fulgencio Batista, la Indochina francesa o el ...

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Rebuscando en la estantería de los libros, he encontrado varias novelas del escritor británico Graham Greene (1904-1991) que leí hace mucho tiempo. Son apasionantes historias que ocurren en el Haití del dictador François Duvalier, la Cuba de Fulgencio Batista, la Indochina francesa o el México de las guerras Cristeras. Casi todas ellas han sido llevadas al cine. A mí me enseñaron a viajar.

A Graham Greene nunca le concedieron el Nobel de Literatura, a pesar de que fue perpetuo candidato. Tampoco mostró demasiado interés en recibir el galardón: 'Soy demasiado popular para ganarlo; yo no escribo cosas complicadas', solía decir.

Una simplicidad engañosa, resultado de su dominio de la técnica narrativa y que, como en el caso de su compatriota John Le Carré, nos devuelve el gusto por las historias bien contadas, esas que se leen de un tirón y saben a poco. Sus personajes también distan de ser chatas figuras creadas para hilvanar una trama. El Harry Lime de El tercer hombre, el padre José de El poder y la gloria, el Jones de Los comediantes se ven arrastrados a la acción por circunstancias que los sobrepasan, para acabar convertidos, a su pesar, en héroes, cobardes, mártires o traidores.

Viajero en el filo de la navaja, fascinado por el peligro y la muerte --según cuenta en su autobiografía, en su juventud jugó varias veces a la ruleta rusa tras un desengaño amoroso--, los lugares donde transcurren sus historias y que visitó como corresponsal de guerra, como espía, o simplemente para satisfacer esa necesidad de huida que le empujaba tanto a viajar como a escribir para, según sus palabras, "escapar de la locura y la melancolía, del terror inherente a la condición humana", adquieren en sus novelas una presencia casi física.

De las páginas de El americano tranquilo, por citar una de sus obras más redondas, se sale con el aroma del opio de las sórdidas fumeries de Saigón pegado a la ropa. Leyendo a Greene, he paseado por las calles de una Habana cálida y dulce como el pecado; he temblado en un calabozo de Puerto Príncipe; me he sobresaltado con la explosión de una mina en los arrozales de Phat Diem. Y a veces he vuelto, esta vez físicamente, para reencontrarme con aquellos lugares que ya conocía por sus libros.

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El poder y la gloria (1940)

Para muchos, la mejor novela de Greene, en la que se dan los elementos más significativos de su obra: los escenarios exóticos, en este caso el estado mexicano de Chiapas durante el mandato del presidente Plutarco Elías Calles, el conflicto interior, y la sutil línea que separa el bien del mal y el valor de la cobardía.

El revés de la trama (1948)

En una colonia británica de África occidental, el mayor Henry Scobie malvive acompañado de otros funcionarios y de su mujer, ansiosa por regresar a Inglaterra. La llegada de una atractiva joven lo sumirá en una tórrida aventura amorosa que trastocará toda su existencia. Una reflexión sobre el amor, el pecado y el sentimiento de culpa que le valió a su autor el calificativo de "escritor católico", etiqueta que Greene siempre rechazó.



El tercer hombre (1950)

Concebida inicialmente como guión cinematográfico, El tercer hombre está ambientada en la Viena de la posguerra. Una ciudad que siempre asociaremos al rostro de Orson Welles (el cínico y difunto Harry Lime), a la cítara de Anton Karas y a una frase: "Los suizos llevan más de 500 años de paz y prosperidad, y ¿qué han inventado?, el reloj de cuco".



El americano tranquilo (1955)

Fowler, el corresponsal de un diario londinense en Saigón, aparece en esta novela como alter ego de Graham Greene, quien realmente cubrió el conflicto entre las tropas francesas y el Vietminh como reportero de la revista LIFE. La idea de la intervención de una "tercera fuerza" que mediase en el conflicto de la Indochina francesa, y el ingenuo asesor estadounidense que da nombre a la novela, tan cargado de buenas intenciones como peligroso, se anticipan a la intervención americana en Vietnam.



Nuestro hombre en La Habana (1958)

Wormold, un pacífico ciudadano británico que se dedica a vender aspiradoras en la Cuba prerrevolucionaria, se ve reclutado a su pesar por los servicios secretos de su país. Con gran sentido del humor, se va desarrollando una atípica historia de espías que tiene como escenario La Habana de Batista: la de los gángsteres y traficantes de droga, los burdeles y salas de juego, y las redadas y torturas de la policía política.



Un caso acabado (1961)

Como en El corazón de las tinieblas, de Conrad, un hombre remonta el río Congo para encontrarse con su destino. Querry, un arquitecto en la cima del éxito, una especie de Le Corbusier minado por la indiferencia ante el arte y la vida, renuncia a su carrera para trabajar en una leprosería en el interior de la jungla congoleña. Allí, al tiempo que alcanza el equilibrio interior, tropezará con la hipocresía y el puritanismo de los colonos belgas.



Los comediantes (1967)

El Haití siniestro de Papá Doc y los Tontons Macoute, los paramilitares que sembraron el terror en la república caribeña, es el escenario en el que transcurre esta historia de perdedores: Brown, propietario de un hotel de lujo donde ya no recala ningún turista; Jones, un impostor que se hace pasar por asesor militar británico. La atmósfera espesa de Puerto Príncipe, la violencia política, el vudú, aparecen en esta brillante novela que consiguió enfurecer a Duvalier.



El cónsul honorario (1973)

En una ciudad imaginaria del norte de Argentina, el cónsul británico es secuestrado por un grupo de guerrilleros para exigir la liberación de varios presos políticos. Entre los raptores se encuentra su mejor amigo, hijo de uno de los detenidos. Aquí aparece uno de los temas recurrentes de Greene: el conflicto entre la lealtad a una causa y la amistad, en un territorio políticamente revolucionado: el de Argentina en los años previos a la dictadura militar.

Comentarios

...Habana calida y dulce como el pecado...La frase es suya o de Grahan Green?nos parece genial

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